Mi Metamorfosis (5)
Y creo
por creer en algo,
entre sorbo y sorbo de mi copa,
que sufro síndrome de Estocolmo
por la cadencia de tu ropa al descender.
Que soy protagonista
del quien la sigue la consigue
en los asuntos del querer por no querer.
Y exorcista por derecho
del alma que más intrigue
en el barbecho de mi cicatriz.
Tal vez es que no distingo
uno u otro matiz,
y corto la mala hierba
pero pervive la raíz.
Y quiebra toda mi estima
por no saber a qué atenerme.
Si a morir por ti
o a vivir por verme
convertido en leyenda
para que otros me observen.
Y hago concluir mi divagar
entonando cantos de melancolía.
Entristeciendo a esta noche, tan fría,
tan amarga y tan vacía,
que no cabe en sí de gozo,
cuando causo otro destrozo
y soy mi propio espía.
Y no sé ni lo que busco,
porque mi mapa se ha quemado.
Y no busco lo que sé
porque ya he sido derrotado.
Y no auguro otra derrota,
pues puedo ser infiel,
pero no soy un idiota.
Calcino mis poemas del gremio
en una hoguera ritual.
Aún sin afirmar que este es mi final.
No.
Pues no conozco mi destino;
el tiempo al que siempre apremio
actúa como un déspota, un rey
con todas las de la ley
que marca a fuego mi camino.
Maldito sea yo
al incumplir mi regla de platino.
Al escapar de mí,
al rechazarte a ti,
a medir el daño del reloj.
Y no rechina,
después de todo,
oír tu voz en mi contestador.
Que suene por siempre.
Ojos que se encuentran.
Sentimientos encontrados.
Purga de pecados,
y cianuro del día después.
Y cheques canjeados,
al portador robados,
y jeques saqueados
a despecho del inglés.
Y poemas...
escritos sin tiempo,
que quizá nunca hubieras
querido leer.
Que quizá nunca quieras
leer, como los que quemaste,
a la lumbre de promesas del ayer.
