Veo tan de cerca el cruce condenado.
Le he visto ...
Como lo he del nombre que me acaricia.
¡Bendito cruce!
Como fuego templado en la arena.
Como la presencia de un ídolo...
Que en su yeso se ha vertido oración.
Toca mi brazo
Y hasta el hueso de mi memoria.
Toca el amor
Que he diluido
Como el rito de quien se confiesa.
Porque la hora en que las campanadas abren el portón,
La observo
En el umbral de las castañas en su flor.
Continúa el pasajero
En el pasillo que ha rozado mis pies,
Conduciendo el rastro del rechazo
A una promesa contada.
¡Quiérase!
Se ha dicho aun más que el deber...
Pero la ternura ahora
Cerca el borde de la premura,
Quiebra el aun vació retrato
Del amor.
Temía
Que no temiera las condolencias relegadas.
Temía
Donde el temer
Se debate entre el incienso
Y sus cenizas.
Pero sé ahora,
Que en el peldaño de la confianza que colinda ...
En el piso último
Del susurro sin firma,
Delatará
El gris del retrato
En los labios de su autor.