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-la Huida Del Kamikaze-

París se tiño de rojo aquel viernes de Noviembre de 2015. Fueron 129 víctimas mortales en venganza por la participación de Francia en la guerra de Siria.
Raúl era uno de los kamikazes en cargados de hacer estallar su carga entre el público asistente a un partido de fútbol. Para ello había sido debidamente adoctrinado.
La única pieza que no encajaba en el puzzle fatídico era Carla: Su novia gallega, hermosa como una madonna.

“Danos nombres o no saldrás de aquí con vida”, le espetó el policía parisino al tiempo que le propinaba una patada en los testículos.


Con sus padres iba todos los domingos a la mezquita. Él era musulmán como sus ascendentes pero parisino de nacimiento y con mucha familia en Madrid -de ahí su nombre-.
Especialmente su padre le había introducido en el Estado Islámico. Y siempre le decía que cuando llegase el momento del martirio no tenía nada que temer porque pasaría a mejor vida.
Un auténtico “come cocos” ejercían sobre el en su casa y sus amigos, quienes se mostraban orgullosos de que Raúl hubiese sido elegido por el Estado Islámico para un reciente atentado, del cual obviamente no sabían nada. Que no tuviese antecedentes policiales jugaba a favor de la nueva encomienda.

Le habían colocado una manta muy fina sobre la boca. Estaba atado a una silla. Y vertían agua con una palangana sobre su boca, impidiéndole respirar. Cuando estaba a punto de fallecer por asfixia le retiraban el agua.
¡Dinos quienes son tus jefes!.

Todo había comenzado cuando movido por su padre y amigos se ofreció para irse a Siria para defender allí al Estado Islámico.
Finalmente se echó atrás, lo cual enojó sumamente a sus tutores. Quienes no dudaron en encomendarle la referida nueva tarea.

Y es que cuando se vio libre de sus vigilantes entró al estadio por una puerta y en vez de inmolarse salió por la entrada contraria. La imagen de su novia presidía toda la operación. Ello unido al hecho de que morirían decenas de inocentes. Ningún dios podía querer eso...Justo al abandonar el estadio la policía le detuvo al percibir un sospechoso bulto bajo su camisa. Efectivamente eran los explosivos.

La batalla había acabado mal. Muy mal, aunque su padre no estaría de acuerdo y le diría que era un orgullo ser mártir de la causa musulmana.
“Carla, ayúdame”, trató de decir al tiempo que se obstruían definitivamente sus vías respiratorias.


Kikovacanillas17 de noviembre de 2015

3 Recomendaciones

4 Comentarios

  • Sandor

    Texto magnífico, como se podría esperar de una persona reflexiva, que sabe y no quiere ser equidistante.
    Te aplaudo, en muchos sentidos.
    Carlos

    17/11/15 04:11

  • Paulitinamente

    En medio de una guerra ... Podría pasar algo así ...

    Muy buen texto Kiko !

    17/11/15 09:11

  • Danae

    Es la cara oculta de una guerra, aquellos que de pronto se encuentran como parias en tierra de nadie, y por nadie son defendidos sino, antes bien, atacados por todas partes. El destino es inmensamente cruel con ellos.
    Me ha encantado leerlo.
    Un gran abrazo

    20/11/15 04:11

  • Kikovacanillas

    Gracias a estas tres grandes plumas. Abrazos

    20/11/15 06:11

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