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Las Manos

"Cualquiera que me escuchara comentar esto, me diría que ya se escuchó muchas veces antes, que no tiene nada de bueno ni de original. Yo no busco esó. Mi única pretensión es contar lo que vi. Porque necesito decírselo a alguien, a cualquiera. Me urge deshacerme de este peso aplastante, que me obliga a considerar la posibilidad de mi propia insanía.
Cuando me mudé a la casa que ahora ocupo, hace ya más de diez años, mi primera impresión fue la de haberme trasladado a una casa embrujada. Tal vez esto fuese provocado por la sugestón ranozable y normal que puede tener una niña de cinco años. Pero, ahora que lo rememoro, creo que fue una especie de augurio.
Recuerdo también que, en esos tiempos, temía quedarme sola en medio de esas paredes desgajadas, mal pintadas de colores chillones y gastados, y repletas de rajaduras profundas y amenazantes. Siempre la sombra de una sombra se cernía junto a mi, agazapada y lista para saltar. Los pasos de las palomas sobre el techo de chapa se me figuraban como tremendas pisadas de extraños. siempre tuve una mala sensación con respecto a esa casa, de corte americano, que no tenía siquiera reboque fino exterior, y que se encontraba en un estado peor que deplorable.
Solamente puedo recordar un hecho que confirmaba de algún modo mis temores, aunque no del todo, porque siempre dudé de su propia veracidad. simplemente, no podía ser cierto.
Yo me encontraba acostada en mi cama. La cabecera de la misma miraba a la puerta de la habitación que, por estar falseada, siempre quedaba abierta. del otro lado del umbral, se encontraba el pasillo distribuidor que llevaba al living, el baño y la cocina. mi puerta miraba directamente a la del baño.
siempre dormía con el velador prendido porque, como una buena niña de ya seis años,temía a la oscuridad. y temía a la casa. Por lo tanto, mucho más iba a temer a esa casa, a oscuras. recuerdo haber mirado hacia el pasillo, porque había escuchado un ruido extraño. La silueta de mi madre apareció ante mis ojos, completamente negra, sin facciones algunas, resguardadas en el negro. yo la saludé, y le pregunté que hacía levantada. pero ella no me respondió.
nunca pude recobrar de mi memoria lo que pasó después. no sé, y creo que no sabré nunca, si esa silueta simplemente desapareció, o si se marchó caminando, o si yo simplemente me quedé dormida. Lo único que sé con certeza es que, cuando a la mañana siguiente, le pregunté a mi madre por qué no me había contestado nada cuando apareció en el pasillo la otra noche, me dijo que ella nunca había estado ahí.
yo vivía sola con ella, por lo que no pudo haber sido nadie mas. sin embargo, apra no alarmarme, decidí pensar que todo había sido un sueño. no necesitaba más sugestiones de las que ya tenía con respecto a ese truculento edificio.
hace unos días, apareció el segundo indicio. este no puedo decir de modo alguno que haya sido producto de mi imaginación, porque no lo vi yo sola. es más, fue mi amdre quien lo descubrió. sobre la puerta, a una altura bastante baja, como un metro veinte del suelo, sobre la puerta de madera blanca de entrada, aparecieron dos huellas, aparentemente hechas de suciedad acumulada. eran de color amarronado, y era dos manos perfectamente trazadas, y más pequeñas que la de cualquier persona que frecuentara nuestro domicilio. durante media hora deliberamos acerca de su procedencia, pero no pudimos encontrar ninguna razón para que se encontraran ahí. nadie las había hecho. nadie podría haber sido. las impresiones de las manos estaban ahí, mientras tanto, como si una persona hubiese querido impedir que algo entrase, o si, desesperadamente, hubiera tratado de salir.
Una vez había escuchado que las almas que no tienen descanso se manifiestan a los vivos de este modo. pero nunca lo creí. hasta ahora. porque hoy nos enteramos, por pura casualidad, que la antigua recidente de nuetra casa, una vieja italiana llamada Rosa, había regresado de su país natal, a donde sus hijas la habían trasladado a la fuerza luego de concretar el negocio de la venta de la propiedad. se trataba de una mujer dura de tratar, alta, y de caracter ladino. había llegado al suelo de nuestro país pesando sesenta kilos y tuvieron que devolverla a europa pesando treinta y tres. murio aproximadamente en la fecha en que aparecieron aquellas manos.
no se que peudan decir los demás acerca de esto. puede tomarlo como quiera. eso no es lo que me importa. lo único que quiero decirle es que muchas veces no todo es lo que parece. que las impresiones de un infante son más importantes de lo que sus padres pueden llegar a creer. que seguí viviendo en aquella casa. y que estoy dispuesta a poner las manos sobre las llamas cuando afirmo que, si aquellas manos eran las de Rosa, ella no es la única que vive con nosotras."

El doctor la observó detenidamente, con esa penetrante e imperturbable mirada suya. y, luego de cerrar la conversación con el mismo par de frases de siempre, la devolvió a su pabellón.
Kili25 de febrero de 2010

4 Comentarios

  • Cintia

    Increíble el texto :)
    se me han puesto los pelos de punta, lo agrego a mis favoritos!
    espero seguir leyendo textos tan buenos como los tuyos. saludos

    25/02/10 11:02

  • Naty

    Es muy envolvente, es como una descripción agitada que necesita ser leída de inmediato... Muy buena!
    Un abrazo!

    25/02/10 11:02

  • Nemo

    Muy bueno tu escrito!...
    Me ha gustado mucho y me lo llevo a mi colección...
    Solo tuve ciertos problemas con los signos de puntuación. La vista se sigue de largo al no ver una mayúscula después de un punto y eso hace que no entiendas y te regreses. Solo es una apreciación personal de un lector común.
    Saludos muchos!!

    27/02/10 05:02

  • Kili

    Muchas gracias por los comentarios! No saben lo mucho que me alegran. Suerte!

    06/03/10 05:03

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