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En El Mundo Solo Estaba él


No sabía hacia donde correr. Miraba hacia todos lados y no encontraba a nadie ni nada conocido. Estaba perdido. Solía caminar por estas calles y siempre encontraba a alguien a quien saludar, decirle holas que podrían durar más de una hora, ya que mutaban en los últimos chismes del barrio; pero ahora nada, ni un alma se dignaba a suspirar sobre el pavimento esta mañana.

Era lunes y el sol apenas acababa de despuntar. Los pájaros se arremolinaban sobre los cables de la luz, casi como si estuvieran en una fila esperando un turno para entonar su bello canto.

Los chontes (cenzontles), canturreaban todos los sonidos que escuchaban de su ambiente. Con mucha gracia y poca sabiduría, imitaban el sonido de los chanates (esos pájaros parientes de los cuervos, pero sin más utilidad que en su cantidad), mientras que éstos perseguían escarabajos y gusanos que vivían en la maleza de los jardines y parques. Los pajarillos llamados “revolucionarios”, jugueteaban entre ellos con una gracia propia de un ser vivo que no posee preocupaciones y que vive según dicta su naturaleza.

Los charcos de agua dejados por la lluvia intensa que azotó en la noche, lucían tristes, con su color marrón chocolate y la lama verde vistiendo la superficie. Las plantas parecían huérfanas del mundo, dejadas atrás por los seres que a diario las contemplaban y hasta en veces las pisaban.

Era la soledad en toda su expresión.

La madre de este ser abandonado en la soledad, hacía treinta y dos años que lo había llamado Perfecto, no tanto en la práctica, pero si en el nombre. Ella solía decir que lo había llamado así ya que pensaba que era el “ser perfecto” que vendría a darle un giro positivo a su existencia. No había sucedido eso. Y se encargó de vengarse, haciendo que su pecado lo pagará con creces.

Desde que nació y durante toda su vida, solo había nadado entre la sin sazón del no ser querido, conociendo sin velos, el lado gris que un mundo le puede ofrecer a un ser humano.

Era una mujer que al parirlo no estaba preparada para llevar una responsabilidad de esta magnitud a sus espaldas. El destino le había dejado un contrapeso, que siempre rechazaría.

Cada vez que se sentía sola y miserable, miraba al cielo reclamando a Dios este niño, que nada sentía que llevará de “perfecto”, sino todo lo contrario, lo veía como el castigo a la manzana del jardín del edén que nunca debió de comer; bueno, tan siquiera no sin protección.

Creció sintiendo esto sobre sus sienes. Sin embargo, se ilusionaba con el día que su madre le demostrara lo mucho que lo amaba, y que comulgara con aquel nombre que había elegido en un momento de gracia. Soñó al esperar, y el estar sentado causó que su trasero se ampollara; el tiempo pasó y esto jamás llegó.

De su padre….que podemos decir. El callar en veces es mejor. Hay figuras paternales que no existen, y dejan el vacío en un suceso biológico que se les salió de las manos. La suerte se echó a volar, y la ausencia fue su representante en este juego del deseo de una ocasión.

Aun así, con su vida imperfecta, creció lo más cercano que se pueda a ser feliz. La vida le hizo un campo al lado de su brazo y le tendió la mano cuando lo necesito. Las oportunidades le sonrieron y logró ser un ser que casi pudo hacerle honor a su nombre.

Se dedicaba a los bienes raíces. Remataba casas que se resistían a ser habitadas. En este nicho de mercado vio florecer un negocio fructífero. La gente lo llamaba “el señor Midas”, haciendo alusión al rey que convertía todo en oro, ya que las casas que pasaban por su catálogo, eran casi seguro en la mayor brevedad, futuros hogares con niños sonriendo y vagueando por todos lados, madres contentas haciendo de cenar y hombres orgullosos de ser ese “yo” proveedor que siempre les dijeron que debían ser.

En los amores se podría decir que también era exitoso, aunque sólo probó su maestría en el amor con una mujer, con la que sostuvo dos años de noviazgo y con la que se casó. Perfecto era casi perfecto en todos los aspectos.

Ese día en especial era extraño. No sabía qué era lo que pasaba. Se sentía solo, y literalmente lo estaba. Pensó por un momento en que estaba dormido, y sin chistar se dio un fuerte pellizco a sí mismo para despertar. Lo único que logro con esto fue un agudo dolor que rozó en los huesos y que repercutió en su alma.

Parecía una de esas películas fantásticas que rayan en el terror, en donde pasan cosas absurdas para la mente humana, y que en ese mismo absurdo radica un gran horror.

Se volvió hacia todos lados y su cabeza empezó a dolerle de tanto que giraba. Una sensación extraña empezó a subir por todo su cuerpo. Los dedos de los pies sintieron un frío espeso, que pronto se propagó como un fuego por todo su cuerpo. Era un sentir gélido que bien se podría comparar con un terremoto.

Su cuerpo de metro ochenta y cuatro, musculoso y bien definido, empezó a temblar como una grada de estadio en pleno partido de fútbol, después de que el equipo local anotó el gol de la victoria.

Los pensamientos pasaron a segundo plano y su cuerpo se convirtió en dueño y señor de su vida. Sabía que esto se llamaba ansiedad. Hacía varios meses había estado leyendo un libro sobre salud mental, y ahí se mencionaba lo que era este sentimiento y las características que acompañan este. Aún conociendo al enemigo no pudo controlarlo.

Por un lapso considerable pareció un ente muy alejado de su ser.

Cuando pudo conectar las neuronas con los músculos, empezó a correr. No sabía a dónde ni porqué, pero corrió desaforadamente, tan rápido como Usain Bolt y con tanta consistencia como un corredor Etíope de media maratón.

-¡Esto es una mierda, estoy teniendo una pesadilla y no puedo salir!- pensó por un momento.

-¿Será que el gesto de repulsión que le presente al brujo de Catemaco se me ha regresado con un mal de ojo?- empezó a temblar al tener esta sospecha.

Lo que él consideraba como un mal sueño fue transformándose en algo surrealista. Los lugares que conocía muy bien, tanto como la palma de su mano, empezaron a serle taciturnamente extraños. Sabía que el parque al que algunos días a la semana iba a correr, “era el parque al que algunos días iba a correr”, pero algo dentro de sus profundidades desazonaba con esto.

Recordó el caso de un chico con amnesia que vio en una serie gringa de televisión, donde el muchacho había perdido la memoria por un brutal golpe que recibió en un accidente automovilístico, donde el personaje por más que sabía que una cosa era una cosa, no sabía en realidad cuál era su esencia. Esto que le pasaba a él y que relacionaba con el personaje de la serie televisiva, era, llegó a pensar, como si las cosas se hubieran desprendido de eso único que los hacía ser ese objeto, animal o planta.

Por un momento sintió como si estuviera extraviado en el limbo más aterrador y lejano a nuestra realidad.

Recordó que alguna vez escuchó, que cuando alguien vivía un sueño tan desenfadado de cordura como este, el rezar dos padres nuestros y tres aves María, se convertían en un arma efectiva para la sinrazón que se estaba viviendo.
Teniendo esto en cuenta, comenzó con todas sus fuerzas a orar. Su lado espiritual que estaba guardado y empolvado en el fondo de su ser, empezó a bañarse con nuevos bríos, y su voz se elevó por los cielos.

Después de hacer esto….espero.

No sucedió nada.

– ¡Que pasa maldita sea, por Dios, que broma cósmica se me está jugando y, ni con un llamado al ser celestial, puedo salir de este mal chiste en el que he caído!- gritó hacia sus adentros con furia.

-¡Como hubiera querido poder hacer tantas cosas, si alguien me hubiera prevenido de que me iba a perder en la dimensión desconocida, no hubiera quedado nada pendiente en mi vida!-se dijo así mismo con la amargura haciéndole un nudo en la garganta.

Poco a poco su ansiedad casi convulsiva, se transformó en un yunque tan pesado que ya no le dejaba caminar.


Sus ojos se tornaron rojos, pareciendo que la sangre quería salir huyendo de este ser maldito; a la vez que unas gotas gordas empezaron a hacer una represa en el suelo en el que estaba parado. La desesperanza se empezó a adueñar de él. Las lágrimas que antes eran de desesperación, ahora eran de tristeza y desesperanza

Se acostó en el pavimento de una avenida anteriormente sobrepoblada de automotores. Volteo al cielo, y le regalo a este una mirada de reconciliación. Buscaba un ángel que pudiera ser su mensajero, uno que le pudiera mencionar al padre celestial que estaba arrepentido de lo que hubiera hecho, y que con una súplica de parte suya, le perdonara el estar viviendo esta terrible realidad.

Un retortijón le removió la barriga, torciendo una tripa. El sabor de un rico asado se posó en sus labios. Recordó el sabor revolvente de una salsa de chile de árbol, y se imaginó como untaba está a un pan, donde deliciosamente se postraba un sabroso pedazo de carne de puerco, coronado con un verde sombrero de aguacate.

De pronto, después de un torzón de vísceras más fuerte, empezó a sentir que se desmayaba. Un dolor en el pecho le hizo que el corazón se asustara y que este saltara como un testarudo hacia todas partes.

Un malestar de testa tan agudo como un rayar de cristal, le arrasó, y despellejo de su cuerpo el alma.

Abrió los ojos y su almohada estaba mojada. Parecía que una tromba hubiera pasado por su cabeza, dejando un reguero de sudor tras su paso.

Se levantó y, lo irreconocible, lo sin esencia, empezó a restaurarse.

Sonrió y se dio cuenta de que estaba despierto, conociendo desde ese día, que las pesadillas y no solo él, pueden llegar a ser…..“Perfectas”.
Luiscasas12 de abril de 2016

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