TusTextos

El Roble Centenario

De camino a casa, en el tren de las doce, veo, como siempre, un roble centenario.
Ni siquiera sé si es un roble, o mi opinión, profana en botánica, es la que lo hace convertirse en uno. Tampoco sé si verdaderamente es centenario, porque quizá tenga menos años que yo.
Pero el caso es que está ahí, inmutable, como cada mañana, como nunca había visto antes a ningún ser vivo. A su sombra, la hierba parece el lecho de Salomón y Makeda, el palacio de Marco Antonio y Cleopatra, el puente entre España y Europa.
Nunca sentí una manifestación tan poderosamente atrayente de Gaia como en el primer momento que contemplé el roble centenario, prometiendo una solución a mi lucha de contrarios, a mi Ahrimán interior... a un trauma infantil de madera de cerezo cortada y asumida como símbolo de independencia.
Mi alma, que, como el sándalo, perfuma el hacha que la hiere, alcanza por fin su santuario cada vez que a la vista queda el maná emergente de la misma Tierra encarnado en la savia. Así se deleita todo aquel que busca paz sin haberla encontrado antes.
El roble centenario, quizá ni quercus ni jubilado, tiene el valor que uno le da después de haberse pasado mucho tiempo soñando con encontrar un hallazgo tal, que ni se compra ni se esconde, y si se vende no me interesa saber dónde.
Ha llegado el momento de tumbarse a su sombra, en esa Atlántida tartésica a la que solo después de escaparse de Alcatraz uno es capaz de llegar en esos días de mucho y vísperas de nada; donde los crueles carceleros se transforman en sotas de corazones de una baraja que por una vez no está trucada.
Gran mundo este, que guarda tales tesoros en él.
Luko179105 de junio de 2013

Más de Luko1791

Chat