TusTextos

Acompañada de Los Remordimientos...

Se acercó a mí poco a poco, dirigiendo sus manos hacia mi cintura, donde descansarían segundos más tarde. Me miró fijamente a los ojos y entonces nuestros labios se encontraron. Retrocedí, un impulso involuntario provocado por la sorpresa, pero volví sobre mis pasos y me situé a la misma distancia que antes, a menos de un palmo de él. Volvió a intentar besarme lentamente, y no pude evitar separarme de él.

El alcohol ya había empezado a hacer efecto en mí, me sentía como en otro mundo, como si estuviera viendo lo que pasaba en mi vida, pero desde otra perspectiva, otro punto de vista, pero en el fondo algo dentro de mi no quería que esas dos personas se besaran.

-¿Sabes qué?-me dijo- me gustas desde hace tiempo-una sacudida azotó mi cuerpo, como un pequeño calambre que recorre tu cuerpo de arriba a abajo-¿no te habías dado cuenta?
-No-Mentí, tal vez por timidez, o quizá por no querer aceptarlo-no lo sabía.
-Si no quieres…-me dijo, intentando ponerse serio, concentrarse en lo que decía, aunque no hacía más que mirarme a los ojos, y yo sabía lo que eso significaba.

Me mordí el labio.
Le miré a los ojos, esos ojos negros que tanto me llamaban la atención, pero ahora se habían tornado de un color distinto, aunque quizá fuera por ese brillo que mostraban. Los dos últimos años de mi vida pasaban fugaces por mis ojos. Desde el mismo momento en que lo conocí hasta hoy. Vi cada día, cada segundo a su lado, cada abrazo, cada beso en mi mejilla, que hasta entonces solo había sido eso, un simple beso.
Pero ahora lo miraba y no veía lo mismo que antes, toda la serenidad y la confianza habían desaparecido y en su lugar había dudas, un inmenso mar de dudas, y no sabía que camino elegir.

Rozó mi rostro en una especie de caricia, y me apartó el pelo de la cara. El roce de su mano con mi rostro me hizo volver a la realidad, y no pude evitarlo.
Le sonreí, una sonrisa tímida, y a la vez decidida. Quien no apuesta, no gana, ¿no? Quizá podría funcionar, y no perdía nada intentándolo.

Entonces fue cuando nuestros labios se rozaron suavemente. Se unieron en un tierno beso, y todo lo demás desapareció. Fue un momento mágico, pero no como en los cuentos de hadas, en los cuales todo es perfecto. Hubo momentos de incertidumbre en los que las dudas regresaban, y otros, en los que lo tenía todo claro.
Lo siguiente que recuerdo es que me separé de él, como si ya fuera una costumbre, y marché hacia la barra de la discoteca, en la cual me pedí otro cubata. Él se quedó quieto, apoyado en la mesa, tal cual le había dejado. Mirando al suelo, pensando qué había hecho mal. Lo reconozco, la culpa no fue suya. Tuve que elegir una opción y lo hice sabiendo las consecuencias, yo era la que había decidido que esto no era buena idea.

Me terminé la bebida y me marché, sin ni siquiera despedirme de él. Le dirigí una rápida mirada, y le vi allí, alzando los ojos hacia mí y volviendo a dirigirlos hacia el suelo, sin saber cómo reaccionaría. En ese momento me sentí la persona más ruin que conocía, y no pude hacer más que salir tras la puerta y regresar a casa, acompañada de los remordimientos.
Leahphantom10 de noviembre de 2011

Más de Leahphantom

Chat