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Cierra los ojos y con los pies en punta se deja alisar por un instante la sangre. Arrodillada al borde de la cama y con los labios abultados, estira la mano sin ganas de ser llevada, simplemente quiere sentir al tacto el extracto de esos dedos. Un rato así, con los de él, en el aire, se tironean pero no se nota. Abre los ojos como si estuviese sola, no mira nada, parece como si se ojease el cuerpo. No mira nada. Lo busca desconfiada, con la mano libre le acaricia como equivocada el tobillo. Todavía no lo quiere besar. La anarquía del intervalo canaliza un soplo donde ninguno se responsabiliza del tiempo. El toma el liderazgo y la trae hasta su boca; queda uno encima del otro, se besan como por primera vez, como hace media hora. Gemidos cortos, atrás las últimas ventanas prendidas, acá… lo más parecido al amor.
Lapecera06 de agosto de 2011

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