Alcanzaría los limites de lo sobrenatural en tan solo unos segundos solo con odiarte. Te llevaría allí donde muere el dolor, donde la pena castiga a aquellos amargados por el simple hecho de hacerlos sufrir, por estar condenados a la tristeza. De una patada te haría recorrer todas las esquinas de la muerte, para que la acaricies y te atrevas a mirarla a la cara. Si por mi fuera te cosería los dedos y escribiría con ceniza de un cigarro encendido mi nombre en tu pecho para que se te grabe en la piel el nombre de aquel que un día hiciste sufrir y que hoy sucede al revés. Te haría beber tu propia sangre y luego te haría escupir de manera que la saliva te quemara la piel. Si pudiera al menos ver como te revuelves y como gritas como loca a medida que yo estoy tranquilo porque al fin tienes tu merecido. Tienes lo que tu misma das y no me das pena ninguna. Por mi como si te golpeas trescientas mil veces contra tus sentimientos y como si ahorcas la pena, esa que hoy te corrompe. Tenían razón lo de que bicho malo nunca muere, pero lo bueno en esta vida todo lo puede. Te queda claro hoy eres escombros, cenizas y yo te piso y paso por encima tuyo una y otra vez. Cuando grites mi nombre pondré fin a esta tortura, y si no lo haces ya puedes darle la mano a la amargura pues vas a vivir los peores años que te quedan. En vez de blanco lo veras negro y en vez de reír vas a llorar. Ahora párate a pensar que hiciste mal, acuérdate de mi. Tu lamento llega a mis oídos y ahora escribo esto con trozos que te arranque porque no hay mejor tinta que la sangre que esconde tu piel.
