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La Soledad

La cruz del sur no ilumino nunca el sendero del peón, que acorralado por el miedo suplicó perdón. La lluvia caía y ahí su jugo de fresa pintaba el día con una tensa agonía. No pudo contemplar el sol, ya no más. Tambaleaba, quizás, sobre una nube color café. Con la sonrisa impregnada bajo su llanto, tal vez, podría acariciar las estrellas del edén. Sin embargo, el mundo era eso incomprensible, casi inaudito, completamente descolorido. Lo verde, rodeado de aire, sin alma y sin canción, conjunto perfecto para la destrucción. No termina ahí la agonía del amanecer, ya que hay siempre algún ser próximo a nacer. Así entonces, la soledad se recrea siempre en una burbuja de poder.

El invierno se acerca, amor mío. Dame calor. Triste, tal vez, es mi historia. En un refugio color piel, dónde solo habrá vida después de perecer. Deshielo divino, llename de libertad. Las olas rompen y no sufro la ira aunque estés durmiendo bajo otro cielo, aquel que no puedo romper. Es entonces, el sonido de ser fugaz, como un canto de sirena o la punta de un pincel. Lo nuevo de la lluvia es, su incomprensible poder, que limpia el alma por un nuevo amanecer.

La soledad es muda, casi invisible. Se esconde tras los ojos de un recién nacido o en un té de jengibre, envenenado de amor. No es, entonces, una melodía triste sino un gran manto de vida después del desarme. Es un mundo nuevo, quizás, del que nunca despertemos.
Lf1030 de marzo de 2016

1 Comentarios

  • Luisjose

    Lf10 !!! : ) La soledad siempre duele ... realmente es como dices, un mundo! tan invisible, como puede ser tan real. Saludos!!!

    Luis J. Cabrè!

    31/03/16 01:03

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