Cuando cuelgue, examinaré los momentos juntos que aprovechamos al determinar el tiempo de la distancia entre la ilusión y el canto que alcanza la nota coincidente del coda.
Cuando cuelgue, sabré todo lo que esta melodía no pudo concluir al describir el trazo de sus labios cuando dejaban a la mudez la duda expresa de un cuento recitado en el atardecer de un trato justo.
Cuando cuelgue, me dirán sus palabras de viento ajeno, que la voz que alguna vez produjo los aciertos de un pulso inseguro, dejará de ser ondas de polvo en movimientos pausados para recorrer la cuesta de un campo anónimo donde la naturaleza cuente a sus habitantes el silencio vano de una historia extinta.
Cuando cuelgue, le diré a la sombra que sigue mis pasos que arrastre la dignidad que se promulga en el meridiano de mis manos, para que surca el umbral de la habitación ausente que recorrió el árido pesar hasta humedecer los alientos presurosos de los amantes que se descubren aun en la breve oración del roce cómplice.
Cuando cuelgue, sabré que los minutos que transcurran antes del desvío de la llamada que se adjunta al rumor del bosque despejado, serán la eternidad de un muro agonizante de palabras inconclusas que se esparcirán en el polen de una flor en cenizas al observar un credo desorientado.