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Memorias de una Tarde que No Recuerdo

Fue breve, habría estado con mi cigarrillo encendido, quizás estaría en una biblioteca, con mi corazón latiendo más agitado producto del veneno que ingería mi organismo... ahí estaban ellas, esas dos conversando, no puedo saber si sentadas, acostadas o, quizás, erguidas normales, es más no sabré si acaso sus cabellos poseían color, o cual será el timbre de sus voces, pero sé, y estoy seguro de eso, que dialogaron para ellas y para sí mismas. Las veo nítidamente, sus curvas formas negras me están quitando toda atención que pueda prestarle a algo que no sea ellas, sus expresiones, sus tiempos me llaman a contemplarlas, a fijarlas en mi memoria, eso estoy haciendo. Hay una que está manifestando su desgracia ¿acaso tendrá sus sentimientos rotos?, no lo sé, ya es historia; su contraparte le cuenta lo feliz que no estará y como esto le apenará. Parecerán no entenderse, pero lo hicieron, ambas están charlando.
Admito que me aburre haberlas creado así, no sé cómo pueden ser desdichadas sin aún serlo, que suerte que mi cigarrillo se está acabando, saqué otro, ya encendido, para reemplazarlo. Vuelvo a mirar dónde los dibujos se encontraban, ¡ah! cuan repugnancia me suscitan. Arranqué la hoja y no volví a comenzar.
(...)
Bueno, no estaba en una biblioteca precisamente pero sí que había libros, hartos libros en estantes. Y es verdad eso que dije, ellas estaban ahí, conversaban en voz baja para no ser molestadas, hablaban de la femineidad, se ponían al día con sus inocentes chismes o algo así creí entender, sus figuras sensuales, moldeadas por la oscura ropa que llevaban me hipnotizaba, a pesar de eso, parecían animadas y yo un sicópata, me reprendieron con la mirada, comprendí mi error y me fui. Afuera prendí un cigarrillo, el último que me quedaba, eso es todo lo que tengo que decir su señoría.
Krocht05 de abril de 2017

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