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Una Praga En Acapulco, Cap I

Mansión en Acapulco. Suena música clásica, de piano. Se ve una hoja en primer plano, y una mano la sostiene.
- Así es doña Sara Patricia- se oía una voz.- El patrimonio de la familia Smidovich está bajando cada día má. Según mi cálculos, y como su contador, debo informarle que si no vende la fábrica Skoda, nos vamo’a los caños.
En el estudio, exquisitamente adornado al estilo barroco, estaban los popes de la empresa: la familia Smidovich. De saco y corbata, Sergio Corazón y Matías Fernando, ambos hermanos hijos de Sara Patricia.
A esta señora, la patrona y directriz de la familia, no se le movió un músculo de la cara al oír las palabras del contador. Sus ojos remarcados en negro hacían juego con su vestido largo, lleno de detalles en tonos azules.
- Usted bien sabe, Circense, que tiene a cargo desde hace diez años las finanzas de nuestra cuna. Y en todos estos años no ha fallado- sonrió maquiavélicamente.- No sé por qué razón no le creo. Lo único que diré es que no hay mal que por bien no venga y que habrá alguna manera de salvar a la empresa familiar.
- Me temo que su argumento no es válido. Mis cálculos son perfetocs, y usté no va a enseñame cultura ahora. Vea la realidad del siglo XXI. Ya nadie compra autos checoslovacos. Es diferente la situación actual a la de mediado de siglo pasado, cuando vinieron sus padre a México. Ahora vivimos la globalización, y cualquier menso se da cuenta. Su arrojo nacionalista por salvar lo que quedaba de la empresa Skoda cuando cayó el comunismo en el este europeo ha hecho que su capital se reduzca cada día más. Y somo el último paí del mundo que fabrica esos autos de porquería.
En ese momento, Sara Patricia Smidovich se levantó de su silla y golpeó la mesa con el puño.
- ¡Basta Circense! ¡Usted no sabe nada de honor familiar ni nacional! Usted es un bruto mexicanote hijo de indios. ¡Yo, Sara Patricia Smidovich del Sagrado Corazón de Moisés y las Tablas de la Ley, no cesaré de buscar la salida a como de lugar! Y tiene que haberlo, de lo contrario, le despediré, patán y bribón para que trabaje en un Mc’Donald.
- ¡No me haga eso, Sara Patricia! Mamá y papá no quieren que me gane la lana con ellos.
- Entonces, búsqueme la salida. ¡PERO AHORA! Y no vuelva sin la solución.
Hernán Circense se levantó y tomó sus papeles rápidamente del escritorio. Salió corriendo rápidamente de allí.
- Traerme a este inútil ha sido lo último que esperaría de mis parientes- dijo Sara Patricia.
- Madre, Hernán no sólo es un gran pariente, sino también un amigo- dijo Sergio Corazón.
Sara Patricia levantó su bastón y le golpeó en la cabeza, derribándolo de la silla. En el suelo le pateó la cabeza.
- ¡Nadie te pidió la opinión! Ahora hay que salvar a Skoda.
- Buen golpe mami- le dijo Matías Fernando.

Cuando recuperó la conciencia, Sergio Corazón se encontraba en sus aposentos. Sentado en la cama, estaba su dulce madre.
- Gracias a Yahvé estás bien- le dijo.- Disculpa si te parecí un poco grosera cuando te hablé, pero sabes que tengo razón. Hablé finalmente con nuestro, mejor dicho MI, contador. Dice que la única manera de salvar a la familia es uniendo la empresa con una petrolera mexicana. De esta manera, juntaremos los motores con la gasolina nuestra y obtendremos un imperio económico. No me pidas explicación de cómo funciona la economía, si no no hubiéramos sido comunistas.
- Si mámele, pero no tenemos tanto dinero para comprar una petrolera.
La madre se paró y se rió.
- ¡JA, JA, JA, JA, JA! Te repetiré la historia que cuento dos veces al día, cuando hacemos la oración de la comida. Mis padres, Jacob y Rebeca Smidovich, huyeron en 1936 del holocausto alemán, cuando los nazis buscaban los Sudetes, o sea nuestra ancestral morada. Y por si fuera poco, además de judíos, también éramos comunistas, así que no nos podíamos quedar por siempre ante la cercanía del enemigo. En ese trajín vinimos a Acapulco, ya que nos recordaba el calor de nuestra alma. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el gobierno central de Checoslovaquia le dio a mi padre un alto cargo diplomático. Es así como pronto nos llenamos de dinero. Yo era pequeña y no recuerdo nada de los tiempos malos, ya que nací en 1957. Es por eso que el lujo es mi característica de siempre y JAMÁS LE PERDERÉ.
“En 1991 cayó la Unión Soviética y con esto murió tu abuelo. Todo el mundo se desmoronó a mis ojos, y no pudimos hacer casi nada por salvarlo. Pero yo decidí que, con el dinero acumulado en tantos años de corrup.. Perdón, de sacrificios, iríamos a comprar algo para salvaguardar a Checoslovaquia: qué mejor que la fábrica oficial de autos que dan pena a nuestra Nación: Skoda.
- Mámele, sigo diciendo que es imposible que compremos una petrolera mexicana.
- Así es verdad, bebé. Pero podremos heredar una.
- Ah sí, encima de golpeadora, loca. ¿Y cómo?
Sara Patricia se sentó de nuevo y sonrió con maldad.
- ¡TE HARÉ CASAR CON LA HIJA DE UN POTENCIADO PETROLERO MEXICANO!
Sergio Corazón quedó callado con la boca formando una amplia abertura.

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Khas08 de octubre de 2008

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