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Hermanos de Carretera (secuela Indirecta de El Camino Errante)

Sábado tarde. “Born to be wild”, suena a todo volumen en la radio del coche. Pero misteriosamente, el hombre la apaga. Y por una razón: este no es el momento de usar el coche. El viento, la carretera, grita su nombre y proclama que solo se permiten dos ruedas desde ese momento.
Dejará a su hijo en casa. Y de buena gana dejaría a su mujer si pudiera. Él busca emborracharse, con whisky barato, o de cualquier marca; ser libre, algo que el matrimonio no le puede dar. Y no porque no la quisiera: simplemente, porque son dos amores que rara vez se han complementado adecuadamente. Hay caprichos de amor, dicen, que una dama no debe tener.
De pequeño le enseñaron a ser como debía ser: un buen marido, un buen hijo y un buen padre. Pero nadie le enseñó a ser un buen motero. Tuvo que aprenderlo por sí mismo, tropezando en el camino, a veces por las buenas y otras tantas pagando mucho más que las cervezas de los demás.
Se viste como corresponde: pantalones, cartera con dinero y las cadenas. Botas. Bandana. Gafas de sol. De algún modo, se “viste” su otro atuendo: deja a la vista los tatuajes, el pendiente, se afeita la cabeza como Bruce Willis, se quita de encima su piel de currante y recupera su verdadero aspecto. Para esto nació. Para esto vive. Por esto ha de morir si hiciera falta, y por esto moriría.
Y hay otra cosa que lleva aún con más orgullo que el resto. Su chaleco. Con su nombre. Con el emblema de su grupo. Su manada. Sus compañeros de armas. Sus hermanos de carretera. Aquellos que junto a él, recuperan la esperanza cada vez que montan en sus bestias de metal y fuego, ofensas para el mismo Dios que pese a conducir en ocasiones alguna, siempre lo hizo solo.
Por fin, arranca. Su Harley Davidson responde. Siempre ha adorado ese momento, ese primer rugido al primer contacto. No era simplemente un montón de piezas ensambladas para lograr un desplazamiento veloz, era un diablo. Un demonio intocable cuyo combate constante con el viento ya era una lucha épica. Y, como siempre, con permiso, el demonio permite ser montado por un jinete que sea digno. Y una vez montado, con su mujer a la espalda, comienza su viaje.
Pero hay un problema. No sabe dónde ir. Pues su valle del rock queda lejos, sus camaradas hoy no están en la ciudad. Recorre tantos caminos, perdido en sus pensamientos, que la gasolina se consume hasta la última gota. Y comienza a llover, como si el cielo retase al mar a beber hasta vomitar. Su mujer se enfada con él y le ordena llevarla a casa. Él da por terminada una triste jornada, y deja a su indignada bestia sin la recompensa prometida tras tanto tiempo dormida. Ni su hijo, alicaído últimamente, está en casa.
De repente, nota algo. Se levanta de la cama, y camina despacio en la oscuridad de las tinieblas de su casa hasta llegar a la puerta. No sabe que está haciendo, simplemente sigue órdenes que le llegan a su cabeza. Vestido de nuevo, con su ropa y su verdadera piel, regresa al garaje y monta sobre su Chopper.
-Un momento- se da cuenta el hombre- ¡eres tú quien habla!
“¿Por qué, por un simple contratiempo, vuelves y me encierras aquí otros siete días interminables? ¿Qué te da derecho a negarme la libertad por la que siempre he estado a tu servicio?”
-Todos tenemos limitaciones…Hay veces que no puede ser, no siempre podemos tener suerte.
“¿Suerte? La suerte no es más que la ley del más fuerte. Puedes quedarte lamentándote en tu cama por lo inoportuno del tiempo o cualquier otra memez…pero sabes de sobra, pues eres inteligente, que la verdadera razón de no salir es el miedo.”
-¿Miedo?
“Los hombres nacéis temerosos de vuestros sueños. Yo he visto cosas que nadie más ha visto, pero no puedo llegar a ellas si tú no te lo permites. No podrás ser tú mismo, sino te liberas, y de verdad haces aquello que ansías en tu interior.”
-No acabo de entenderlo… ¿dices que tú me puedes ayudar?
“Hagamos un trato. Si me liberas, te mostraré maravillas, levantaré los tejados de esta ciudad y haré arder la carretera con tal de que tú seas tú mismo por una noche. Cuanto más lejos estés dispuesto a llegar, más lejos te haré llegar. ¿Aceptas?”
No termina la conversación cuando las manos del motero están ya en el manillar. Y al instante siguiente, el poderoso grito de guerra de la bestia que le ha convencido se escucha en toda la ciudad.
-¿A dónde vamos primero?
“Un motero no elige de antemano su destino. Éste se le presenta ante él, atraído por su ferocidad, por el temple con el que lo afronta. Como un héroe de tragedia griega, de aquí a la Ruta 66, en todas partes ellos son los reyes, por fuerza.”
De repente, el motero ve un cartel. Cuatro letras mágicas, C-L-U-B. Sin pensárselo, entra dentro, dejando pastar su montura en la puerta. Dentro halla lo que buscaba: música, su canción favorita, con la que el camarero le recibe. Pide una cerveza, en jarra (no puede ser de otra manera) y no se ha sentado aún cuando tres chicas están junto a él.
Cuanto más avanzó la noche, los recuerdos del motero se tornaron más difusos. Sexo, alcohol, música, y nuevamente encima de su diablo, sin más equipaje que la felicidad que brotaba de cada poro de su piel tatuada. Pues nunca tuvo prisa alguna por llegar, ni nunca cogió un atajo. No quedó isla alguna en la gran carretera que no visitara. Y atesoró con cariño el mejor momento de su viaje, cuando el sol de su bravura le puso cerco a la muerte y la rutina que le asfixiaba, y fundido en un solo ser con su compañera de fatigas, su diablo de valor incalculable, su hermano de carretera, se dirigió al este, al amanecer, como un cowboy de imponente presencia.
Y en ese momento despierta, y escucha, pero no encuentra más respuesta que el sonido del viento contra el cristal de su ventana. Y sigue los pasos que ha ya andado una vez esta misma noche, solo que esta vez no hay voz influyente que le guiara. Y vuelve a sentarse en su bestia, que duerme en cuerpo pero no en espíritu. Y es entonces cuando lo comprende: no ha visto el presente, ha visto su futuro. Pues alguien dijo que no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, y si algo le caracteriza, es su falta de melancolía. Cumplirá lo pactado. Porque el camino del motero está lleno de injusticias de egoístas, y de acosadora tiranía. Y fuerte será aquel que descubra y recorra su valle del rock, porque él es el verdadero guardián de su hermano. Su hermano de carretera.
Luko179123 de septiembre de 2011

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