La lluvia crece en esta silenciosa noche, las luces artificiales alumbran a un caracol que va derrotado hacía su hogar, la oscuridad baila con el viento y las calles lloran su soledad.
Los instantes se hacen eternos, cuando el silencio detiene el tiempo, cuando salimos de nuestro cuerpo a correr montañas, a nadar en ríos congelados y a escalar nuestra risa, para caer y despertar en nuestra almohada, recordando el insomnio que recorre tus pensamientos en los ligeros movimientos que se van conectando con las sombras de la noche.
El espacio duerme en movimiento en forma de feto, revelando nuevos sentimientos que obtendrá el humano. Cansado y lleno de angustia, el universo se sumerge en el océano y queda flotando en la superficie, contemplando el suave cantar de la luz de la luna, convirtiéndose en la primera mancha de alba del último amanecer que tendrá la tierra.
Las horas pasan y mi cuerpo cicatriza con la ligera lluvia que cae, la verdad se vuelve relativa con cada parpadeo, mi rostro se vuelve en neblina que comienza a borrar cada sentimiento de tristeza que atesora mi cuerpo.
Millones de moscas salen de mi boca y se ubican en mi cuerpo desnudo, formando un traje elegante, y volando me trasladan a un precipicio donde comienzo a sentir la voz del creador de todo lo conocido y por conocer, vociferando:
-! Bien aventurado quien sangra en silencio y pinta el tiempo con su reflejo ¡
La noche finaliza absorbida por nuestra piel, quemando el sueño y dando paso a un sol hecho de espejo, donde nos veremos reflejados para siempre, en la distancia que azota el desconocido destino, que trajo esta noche ante mí, el sonido y el sabor que tendrá el apocalipsis de este mundo.
