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Corolario 21

- COROLARIO 21 -



Nuestros derechos se desvanecieron entre ríos de sangre que desaguaron en un mar profundo que añorábamos desde nuestras letrinas balconadas. Su peste consumió esperanzas, barahúndas que arañaban la tierra para beber un grano de verdad.

La indiferencia fue siempre poder sobre la pasión que no se perdía en cielos inalcanzables y alborotaba sótanos clandestinos.

La lucha era desigual: leyes, dogmas, protocolos, dioses, también bombas, contra el clamor de la justicia e igualdad. La Tierra se desgajó en dos mitades irreconciliables.

Sobre la bilis sanguinolenta de la impotencia creció el hombre moderno, la resiliencia de una derrota para que nada le falte de lo que le dicen que tiene que tener. La obediencia sin reflexión, el éxito del fiel mandamiento que ondea en el cenit que nadie vio jamás.

Con el culo contra la pared, ridículamente mudo, aterrado, el tejido social de más ínfimo prestigio se agolpa el madrigueras-gueto escarbando su túnel hacia el mar abisal.

El podrido clima sigue pagando los impuestos a la cruzada del poder financiero.

El Sol se ha tornado mortífero.

La Luna es un astro velado, derritiéndose en un cielo cada vez más opaco.

Árboles chamuscados, cabizbajos.

Lluvia de barro.

Siempre queda el odio. El odio cruento, irrefrenable, de los parias mundanos. La revolución desenfrenada contra los pocos dueños de todo.

Imagino, al fondo de los finales, un viento frío y fétido sobre cadáveres descuartizados, una nube aborregada segando el primer sol, el eco de unas pisadas sobre vísceras humeantes.

Toda una consecuencia.
© Kabalcanty

Kabalcanty08 de agosto de 2016

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