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Seiko 3000 - Capitulo 59 - Escasas Posibilidades

La demolición por “mazazo” del Conárgel fue un tremendo varapalo para sus inquilinos que volvían a estar en la calle, desamparados. Pero para un grupo de 6 personas, el varapalo fue mayor. Habían perdido un escondite que les salvara de los sombríos cazarecompensas. Volvía a atardecer temprano en Halaria y el grupo salvador estaba oculto debajo de un puente cochambroso pasando frío.
- ¿Quién demonios ha querido liquidarnos junto al edificio? – pregunto Roberto.
Este estaba abrazando a Cassandra que tiritaba seriamente.
- Sinceramente, toda pienso que eres un novato en esto…
Ésta frase salio de los labios de Fran. Les sorprendió a todos pero siguió hablando.
- Que tengamos a muchos cazadores detrás de nosotros nos complica mucho las cosas. Ya no digamos que el sitio donde estemos ahora, sea seguro mañana… Aparte de Víctor, ya nos hemos enterado de que hay alguien más tras nosotros…
- Pero – intercedió Alcoida, muy arropada por su hermano - ¿Cómo se han podido enterar tan pronto? No hace ni dos días cuando JM Ustul fuera renovado del cargo y ¿Ya haya enseñado todas sus cartas?
- Puede que si…
Salvador estaba concentrado en decir su versión. Necesitaba aclarárselo a todos.
- Pensad en JM… Hasta hace dos días, disponía el poder de gobernar siempre como a él y su familia le conviniera. Los ustules sólo pretenden una cosa. Poder. Si lo que nos dijo Doxyo en Ferder es cierto, su derrocamiento “temporal” es un “mazazo” para continuar ejerciendo su misteriosa influencia. Además, la COGESEK se deberá andar con pies de plomo. Ya no tendrán a un alto dirigente que les saque de apuros
- ¿Cómo sabes tu eso? – preguntó consternado el Dandi.
- Simplemente, LO SÉ – afirmó Salvador.
Se creo un silencio prolongado. Alcoida pensó que su hermano aprendía del mundo deprisa y, que en poco tiempo, ya sería consciente de todo lo que ello abarcaba. Fran siguió pensando en los posibles perseguidores en aquel peligroso país. Roberto se mantenía al margen y arropaba lo máximo posible a Cassandra. Empezó a llover.
Salvador reparó en un detalle. ¿Coincidencia o sutil trampa? Mirella no estaba en el momento de la demolición Conárgel. Cuando volviera a su casa, no vería más que escombros y quizás… Los cazadores dieran con ella antes que nadie. Fue cuando, a pesar de la ferra hostilidad con ella, tuvo lástima de que aquello pudiera pasar…
De pronto, Mirella apareció empapada en la boca del puente, con expresión de preocupación. Fue Dando el primero que se levanto y fue hacia ella.
- ¿Qué…? ¿Qué le ha pasado a nuestra casa? – balbució la Medio
- Mazazo… Nos hemos salvado de milagro… - llego a decir Dando llevándola a un extremo y enseñarle lo poco que había conseguido salvar del cuchitril.
Cuando lloró con ansia y frustración, todos los demás se dieron cuenta, que más allá de un corazón indomable, había un pedazo de carne sensible.
Algo más lejos, pero en la misma ciudad, Inés recibió una llamada a su móvil. Desconocía el número pero descolgó como si fuera conocido.
- ¿Inés van Utter Vilandra? – dijo una voz clara y concisa
- ¿Quién es usted? ¿Cómo conoce este número? - pregunto de igual manera
- El capitán de las US de Delta Valley, Carlos Taraca…
- Sé quien es usted – cortó antes de que Carlos terminase - ¿Qué quiere?
Hubo un brevísimo silencio. Inés noto por intuición que aquel hombre, sonreía.
- Su padre me ha dejado a cargo del operativo. Necesito que me informe de todo lo que sabe sobre los fugitivos y de los procedimientos, hasta ahora, desplegados…
Inés estuvo a punto de colgar, aunque sabía que su padre le había advertido del cambio de planes horas antes, por puro egoísmo. Si su padre no podía confiar en lo que su hija estaba haciendo, ella jamás conseguiría ganarse su puesto a su diestra.
Pernoctaron durante todo el día gracias a una tienda que Cassandra guardaba. Pero para la tarde siguiente, la del 30 de marzo, los rumores que el Dandi había conseguido conocer por sus contactos, indicaban que había, al menos, 5 cazadores en su búsqueda y que dos de ellos merodeaban cerca del puente-refugio y tuvieron que huir apresuradamente de allí.
Llegaron a un solar que Dando conocía y en el que pudieron ocultarse otra noche más bajo kilos de chatarra apelotonada en una esquina. Cassandra estaba empeorando y no podían acudir a una farmacia para que pudieran recetarle algo por el mismo temor a que fueran descubiertos. Por la comida no había problema. Dando se alió con Fran para hurtar en varios establecimientos y aprovisionarse. Dado a que el Dandi tenía a gente de confianza y que no le buscaban, podía enterarse de todo sin ser advertido. Por su parte, Mirella se dejo su mala leche en un bolsillo y empezó a atender a Cassandra con buenas dotes.
- Mi hermano se ha ido a una farmacia por ver si pueden darle algo – dijo Mirella
- Pero ¿No le descubrirán? – pregunto Roberto
- Puedo coger medicinas sin ser visto – apoyo Fran
- Las farmacias están mucho más vigiladas que las tiendas de comida. Desde que llegasteis, los recelos se han convertido en temor – explicó Mirella.
- Es verdad – afirmó Alcoida – Aquí los medicamentos son caros y en el mercado negro son un buen producto pirata. Que te roben unas cuantas aspirinas supone perder miles de Tecnecianos. Por ese coste, un buen vigilante ofrece sus servicios
Mirella asintió. A quien le seguían incomodando estas circunstancias era a Salvador, que no paraba de pensar en ver una salida a su situación. Debían salir inmediatamente de la ciudad y dejar en segundo plano el descubrir el paradero de los Niala. Pero antes era salvar a Cassandra de una afección aguda de “ixtis”, una infección venenosa producida por los habientes insalubres en los que residían ahora
Mirella dejo de atender a la Deltario para tomarse un respiro. Luego, también fue Alcoida la instó salir a Roberto y a Fran para dejar a solas a Salvador y Cassandra un momento. Ambos se miraron un rato.
- Tienes un aspecto terrible – dijo Salvador, sonriendo. Cassandra estaba marchita.
- Algo más que tú. No sueles dormir lo suficiente… Tienes unas ojeras enormes…
- Je… Al menos conservas tu vista. Pronto acabara todo
Cassandra se esforzó por sonreír. Su cuerpo estaba tenso y dolorido. Salvador le cogió la mano y se la puso delante de su cara.
- He recordado que hoy es tu cumpleaños. Y creo que esto te servirá de recuerdo…
Un anillo plateado brillo a la luz de la linterna con formas curvas semejantes a olas.
- ¡Vaya! Es precioso…
Se lo probó y le quedo perfecto. Ambos se volvieron a mirar y no se contuvieron.
A pesar de que la infección pudiera contagiarse al Aimier, el beso resultó ser más efectivo que cualquier medicina existente en Las Partidas. El beso reparó el maltrecho cuerpo de Cassandra, recuperándola de su afección. Para cuando se separaron y lo notó, la chica empezó a balbucear.
- Pe… Pero… Si la enfermedad… Ya no está
Tampoco Salvador salía de su asombro. No entendía lo que había pasado.
- ¡Chicos! ¡Venid aquí! ¡Deprisa!
Los gritos alertaron a los demás que estaban pensando en una manera de salir de la ciudad. Cuando vieron a Cassandra de pie y sin rastro del “ixtis” no dieron crédito. Estaba sana. Y lo estaba gracias a un beso. Un beso, salvador.
En ese instante, una sombra entrego un paquete sospechoso a Dando.
- Si se lo inyectas teniendo esa afección, morirá en cuanto cierre los ojos
- ¿Seguro que lo de ahora es viable? Te recuerdo que estuvisteis a punto de matarme a mí también. Me debéis una…
- Te metiste cuando no debías. No entiendo como un experto como tú les avisó del “mazazo” a tiempo para que escaparan
- No soy tan experto. Ya ves a mi hermana, aún se desvive por los heridos…
- Aun así – dijo la sombra – que estés en su grupo hace que tengan “escasa posibilidades” de seguir con vida.
Keitaro19 de agosto de 2009
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