Había tenido un día duro, una semana terrible y un año nefasto.
Levantó el tapón de la bañera y estirada, sentía como con el ir y venir del agua cada cinco segundos, se le enfriaba un nuevo trozito de piel. Cuatro...cinco se le enfriaba un pezon, cuatro...cinco el ombligo cuatro...cinco se le destapaba una oreja. Y así, a golpes de olas rojizas, la vida, se le fue por el sumidero.