Ella era una más. Hablaba siempre de historias bonitas. Confiaba en que el mundo estaba hecho para ella, aunque a veces le diera la espalda. Estaba sola, pero sabía estarlo. Era de esas personas que por la noche acarician sensualmente la pared en busca del interruptor de la luz. Cantaba en la ducha. Se pintaba los labios y daba un portazo al salir de casa. Pedía un deseo siempre que veía una estrella fugaz, aunque tuviera la certeza de que no se cumpliría. Miraba al cielo y pensaba en sus cosas; se imaginaba historias que no le pasarían nunca. Le encantaba escuchar el sonido de las olas romper y se le escapaba medio suspiro cada vez que se le venia a la mente algún recuerdo. Le ardía la conciencia cuando hacia algo mal y siempre decía que estaba bien. Saltaba de adoquín en adoquín. Bailaba como si fuese su ultima noche. Se quedaba en babia y le temblaban las piernas cuando se equivocaba. Lloraba y pensaba en cosas tristes para terminar de desahogarse; pero cuando sonreía, lo hacía como si fuese su única opción.
Ella era una más, pero de alguna forma, no lo era.
