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Crónicas de un Insecto.




CRÓNICAS DE UN INSECTO



Todo comenzó en una ciudad cuyo nombre no recuerdo. Por aquel entonces se puede decir

que era un hombre afortunado: tenía una novia con la que pronto me iba a casar, faltaba muy poco para que me empezara a mudar al barrio más lujoso de aquella ciudad, y sólo era cuestión de días que me ascendieran a director de marketing.



Aún no sé cómo ocurrió, pero una mañana, al despertar, me vi envuelto en una extraña situación. Nada más abrir los ojos lo vi todo mil veces más grande. Me intenté levantar y fue como si hubiera engordado. Me miré los brazos y las piernas y me quedé horrorizado.¡Estos últimos habían desaparecido y en su lugar quedaban seis horribles patas.¡Me había convertido en un insecto!



Deseé escapar, correr e irme muy lejos de aquella pesadilla. Pero ¿Qué podía hacer? Tardé cuarenta y cinco minutos en bajar de la cama, debido a los pliegues que, comparados conmigo, que ahora medía cuatro centímetros, eran como enormes montañas de tela.



Cuando llegué al suelo, me pregunté qué podría hacer para salir de ese embrollo. No podía quedarme ahí infinitamente. Decidí llamar, o al menos intentar llamar por teléfono. Trepé por una planta que estaba al lado de mi escritorio. Cuando llegué a lo alto de la planta salté al mueble y, esquivando bolígrafos y papeles, lo crucé hasta llegar al teléfono. En ese momento me di cuenta de que había perdido el tiempo pues era demasiado pequeño para descolgar el auricular.¡Y mi móvil estaba desconectado!



La puerta del balcón estaba abierta, así que volví a bajar por la planta, salí a la terraza y me dejé deslizar por una tubería .Cuando toqué tierra firme, tuve que atender a mil cosas distintas: que no me pisaran, que no me atropellaran, que no me comieran los gatos callejeros. Iba corriendo, mirando hacia todos los lados, buscando un refugio .De pronto vi, al otro lado de la carretera, una casa rodeada de tulipanes.¡Era el sitio perfecto para esconderse! Pero, ¿qué podía hacer para cruzar la carretera sin que me atropellaran?



Estaba al lado de un paso de cebra, sólo tenía que esperar a que el semáforo se pusiera en rojo para los coches. Pero apenas habría cruzado un cuarto de la carretera, cuando el semáforo se puso otra vez en verde.



Mientras pensaba, se acercaron a mí, una señora y su perro. Entonces me vino una brillante idea. Así que me acerqué al perro y me agarré a su largo pelo. Mi idea era quedarme ahí hasta que cruzaran. Como lo había previsto, el semáforo cambió de color y la señora y su perro cruzaron sin problemas. Mi plan había salido a la perfección, o al menos eso creía, porque al llegar a la acera opuesta el perro se paró y se empezó a rascar con tanta fuerza que el muy bruto me tiró al suelo. Menos mal que no me hice daño. Bueno, el caso es que me levanté y corrí a refugiarme entre los tulipanes.



Tardé un buen rato en cruzarlos y cuando lo hice llegué a un pequeño patio. Lo fui cruzando lentamente. De pronto, oí voces y el ruido de unos tacones que se acercaban a mí. Vi un pequeño agujero en la pared, y rápidamente me metí en él. Era como un pequeño túnel lleno de polvo que conducía a un salón muy lujoso. Estaba admirando los muebles, seguramente muy caros, cuando sentí una leve brisa en la espalda. Me di lentamente la vuelta y me quedé de piedra. Un enorme gato estaba sentando detrás de mí y me miraba con malicia. En un abrir y cerrar de ojos me puse a correr lo mas rápido que pude y el gato también.



Estuvimos un buen rato así, hasta que se oyó el ruido de unos zapatos y un niño de unos diez años apareció.

-¿Qué haces Tango?-preguntó al ver a su gato corriendo como un loco.-¿Estás cazando un ratón?

El niño se agachó para ver qué era lo que su gato perseguía con tanto empeño. Cuál fue su sorpresa al ver que el motivo de aquella extraña situación era yo, un simple insecto. Supuse que intentaría aplastarme, pero no fue así. El niño se levantó y salió corriendo de la habitación. Mientras tanto, yo seguía intentando escapar de las afiladas garras del gato. El niño volvió unos segundos más tarde con un tarro de mermelada vacío. Claro, me lo tendría que haber imaginado, se abalanzó sobre mí y me encerró en el bote, que al menos tenía unos agujeritos para que pudiera respirar. Luego levantó el tarro en el aire y lo puso cerca de la ventana para poder verme mejor.

-¡Genial! Ya tengo un tema para mi trabajo: los insectos.-dijo muy satisfecho. Y dicho eso me llevó con él hasta unas escaleras que subió corriendo.



Abrió una puerta y entramos en lo que parecía su habitación, un cuarto pequeño y muy desordenado. Dejó el tarro en su escritorio y se fue, cerrando la puerta de un portazo. Pasaron treinta minutos, empezaba a tener hambre.¿Qué comía un insecto? El niño debió leer mis pensamientos, volvió a entrar dos minutos después con un montón de hojas que depositó dentro del tarro. Supuse que me lo tendría que comer, así que lo probé y resultó estar muy bueno. Me quedé dentro del tarro durante tres días. El lunes me puso en una caja que había adornado con hojas, tierra y flores. El viaje hasta su colegio fue bastante agitado: había muchas curvas. Cuando llegó a la escuela me empezó a enseñar a todo el mundo. Según ellos era un insecto “guay”. Luego sonó el timbre y entró en clase. Ese día los alumnos tenían que enseñar a toda la clase un trabajo sobre cualquier tema: una niña explicó cómo habían vivido los egipcios, otra cómo era la vida de los cantantes antes de ser conocidos, etc. El niño, que se llamaba Marcos, explicó cómo viven los distintos tipos de insectos y, sobre todo, cómo había vivido yo durante estos tres últimos días. Cuando terminó toda la clase le aplaudió.

A la salida, Marcos me depositó en un arbusto del patio de su colegio, donde hoy en día sigo viviendo. Él hace ya mucho que se fue, pero otros niños y otras niñas siguen jugando cada día en el recreo, y los veo crecer día a día. En cuanto a mi vida de hombre, eso ya es pasado: mi novia me dejó, me echaron del trabajo y otro vive en el lujoso barrio. Pero no me importa, ya me he olvidado de todo eso y ahora vivo mejor que nunca. Al fin y al cabo ser un insecto no está mal.

Laprincessadeloscuentos05 de octubre de 2008

1 Comentarios

  • Deathxlove

    Un texto raro, pero interesante,
    Saludos!

    05/10/08 07:10

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