Mi Metamorfosis (1)
Sangro a fuego lento
me condeno en este infierno,
consumo la vela del tiempo
y gasto las vidas que aún tengo.
Empeño mis promesas
y falseo con la realidad.
Son la causa de tu ausencia,
libertad tan deshonesta
de arcana solemnidad.
¡Qué funesta heredad,
qué caprichosa paciencia!
¡Qué tristeza ser la paz
que quiere morir por violencia!
No soy el hombre que viste
ni tú, la mujer que desvestí.
Rompimos la rutina del despiste
forzando esta fragua tan triste.
No prendiste la mecha,
ni fuiste resaca sin paliar.
No elegiste la mejor fecha
para que el calor de tus besos
me ayudara a olvidar
o me obligaran a abdicar.
Ahora me reafirmo en mi manera de vivir.
No quiero que sea tu trompeta
la que anuncie la venida del cometa
ni me haga mudarme de aquí.
Sueño.
Grito.
Realquilo mi alma.
De la leyenda al mito.
De tu tormenta a mi calma.
Del juramento y el rito,
a la blasfemia en tu cama.
Aprendo.
Respeto.
Huyo de tu prisión.
Pido asilo en Sión.
Te llamas donde no me meto.
Te reto a que plagies mi canción.
Eres la solución
a ningún problema,
y yo, por sistema
te hago cambiar de opinión.
Predicas en un desierto
de dunas de tenebrismo.
Destino tan incierto,
tan profundo, tan abismo,
que no deja en este mundo
barrera que contenga el río,
el arabesco, el espejismo,
de las caderas de Clío.
Aso estas bridas con brío
para continuar sin hastío
en el laberinto sin rumbo,
Babel tan absurdo
en el que todos lloran,
y,
gestando el argot de este trío:
nunca, después y ahora,
yo todavía me río.
