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Viviré Valiente por un Día

Y allí me encontré, en la punta del filo, al medio del puente entre la seguridad tentadora de la cobardía, y la estresante y a la ves reconfortante verdad liberadora. Ya no estaba al punto de retroceder ni tenia intención alguna de hacerlo.
Baje del auto de mis padres, estacionado en el aparcamiento de su trabajo, y corrí a toda velocidad al extremo opuesto de donde se hallaba la puerta de entrada al edificio, a modo que mi madre no tuviera ni siquiera la oportunidad para obligarme a entrar. Entre sus miradas se sospecha me adentre a la calle que daba a la plaza principal. No fue hasta que empezó a haber mas transeúntes a mi alrededor que me di cuenta de que inconcientemente mi paso estaba por demás acelerado, y que solo aquellos que corrían tarde a su trabajo, a una hora tan temprana, lograban igualar la velocidad de mi marcha.
Cada tanto, conforme avanza cierto tramo, echaba una ojeada sobre mis hombros, en paranoica sospecha de que mi excéntrica madre se hubiera dado a la tarea de seguirme, sin embargo, cada vez que volteaba solo encontrada miradas de gente tanto joven como anciana que me observaban con extrañes.
No iba a pensar claramente en ello hasta que estuviera subida al colectivo sin posibilidades de flaquear en el intento y echarme a la retirada. Para mi gratitud y alivio eso no sucedió.
Relajé mi paso conforme me acercaba a la parada en que debía esperar al bus.
Antes y mientras este llegaba, me había decidido a llevar algún tipo de presente en disculpa por la hora de mi visita, pero hallar a esa hora un lugar bien surtido abierto era como esperar que mis próximas acciones no sonaran a suicidio, me conforme con un pequeño local que parecía estar bien abastecido de dulces y golosinas.
Sabia que debía llevar para arrancar de su rostro una sonrisa, había prestado mucha atención a sus caprichos, lo conocía muy bien, mucha de mi atención se había concentrado los últimos meses en sus hábitos, gustos y conductas, lo quería además demasiado para que esto me resultara fastidioso, sabia exactamente lo que él hubiera elegido de haber estado junto a mi en esos momentos.
Hice mi elección, la cual consistía en una simple barra de chocolate de una marca popular, pero no favorita, ya que era lo mejor en aquel quiosco, ahora a mi parecer, muy mal abastecido de dulces y golosinas, sin embargo, si era posible calcular ciertas cosas, un estudio habría revelado que esa simple barra estaba impregnada de las mejores intenciones, y el más profundo cariño, desarrollado en los últimos meses. Pero tales cosas no se podían ver con facilidad, así que seguía viéndose como una barra común y corriente de chocolate.
Me plante en la parada, en la eminente espera del colectivo correcto deje pasar el primero, dude un poco en cual era el indicado, pero en un acto de valentía me subí al segundo que pasó, sin darle mucho crédito a las dudas en mi mente.
Sentada en un asiento individual e ignorando las múltiples miradas que atisbaban mi aparente nerviosismo, solté el candado que retenía mis pensamientos y les di rienda suelta para que se precipitaran en mi cabeza. Como era de esperarse esto crispo aun más mis nervios, y hasta la duda o el miedo más pequeñito se sintió poderoso, me dio tanto miedo que traté de distraerme nuevamente atendiendo al camino, buscando reconocer algo que me diera el mero indicio de que mi valentía no había sido en realidad un acto de estupidez al haber errado de bus. Para mi agrado nuevamente, todo cuanto vi dio con que estaba en el transporte correcto.
En ningún momentote me relaje en mi silla, sino era el camino, eran las dudas sobre mis futuros actos lo que me perturbaban. El colectivo llego a la parada indicada y me baje. Una vez allí, parada en la helada calle matutina me concentre más en mis pensamientos que en cualquier otra cosa, mis pasos podan hallar por instinto el camino hacia la casa, sin mucha ayuda o intervención de mi conciencia. Pensé en lo que iba a decir, lo ensayaba y lo repetía mil veces, antelaba cualquier reacción posible en mi cabeza, cuando caí devuelta a la realidad, ya me encontraba en la vereda de tierra que daba a su casa, ya estaba ahí, al menos aria que no fuera en vano. Tome el celular y marque su número de memoria, sin necesidad alguna de buscarlo en el directorio, empezó a llamar. Oía desde la ventana izquierda de la casa, la que correspondía a su habitación, el tono del teléfono celular sonar sin que él se diera a la tarea de despertarse y contestar. Era muy consiente de la hora que era, pero no podía volver en otro momento.
Contesto al fin y su voz sonó tan ronca y cansada como esperaba que fuera, pero aun así la sentí como una dosis desmedida de calmantes para mí. Le indique que estaba abajo y vi su rostro incrédulo asomar por la ventana, esboce una sonrisa cuanto me fue posible ante tanto nerviosismo repentino.
Tardo en bajar, como unos mil años aproximadamente, pero yo no tenía tanto apuro y repetía en voz baja lo que pensaba decir; al final apareció tras la puerta, con el sueño impregnado en su rostro de manera disimulada, y por pocos momentos me dio demasiada pena el haberle levantado, desee ser un ángel para custodiar su sueño sin perderle de vista nunca. Cuando me empezó a hablar, entre saludos y reproches por la hora, mi mente se me quedo en blanco pero esto por alguna razón no logro alterarme lo suficiente.
Me quede perdida mirando su expresión incrédula mientras se preguntaba el por que de mi visita, su cuerpo desabrigado temblaba al rose de la brisa fría y daban ganas de abrazarlo, sus manos entre cruzadas frotaban su cuerpo en un intento de mantenerse caliente. Sin saber como empezar, el nerviosismo invadió mi voz pero no del todo mis pensamientos, y me encontré dando vueltas a su alrededor mientras hablaba, las palabras que tanto había ensayado en mi cabeza no salían con la misma fluidez y tranquilidad. Esto también impidió que expresara todo tal cual lo había planeado, pero igual pudo captar mi mensaje con claridad.
Había derribado de manera precipitada la ultima muralla que protegía mi corazón, en ese momento mi miembro de vida estaba tan acelerado que en ves de escucharse latidos aislados pudo haberse ágilmente confundido con un solo sonido prolongado, estaba totalmente desarmada , en ese momento hasta la cosa mas insignifícate hubiera podido atravesarme como un puñal afilado. Las palabras después de mi silencio final podían ser granadas letales a su merced, sin embargo, después de las mías, ninguna otra palabra se formulo fuera del típico “adiós”.
Como hipnotizada me aleje caminando, viendo de reojo que él aun permanecía atónito siguiendo mis pasos con la visa. Tanta reflección de su parte podía ser tanto buena como mala señal, pero por mi parte me sentía bien, y por primera ves después de tantos meses me sentía libre y ligera, realmente no había nada que pudiera molestarme, nada ni nadie podía sacarme de felicidad.
El camino de vuelta lo pase volando entre la realidad y la fantasía, de camino compre una flor que llamo mi atención y la deposite como símbolo de mi esperanza, reposando en mi escritorio, fresca y radiante durante los días siguientes.
Luego de unos días, sonó el teléfono, se soltó el seguro de la granada, y la flor se marchito.
Lagartija22 de agosto de 2011

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