Mi Metamorfosis (6)
Todo eso me conquista.
Todo ello me detiene.
Y si no me asesina,
al menos me entretiene.
Y no pido más
de lo que no das,
o,
de lo que yo ofrezco.
Ni quiero tanto como pido
menos es lo que merezco.
Al compás de un réquiem
se fuga este preso
tan cansado,
pero tan ileso,
que no entiende
el juzgado
y el juicio por injurias,
injuriado por un beso.
Pero quiero dejar eso,
aparcado en el pasado,
que no reniego del error,
que tal vez no cometí,
pero así lo siento yo
y así lo resolví.
Todo queriendo aprender.
Todo pidiendo sentir.
A veces queriendo volver,
pero nunca mintiéndote a ti.
Yo sangraba a fuego lento,
tú tienes sangre de grafito.
Y escribas lo que escribas,
no será por una herida,
que no supura, ni duele,
ni merece un grito.
Hoy no dolerá más,
que aquello que no he escrito.
Y eso me lo guardo,
para no contaminar
la canción que no te canto.
Ni tan malo como parezco,
ni mucho menos un santo.
A medio camino
entre diablo y arcángel.
Hay días negros que soy uno,
y hay otros que solo lo parezco.
Y los días que soy ambos
entonces es cuando crezco.
Veo a tus ojos juzgarme,
pruebo tu boca que tiembla.
Revelo secretos que pesan,
desaparezco de noche en la niebla.
Pienso en melodías.
Me jacto de saber qué hacer.
Me escondo en la nieve,
gélido recuerdo de invierno,
que pone de relieve,
mi miedo a perder el miedo.
Mi sed de cometer pecados.
Mi paso que vacila,
por la senda que no concede
ni un minuto de regalo,
ni un suspiro tan leve,
que ponga de manifiesto
que puedo ser aún mejor.
Algo tan divertido,
tan audaz, bien recibido,
que puedo clamar al cielo
por mi garantía sin vanidad,
mi oportuna oportunidad,
la pasión en visto y no visto.
