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El Pensamiento de Sofía


!Que calor hace!- comentó Pedro.-Pareciera que estamos en la superficie solar-

En realidad tenía razón. Era uno de esos días en los que uno recuerda que es el fenómeno del niño. Ese niño rebelde y caprichoso que nos cambia la vida con su clima, y que nosotros nos hemos encargado de alimentar.

Sofía estaba a su lado. Miraba al cielo buscando figurillas que se formaran en los cúmulos de nubes.

Aquella parece un león- le susurro a Pedro- y aquel parece un alce, mira cómo se envuelven sus larguísimos cuernos hasta tocar casi la luna.

Pero la luna no se ve ¿Cómo sabes que está ahí?- musitó Pedro

No todo lo que existe se tiene que ver, las cosas más grandes y maravillosas son en veces imperceptibles al ojo humano-dijo ella como una madre que enseña cosas importantes a su hijo.

Entonces, la luna dices…. ¿es una de esas maravillas que no podemos observar durante el día, por eso mismo, porque es grandiosa y maravillosa?- dijo él

Era claro que Pedro solo quería darle un achaque a Sofía, preguntándole cosas que a ningún lado llevarían. Aun así, ella le contestó.

Mira, pequeño inquisidor. A lo que me refiero es que hay que abrir los ojos.

¿Cómo abrir los ojos?- murmuró con halo de incredulidad

Tú y yo nos podemos ver por qué nuestros ojos así lo permiten. Observamos el mundo con todos sus colores, texturas y hacemos una idea de donde estamos por medio de esa visión. Sabemos que la flor es hermosa por sus colores vivos, que los bebés son adorables porque percibimos sus grandes cachetes que nos dan ganas de agarrar y pellizcar como si fueran un algodón de azúcar.

Me he enamorado de ti, porque te pude ver. Esos hombros anchos y fuertes como una muralla, que me pueden proteger de cualquier peligro. Esos ojos que destilan honradez, calidez y masculinidad en cada mirada que dan.

Estos ojos me hacen que este extasiada de vivir en este mundo tan hermoso. Con sus bemoles, sí, pero igualmente hermoso.

Pero me enamorado de ti y del mundo, si por lo que veo con mis ojos, pero he podido ir más allá. Hay más en ti y en todo lo que me rodea, si no me permitiera verlo, sería como beber agua sin que esta me quitara la sed. Lo que observo es hermoso, pero es aún más bello lo que no se ve. En eso radica el abrir los ojos, en ver más allá de lo que nuestras ventanas al mundo nos muestran.

Eso es a lo que me refiero.

Pedro, escuchaba atentamente, y meditaba sobre esto. No comprendía mucho de lo que ella hablaba, probablemente por su misma forma de ser.

Era un ser vigoroso, que se había formado en un ambiente rústico, donde el más apto sobrevivía y sobresalía de los demás, para dejar de ser uno más del montón. Toda su vida había corrido tras el pan de cada día, ese al que a veces llegaba y en otras ocasiones no. Tuvo que enfrentar a la vida, y la vida muchas veces se enfrentó a él. Se le hacía difícil comprender, aunque escuchara todo eso, ya que era parte de un mundo que había sido ajeno al suyo.

Aun así escucho. Sofía era su nueva realidad. Ella era lo tangible en este nuevo mundo. Esos ojos tan dulces como la miel, eran la prueba de que había llegado a un destino distinto al que conoció. La voz casi tan sublime como la de un ángel, hacía que soñara, y que terminará yendo a donde ella quisiera. Era un esclavo tácito de Sofía.

Ella lo sabía, y disfrutaba de esto. No de la manera en la que un súper villano de película se saborearía el masacrar a un tercio de la población mundial. No, no era así; pero aún quedaba ese buen sabor en ella, del saber que era suyo, y que tenía a alguien que pudiera decir que la amaba por lo que era y significaba.

Reflexionaron y juguetearon un buen rato, con los rayos del sol como testigos. Parecían dos pajarillos que danzaban en el aire, sintiendo el frescor en sus pechos y disfrutando de la vida.

Ellos eran dos, cuando en realidad eran uno.
Luiscasas04 de abril de 2016

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