Harto de aquella mirada perdida y sonrisa cansada, decidió intentarlo una vez mas. Herido de gravedad por el miedo, sintiéndose un esclavo de su tiempo perdido e invertido en ocultarse en su caparazón cuando la tormenta de problemas se cernía sobre el, miró a la vida a los ojos. Tanto tiempo débil, tantos momentos difíciles y para el sin solución alguna. Su pasado fue el camino de la cobardía, la senda de los que tenían ganas de vivir. Todo aquello quedó atrás, pues esa misma mañana clara levantó su mano al cielo. Sus latidos de su buen corazón se pudieron sentir en el viento y la misma brisa alcanzó montañas y océanos en busca de aquello que perdió hace mucho tiempo. Las nubes se abrieron dejando un azul cielo cargado de fe y dispuesto a disipar las ultimas brumas del hombre. Cerró los ojos un instante, una sensación diferente, algo había cambiado. Cuando los volvió a abrir contempló su cuerpo. Cuerpo, corazón y alma brotaron de luz esperanzadora. La fe le mostró el camino a seguir y ya recuperado del todo, venció al engaño gracias a su nueva aliada la valentía. Pasados los años el hombre, ya anciano, halló la senda blanca aquella por la que transitan todos los seres humildes y de buen corazón...
