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Perdí El Control. “a Solas Contra El Mundo” (segunda Parte)

Ahora que el telón se cierra y la alegría huyó, la mala suerte viene a entregarme un ramo de flores, por mi pésima actuación. Las sonrisas las bajan las lágrimas aladas, que se despiden en mi mentón y se lanzan al vacío en un suicidio masivo.

El cielo me observa seriamente y callado sin ninguna palabra de aliento, lentamente voy cerrando los ojos, hasta sentir un ruido espantoso. Era el destino que venía llorando con las manos en su cabeza, me abraza fuertemente poniendo su cabeza en mi hombro, podía sentir el temporal que se avecinaba. No me dijo nada, solo me miró fijamente con sus ojos transparentes y desapareció al ritmo de un fuerte viento que traspasó mi aliento. En ese momento comprendí, que mis labios se volverían en las fronteras, que las distancias serian inquebrantables el día de hoy, que las luces suspirarían con nostalgia y que esta noche sería la más fría de toda mi vida.

Entonces mi mirada se perdió, en la conglomeración de gente, que desaparecía con el cantar de los truenos y las nubes negras se asomaban con sus rostros, que solo te hacen desear correr a toda velocidad hacía el fin del mundo. Pero no, voy flotando detrás de mí, por el pasillo de la soledad, donde sarcásticamente está lleno de ruidos que provocan ese miedo que exprime tu corazón y lo suelta al instante. Al entrar, corro a toda velocidad observando las pinturas antiguas del rostro humano de la luna, al final se ve un tren que viene directo hacía mí y con toda mi fuerza me estrello con él, transportándome a un lugar con luces muy tenues y lleno de charcos pequeños, con peces en forma de ojos. Entendí que estaba en el segundo paso, las lágrimas. Me sumergí en el charco más angosto, el agua era más espesa de lo normal y lo habitaban lleno de peces, pulpos, tiburones, etc. Todos en forma de ojo, algunos te observan con miedo otros con odio, pero ninguno con compasión. Comencé a nadar hacía una luz blanca radiante, que estaba al fondo, se escuchaba el quejido de personas ligeramente, hasta que solo se escuchó una brisa de viento. Cuando me di cuenta estaba en un campo verde gigante, con un cielo nublado, lleno de vegetación y árboles otoñales. A lo lejos venía un hombro muy bien vestido, todo de negro, pero por más que lo intentaba no conseguí verle la cara. Comencé a camina rápidamente para alejarme de él, pero corrió hasta atraparme, me saludo con su mano y dijo unas palabras irrepetibles, que si te las dijera se te rebelarían todos tus secretos en el espacio tiempo. Mi piel se tornó blanca y camine hasta el monte más alto (el hombre de negro se aproximaba lentamente detrás de mí). Desde lo alto, se veía un río separando personas, cuando ellas intentaban meterse al río para cruzar, ellos se hundían como arena movediza. Indignado corrí para intentar salvar a un pequeño de 3 años, cuando me lance, el hombre de negro me tomo por el cuello pude verle la cara, tenía forma de un toro, color bermellón, sus manos ya no eran humanas, eran de dedos largos con el mismo color de su rostro, pero seguía manteniendo el traje y mientras pasaban los segundos me allegaba más y más a su cara, entonces cuando faltaban centímetros para tocarnos, me soltó, apuntó a las personas y me di cuenta que eran solo maniquís que se movían y repetían lo mismo una y otra vez. Y sabiamente dijo estas palabras:


Lezkizofrenia11 de mayo de 2014

1 Comentarios

  • Superandoloimposible

    Uaaa que buen texto. Me ha dejado toda la intriga de las palabras que decía. Me ha encantado. Muy buena prosa ;)

    11/05/14 01:05

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