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La Cámara Mágica.

Había encontrado el curso de fotografía en Internet.
La profesora era una brasileña encantadora, quien me pidió el primer día que le prestase la cámara pues me la quería preparar. Así lo hice.
Y a la semana siguiente me entregó la cámara y me dijo: Ahora deberás seguir mis instrucciones...
Fotografía ese jarrón y piensa antes como quieres que te quede.
Así lo hice y la foto quedó perfecta.
Luego le pedí que me dejase retratarla a ella.
Hice la foto y al verla por el visor me dí cuenta que le habían quedado los ojos rojos.
Pensé en ello y la siguiente foto digital ya tenía corregido ese efecto.
Era fascinante: Pensaba como quería la foto y mi pensamiento se traducía en realidad.
¿Qué me has hecho en la cámara?. ¡Es maravilloso!.
A partir de ese curso me hice fotógrafo de prensa, bien apegado a mi cámara. Y mi éxito fue absoluto. Políticos, deportistas...
Yo pensaba como quería la foto y así quedaba plasmado. Además según hacía más y más fotos mi técnica evolucionaba y podía pensar en más variantes.
Entonces daría el paso definitivo: Abriría un estudio de fotografía, especializado en fotografía psicológica.
Y un buen día mi cámara mágica dejó de funcionar. Así es que decidí llamar a mi profesora brasileña: ¡Tienes que ayudarme!.
Mi profe me explicó que no necesitaba ninguna ayuda pues ya había aprendido lo suficiente.
Ella prometió enseñarme fotografía y así lo había hecho. La cámara mágica pasaría a otras manos.
Y ciertamente tenía razón. Yo seguí haciendo fotos cada vez mejores y mi éxito tanto en prensa como en fotografía artística nunca dejó de subir.
Kikovacanillas01 de junio de 2016

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