TusTextos

Un Cortijo Andaluz. Gumersindo El Porquero

Como todas las mañanas el perro del porquero entraba con autoridad y desparpajo al patio del cortijo precediendo a su dueño. Accedía a través de la puerta trasera de una antigua cuadra, cuyo uso había quedado relegado a almacén de suciedad y oasis de porquerías, madriguera de todo tipo de roedores e insectos, y museo arqueológico para una multitud de aperos de labranza olvidados.
Era un animal descomunal, con modales compulsivos y unas fauces más propias de un cocodrilo gigante del Nilo. Se rumoreaba que nunca había atacado a ningún ser humano, pero nadie someramente sapiens se permitía el lujo de no perseguir el misterio de su trote cochinero mientras merodease a su alcance, con opciones matemáticas de sorprenderle. Incluso con su amo presente, imponiéndole cordura con su presencia venerable y sosegada, la mayoría seguíamos de reojo el deambular de ese animal casi mitológico.
Buenos días señores, dijo Gumersindo llegando a la estela difuminada y sobrenatural de su perro. Buenos días tenga usted, contestaron al unísono el maestro cocedor de aceitunas y el almacenero. Después del ineludible saludo siempre quedaba en el rostro del porquero una expresión de niño travieso que estaba a punto de desvelar a su pandilla un fantástico secreto; he visto a escondidas a mi vecina de veinte años, estaba desnuda en la bañera, está muy buena pero algo loca porque se decía a sí misma como una poseída; sigue sigue, así así, mientras el agua rebosaba como hirviendo, y las olas en todas direcciones emitían quejas de espectros lamentándose...
Lanobil24 de diciembre de 2007

Más de Lanobil

Chat