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El Viaje de Dalia

El viaje de Dalia

Me llamo Dalia y vivo en las afueras de Damasco &bueno vivía. Todo empezó hace unos dos años:
Era un lunes cualquiera, amaneció el día de un gris tan intenso que casi daba miedo salir a la calle. Mi hermano pequeño estaba jugando en un rellano cercano a casa, mi padre estaba ordeñando las vacas y mi madre preparando la comida; era la rutina diaria&y ¡ qué maravillosa rutina!. Yo por aquel entonces tenía diez años por lo que no hacía gran cosa. Me encontraba jugando con mi vecina Yeth& En fin que era una mañana tranquila, hasta que unos espantosos gritos rompieron esa paz. Era mi madre que nos llamaba muy alterada. Nos dijo que avisáramos a papá y que entráramos en casa, y por su tono, debía tener un motivo muy serio porque mi madre nunca gritaba así que me despedí de Yeth volvimos a casa, sin saber que era la última vez que recorrería ese trayecto. Una vez dentro de casa, cerraron todas las puertas y ventanas y colocaron robustos trozos de madera sobre estas. De repente una intensa luz iluminó gran parte del salón y la figura de Maliha Alysha (famosa reportera Siria) apareció enfrente de nosotros, en el televisor que tantos buenos ratos nos hacía pasar a mi hermano y a mí. Parecía muy alterada y comenzó a decir palabras qué yo no comprendía y que mi padre se esforzó en explicarme con voz temblorosa. Él me contó que había personas muy malas alrededor de nosotros y que nos querían hacer daño y yo sin preguntar más cerré los ojos y me quedé atrapada en un profundo sueño. Al despertar, la televisión ya no estaba encendida y mi padre había desaparecido. Me levanté y vi a mí madre mirando muy nerviosa por la ventana con mi hermano en brazos que, en aquella época ,tenía casi tres años. Pregunté dónde estaba papá y me dijo que había ido a encerrar a las vacas y así era. De repente un gran silencio de unos 10 minutos se apoderó de nosotros y un fuerte sonido lo rompió. Ese sonido quedará permanentemente grabado en mi cabeza y en la de mi hermano porque lo que vino después fue algo que nadie en este mundo puede imaginar, salvo los que vivimos esta situación que os voy a relatar. La casa empezó a temblar y los pilones de madera que sujetaban el tejado cayeron sobre nosotros, los llantos de mi hermano eran cada vez más fuertes al igual que los míos. En el exterior de casa varios gritos en árabe aterrorizaban a mis vecinos, mi madre me decía que me agachase pero un objeto contundente que probablemente fuera una roca, golpeó mi cabeza y caí al suelo.Al despertar me levanté y con un poco de suerte conseguí salir de entre los escombros y cuando me puse en pie el terror me paralizó durante un tiempo que no podría determinar, no sé si fueron minutos u horas, no lo sé&
Había un gran numero de rocas y escombros por todas partes, empecé a gritar llamando a mis padres pero ellos no contestaban, así que empecé a buscarlos y por desgracia los encontré pero no se movían ni respondían a mi llamada, sólo había sangre, mucha sangre&Mi madre estaba tendida en suelo con mi hermano entre los brazos que lloraba sin cesar pero decidí que me ocuparía de él cuando encontrara a mi padre, lo cual no tardó en suceder. Al igual que mi madre, mi padre estaba tendido en el suelo y sangrando por la cabeza. Yo no sabía lo que era la muerte hasta ese día en que mis padres no me respondían&Después de esto la angustia se apoderó de mí, cogí a mí hermano en brazos y salimos del interior de aquel infierno o al menos de lo que quedaba de él. Cuando salimos al exterior pudimos observar otro infierno, pero este más grande ya que había un montón de gente malherida y otra que como mis padres había muerto. Entre ellas estaba mi vecina y gran amiga Yeth con la que horas antes compartía juegos y risas. En ese momento no sabía que hacer& Yo, una niña de diez años y Alay ,mi hermano de casi tres años estábamos completamente solos ante un mundo de terror desconocido para nosotros.
Empecé a pedir ayuda pero nadie me hacía caso, la gente iba buscando a sus familiares desesperadamente pero a lo lejos pude observar como un camión todoterreno se aproximaba hacía nosotros&No sabía si escondernos o ir hacia él&algo me decía en mi interior que era la única opción de salir de ese infierno.
Ese gran vehículo llevaba una cruz roja en su parte lateral por lo que supe que era buena señal porque mi madre guardaba las medicinas que curaban todo en un armario con una cruz igual que esa y eso me tranquilizó un poco. Me senté en el suelo y esperé llorando, llorando de rabia y de miedo.
Cuando llegó el coche, bueno mejor dicho al aproximarse a mí ví que era un camión, bajaron de ahí como unas veinticinco personas que por sus rasgos parecían todas ellas europeas. Una vez mi padre nos enseño unas fotos de unos amigos europeos, que nunca conocimos y sus rasgos eran similares. Pasaron delante nuestro y una joven, que después sabría que era italiana, de cabellos dorados y ojos marrones se acercó y nos preguntó que había pasado.Yo le conté con voz temblorosa y llorando sin cesar lo sucedido y también que nuestros padres habían muerto. Al escuchar estas palabras se le llenaron los ojos de lágrimas y nos dijo que la acompañásemos. Supe al ver esos ojos que esa joven comprendía, aunque sólo fuera un poco, mi dolor. Nos montó en el gran camión y nos llevó junto a un grupo de gente que estaba en las misma condiciones que nosotros, sanos y salvos, pero lo más triste y lo más duro, sin casa y sin familia. Nunca más supe de ella, pero fue un regalo del cielo en forma de ser compasivo y humano .En aquel nuevo grupo, del que ya formábamos parte, se encontraba un señor mayor, una mujer que me recordó a mi madre por sus manos y sus arrugas, un joven estudiante, una joven embarazada y una niña que también me recordaba a Yeth (había unas 45 personas más pero no consigo recordar a todas). Mi hermano y yo nos sentamos junto al señor mayor, quizá buscando un poco de protección y él sin decir nada nos ofreció un poco de agua que aceptamos y por cortesía y educación le dimos las gracias, tal y como mi madre siempre nos decía. Allí de nuevo volví a sentir esa inmensa soledad que sólo quien ha perdido a un ser querido comprende. Nos contó que había perdido a su mujer y a sus dos hijos con sus nietos esa mañana y nosotros le contamos nuestra historia que no era ni más ni menos que la de todos que allí nos encontrábamos y él se ofreció a cuidar de nosotros, quizá buscando suplir en cierto modo lo que acababa de perder. Mi madre siempre nos decía que no habláramos con desconocidos pero este hombre parecía de ojos sinceros y estaba pasando por lo mismo que nosotros. Entre mí le dije a mi madre que no podía seguir sin ayuda y que sentía mucho si no hacía lo que ella me enseñó.
Cuando ya llevábamos unas cuantas horas en este sitio, que ahora conozco que era un campo improvisado de refugiados, se nos acercó un hombre en perfectas condiciones y bien vestido y nos preguntó si queríamos salir del país, todo el grupo respondió que sí& todos menos yo. No podía saber por aquel entonces que era la única opción, tenía miedo, pánico&pero no teníamos a nadie más de familia en el país, ya que el reto emigró hace años y creo que fue a Europa&Dudé pero me deje llevar por los consejos del señor mayor (con el tiempo supe su nombre, David).
Al hombre bien vestido, al que yo siempre he llamado pincel, se le iluminó el rostro, nos dijo que tendríamos que pagar 25 libras por persona y dije que no contaran con mi hermano y conmigo porque no teníamos dinero. David dijo que pagaría por nosotros pero yo insistía en no querer salir del país y el me contestó que era lo mejor y repitió las mismas palabras que mi padre nos dijo. Hay gente muy mala alrededor nuestro y que nos quieren hacer daño, lo que nunca me explicaron ni mi padre ni David es porqué.
Pasaron los días, teníamos comida y bebida que alguien se encargaba de repartir a diario mientras decidían que hacer con nosotros para reubicarnos en varios campos más de refugiados. El señor pincel, nos había hecho prometer que no comunicásemos a los encargados del campo nuestra decisión& y llegó el momento en el que nos metieron en una barca a las 50 personas, a mi edad todo era desconocido y simplemente decidí seguir al resto, había empezado a creer que mi vida carecía de valor y todo me daba igual, todo salvo mi hermano que era mi responsabilidad. Esa noche sin hacer ruido, cogí a mi hermano tapándolo con la manta que nos dejaban allí y nos adentramos mar a dentro en la oscura noche. Empezó a hacer frío y no sabíamos que hacer.Todo olía mal y tuve el presentimiento de ser el final&A lo lejos vimos un gran barco que parecía como los que veíamos en las películas de Disney y todos empezamos a remar hacía él hasta que lo alcanzamos. El capitán del braco salió y por un momento pensamos que iba a seguir rumbo a su destino ignorándonos, pero al contrario, nos preguntó cómo nos encontrábamos y casi al unísono pedimos a gritos su ayuda. Entonces nos dijo que esperásemos y unos minutos después nos tiro una cuerda. Empezamos a subir y una vez dentro nos dieron comida, ropa seca y un lugar caliente para dormir. Aunque eran las bodegas del barco, creo que a todos nos parecía un palacio& Después de comer lo que nos dieron, tuve ganas de ir al servicio, así que dejé a mi hermano con David y fui en busca del baño. Cuando lo encontré salió de el una niña de mi edad ,de cabello moreno y ojos azules que desde luego, debía viajar en el barco, por su aspecto limpio y elegante. No sé si por lastima o porqué, pero me saludó y me preguntó mi nombre. Le respondí que Dalia y alargando la mano a modo de saludo como los adultos, dijo que era Cecilia. Empezamos a hablar, y aunque lo hacíamos en inglés, nos entendimos muy bien ya que no era el idioma nativo de ninguna de nosotras, y sin darme cuenta parecía que estaba hablando con una amiga de toda la vida, creo que a esto lo llaman conectar . Le conté todo lo que había pasado entre llantos y sollozos y ella se limitó a llorar conmigo y a abrazarme. De repente dijo que tenía una idea, que su padre era un importante marinero y que si le escribíamos una carta al presidente de Grecia a lo mejor podrían hacer algo.
Y así lo hicimos, consiguió papel y lápiz y le escribimos una carta en la que Cecilia decía que era la hija de Fernando García, el importante capitán naviero, y también decía que se habían encontrado un barco con refugiados en el mar Mediterráneo y que por favor que no los mandara de vuelta a Siria porque están en una situación muy crítica. Contó mi historia y la de David y me prometió que cuando llegaran a Grecia mandaría la carta urgente.
A continuación me despedí de Cecilia y volví con los demás. Volví con una sensación diferente. Mi vida empezaba de nuevo a valer algo para alguien. Al llegar observé a David hablando con una mujer mayor probablemente de su edad y con mi hermano en brazos me acerqué, aunque no llegué a tiempo a ver de que hablaban..
Le pregunté quien era esa mujer y el me respondió que una señora que se llamaba Kate. Era americana pero que vivía en Grecia y había bajado a las bodegas para ayudar con el reparto de comida.
Al día siguiente llegamos a Grecia y teníamos que registrarnos como refugiados y mi hermano y yo nos registramos como los nietos de David ya que necesitábamos un adulto. Teníamos que permanecer a la espera de ver si nos repatriaban&.Confiaba en que Cecilia hubiera enviado la carta y nos aceptasen en el país.
Pasaron los días y David se reencontró con Kate. Bueno más que un reencuentro fue una búsqueda de ella hacia nosotros. Traía una carta certificada en la que gracias a la carta de una niña, se nos autorizaba a permanecer en el país. Nos aceptó en su casa y así fue como con el paso del tiempo nos convertimos en una gran familia: Kate y David eran como nuestros abuelos, esos que nunca conocimos en la vida anterior y que las circunstancias hicieron que nuestros caminos se cruzasen. Vivíamos en una casa a orillas del mar mediterráneo. David encontró trabajo y mi hermano y yo pudimos asistir a la escuela.
Que ahora tenga una nueva familia no significa que me haya olvidado de la anterior. Mis padres son los que me dieron la vida y con ellos debería seguir pero una maldita guerra se encargó de que no fuera así.
Antes de despedirme me gustaría decir que nosotros pudimos sobrevivir gracias a la ayuda de Cecilia, a su padre y a toda la tripulación de aquel crucero. Pero ellos sólo ayudaron a una pequeña parte de Siria. Yo no pierdo la confianza en que si hay gente tan bondadosa como ellos, podamos acabar con el sufrimiento en Siria y en el resto del mundo. Si toda la gente buena que hay se uniera, conseguiríamos parar el terror por el que tuvimos que pasar mi hermano y yo.
Bueno aquí acaba mi viaje y recordad: que no pase aquí no significa que no esté pasando. No miréis hacia otro lado.
Lauraalcaine25 de junio de 2016

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