Quemas todos mis sentimientos, y acabo derretida como un cubito de hielo fuera del congelador. Pero luego, cuando discutimos, vienes y me hielas. Sabes...no me gustaría morir de hipotermia. Así que ven aquí, abrázame y hazme sentir enormemente gigante, como cuando eras pequeño, te subían a los hombros de alguien y te sentías invencible o como cuando una de las frases favoritas de los niños, era dicha por ti y salvabas a todos. Cogías y gritabas a los cuatro vientos: libro por mí y por todos mis compañeros. Abrázame y que venga acompañado de un te quiero en el momento exacto, ni un segundo más ni uno menos, de esos que te hacen ser enorme. Como los rascacielos.¡Qué digo!. Los rascacielos se quedan atrás.
Aunque al fin y al cabo somos pequeños, como hormigas. Tú y yo. 2 personas. Entre siete mil millones. Nueve ceros para ser precisos. 7.000.000.000 .
Pero no me siento pequeña al lado de todas estas personas. Eres tú la que me hace grande. Y pequeña. ¿Qué me dices de una discusión? De esas discusiones que no nos dejan dormir, que son capaces de encogernos el alma y hacernos sentir hormigas. Quizás una hormiga sea demasiado grande. Pongamos un átomo. Me siento como un jodido átomo. Pero pocas veces me siento pequeña. Porque siempre estás haciéndome grande, como el Buda de Leshan o la torre Eiffel. Pero siempre ha sido injusto hacer comparaciones, así que diré que no hay (ni tienes) comparación.
