Minúscula. Colocada justo en el lugar preciso. Dos centímetros debajo del último hueso de mi espalda. Justo donde tu boca dejó el primero de tantos besos regalados.
Casi imperceptible pero extremadamente profunda. Tiene la forma de un infinito deshecho o tal vez de una S, puede que hasta pensaras en dejarme tu inicial.
Al amanecer a veces la observo, y la bordeo con mi meñique, tal como lo hacías tú después de cada noche juntos.
No volviste, y dejaste tu cicatriz como tu ofrenda de paz o es sólo un recordatorio de ti, pensaste que así tal vez, sólo tal vez, dolerías menos. Olvidaste que olvido rápido, y ese tipo de detalles solo me traen otras tantas marcas.
Como un sello en mí, no se quita, indeleble, invisible y eterno, pero aún así, nítida para mis azulados ojos, que tristes, reconocen tu caligrafía a la perfección. La grabaste con la misma letra, alborotada y descuidada con la que, desde hace más de un año no escribes para mí.
¡Piedra libre por ti! ¡Descubrí que siempre te voy a llevar en mí!
¿Mi punto débil? Pues creo que es fácil adivinar, al sur... dos centímetros por debajo del último hueso de mi espalda.
