Los Anhelos Perdidos
LOS ANHELOS PERDIDOS
Recuerdo vívidamente las visiones de mis primeros sueños. Tiempos en los que lo morboso y terrorífico me apasionaban.
Ahora, años después, envuelto por las densas sombras de la imaginación, los monstruos de la razón me siguen acosando.
A veces me siento cabalgar sobre la escuálida osamenta de un ave gigantesca, surcando los oscuros y tormentosos cielos.
Y aunque ya no puedo nadar hacía la luna, ni escalar las nubes que se alzan desafiantes, sucumbo a menudo al anhelo de los felices tiempos pasados.
Estoy en medio del crepúsculo. Ah! El crepúsculo y cuánta belleza encerrada en tan escaso cromatismo.
Nada hay en la variedad sino la segura existencia de lo horrible y grotesco.
Todo resulta ridículo cuando ampliamos el objetivo.
Algunos han nacido para la noche eterna. Yo creí ser uno de ellos, pero al final fui engullido sin piedad por sus mágicos efluvios.
Hoy, mucho tiempo después, aún persigo el camino que creo que me llevará, de forma inmediata e inexorable, al palacio de la sabiduría.
Me convertí en ateo, pero en ese proceso, mi egoísmo se diluyó en el suero de la empatía. Ahora solamente me reconfortan las memorias de los dias de vino y rosas, anhelos de tiempos pretéritos y perdidos.