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Ansiada Libertad

Encerrada en la habitación, sintiendo el ensordecedor silencio, cada movimiento mío llena la estancia. Las sábanas de la cama de hierro tiradas por el suelo, las grietas en las paredes, los barrotes en las ventanas, la soledad… todo ello me abruma. Desde que apareciste mi vida fue una pesadilla. Desde que me encerraste, una tortura. Y desde que me mordiste… nada. Hace mucho tiempo que mis sentimientos y mi manera de percibir han cambiado. No siento miedo pues nada malo puede ocurrir, tampoco siento furia por la ausencia de libertad. Toco cada arañazo que me produjiste intentando reducir mi espíritu de rebelde sin causa. Siento decirte que no tuviste éxito. No pienses que no dudé de mí, de aguantar, pero soy más fuerte de lo que crees. Puedo parecer frágil, una muñeca de porcelana en tus manos que serían capaces de destrozarme, pero no me voy a dar por vencida, jamás, desiste de una vez. No soy como tú pero puedo vencerte. Veo tu figura recortada por la luz crepuscular. Examinas con cuidado los barrotes para comprobar que no he intentado huir. No soy tonta, ¿sabes? Sé que no escaparé. No me importa. Me miras y sonríes. Mantengo mi rostro inexpresivo. Creo que empiezo a enloquecer y no me importa. Casi puedo ver cómo te hielas, cómo comprendes que ya no eres capaz de dañarme. Reprimo mis ganas de sonreír. Te marchas sin decirme que estás furioso conmigo explicándomelo con golpes. Has perdido el tiempo. Me levanto. Estar tanto tiempo acurrucada hace que me duela todo. Me estiro, camino por toda la habitación. Espero. Cada segundo se hace interminable. La noche cae y transcurre. Lenta, muy lentamente. Siento que puedo tocar las estrellas y la luna con sólo estirar la mano. Falta tan poco… Por fin, la medianoche llega. Un frío glacial me invade, siento un garrampazo que me recorre de arriba abajo. Quiero gritar de dolor. No estaba preparada para el dolor, es más fuerte que tú, pero eso no quiere decir que sea más que yo. Permanezco con la boca cerrada. Me retuerzo, caigo al suelo, cierro las manos en puños. Si nada raro pasara, me habría arañado la piel, sangraría. Pero mi piel es dura como el mármol y palidece. Sé que estás al otro lado de la puerta, esperando a que llegue el amanecer para observar tu obra. Me gustaría reír pero si abro la boca gritaré, y no te daré el gusto. El dolor acaba tan súbitamente como empezó. Permanezco en el suelo, respirando entrecortadamente. Casi puedo ver como mis cabellos son más rojos, mis ojos negros del color de la medianoche, mi piel ahora es blanca y dura. Me paso la lengua por los dientes y los noto. Están allí, a la espera de que les dé la orden de salir y desgarrar. Mis colmillos, pese a estar replegados, son afilados como cuchillas. Prepárate, cruel captor, la máquina más perfecta de matar va a por ti. Voy a por ti.
Ladyblackshadow24 de octubre de 2011

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