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la Garza y El Toro

      La tarde en la dehesa es luminosa, el dorado reflejo sobre las palmeras, que recorren el camino hasta el cortijo, amenaza quemarlas con su brillo, el sol manifiesta el amarillo de la siembra ya recogida. Serán las ocho de la tarde, y a esa hora donde se está a gusto es en la mancha de encinas que hay junto al abrevadero, y pegada a la cerca del camino. En ese momento pasean las señoras de los alrededores con su caminar rápido y sus zapatillas ligeras. Ellas pasan andando, y siempre hay una que dice que la valla de tronquitos, que separa la finca de la vereda, es insignificante frente a la fuerza de una fiera.
      ...Sé que cuando hablan de fiera se refieren a ti.
         - Sí, a ti, Toro orgulloso. Yo siempre me he arrimado al mejor y más noble de la manada, he sido una Garza con suerte y mucho ojo. Tú mírate, no eres ni sombra de lo que eras.
         - ¿Tú ves aquí a algún toro que tenga más de 4 años?
         - No empieces con eso, tú mismo estabas en otra parte de la finca, cuando eras becerro, y todavía no nos conocíamos; quizá estén en otras tierras. En mis vuelos he podido ver que detrás del río y de los álamos blancos, la dehesa no se acaba y continua hasta perderse en el horizonte.
         - No son esas las historias que se cuentan. Tendrías que oír lo que se dice sobre uno de los sementales, se lo llevaron con cinco más y sólo volvió él, envuelto en tubos y con una cara de pena que parecía mas muerto que vivo.
         - Tendrías que verlo ahora, yo lo he hecho, y te digo que de cara de pena nada. Pasa el día solo, eso sí, pero supongo que será para que no envenene con sus historias...es todo un seductor ¿sabes? y su camada es innumerable.
         - Intentas confundirme para que no lo piense, pero...¿recuerdas que el otro día vino el mayoral con dos señoritos y estuvieron frente a nosotros hasta que empezó a darnos el sol, y que cuando me levanté me señalaron? Lo he visto antes, nos llevan a otro lugar y a mí me gusta estar aquí, contigo, viendo como cae la luz de la tarde, a la sombra del encinar y a la vera del agua y el camino.
...¿Te acuerdas aquella vez? Tenía cumplidas dos yerbas*, estaba distraído viendo las espigas de trigo mecerse al son de la brisa, cuando pasaron aquellos ciclistas ¡que susto me dieron! rebrinqué hacia atrás y tiré el abrevadero. No me gané la amistad de nadie ya que ese verano les obligué a todos a beber, durante días, en los que hay en lo alto de la loma chica.
- Os montan en camiones, eso sí lo he visto.
- Es lo que temo, que se confirmen la historias que se cuentan sobre Saltón, el semental, que donde nos lleven sea a una fiesta donde hay mucho ruido y acaban con nuestra vida, sin remedio.
- ¿Eso quien lo cuenta? ¿el rey de la maná? que pesa el doble que tú y camina sin fuerza ninguna. Pues a donde te lleven, si ese ha regresado, tú no vas a ser menos. ...A una fiesta, sí señor, que ya tienes cuatro años.
      ...Cuatro ya ...y lo mal que lo pasaste aquella vez ¿recuerdas? . Esa mañana no pasaban hombres por la finca. Vine como todos los días, pero tú estabas encelado con el tronco de la encina de la loma grande. Pensabas que si algún día lograbas tirala, ocuparías el mejor sitio de la dehesa. Entonces no sabías que el lugar sin la sombra y el abrigo de sus ramas se convertía en un desierto. Tu cuerno derecho se metió en la madera de tal forma que no podías despegar la cabeza del retorcido tronco. Fui yo quien te tranquilicé, el que te inspiró la confianza y la serenidad necesaria para que pudieras despegarte del árbol.
- Entonces no sabía lo que ahora, ellos no quieren que aprendamos nada; a las vaquillas las prueban, pero a nosotros no, las llevan a la placita del cortijo y allí hacen una capea. Los zagales se divierten mientras las vacas intentan coger el trapo. ...Yo también correteaba de pequeño detrás de las mariposas.
- Y detrás de mí, te hacía correr para que se te despegasen los mosquitos de los ojos. ¿No te das cuenta que estoy contigo desde que eras un eral? Ya, cuando llegaste me fijé en ti. Fue cuando te quedaste solo y apartado esperando a que los demás eligiesen sitio; pero tú, después de la espera y al ver la loma alta, fuiste monte arriba y recortaste con tu silueta el campo. Se te podía ver desde la presa, desde el cortijo grande, desde el chico, desde los almezos del arroyo, desde aquí; el sitio donde estamos, y que nunca dejamos por las tardes, desde mayo hasta agosto. Sí, pensé en aquel momento, si elijo a este, seguro que acierto; será de los que vuelvan, del que ya nunca me despegaría.
      Conozco esas historias y además me las creo, pero también sé que hay algunos que regresan, y que hasta que mueren llevan una plácida y dulce vida. Tú eres hijo de uno de ellos. Algún día te diré quién es tu padre o, mejor, quien fue... Acabó apagándose, era feliz, pero en ocasiones cambiaba el rostro y parecía asustado y desorientado. Se dejó morir, subió a la loma, uno de los pocos días que decidieron sacarlo del establo, si moría dentro, no se podría recoger con el tractor. Parecía que esa era su intención, pues casi no comía y permanecía echado muchas horas en aquel mismo establo donde nació siete años antes. Recuperó aliento, se encaminó a lo alto de la loma grande y allí se echó a los pies del árbol que la coronaba. Los primeros días mantenía el cuello erguido. El capataz subía a diario, le preparaba un gran perol* con cereales, tostados y molidos, pero nunca comió.
      La ultima noche, a finales de agosto, cayó una tormenta de las grandes. El capataz subió hasta los pies de la encina y le cubrió con una lona. No es que lo matase la tormenta, pero sé que pasó mucho miedo esa noche; aunque fue al amanecer cuando dejó caer su cornamenta sobre la enorme sartén, anunciando con la señal sonora que se había despedido. El golpe se oyó en la presa, el cortijo grande, en el chico, en los almezos del arroyo y desde el abrevadero del camino. Un tractor lo recogió por la mañana, toda la manada se acercó a despedir al primero que consiguió volver. La solitaria encina fue testigo de la paz en la que, después de la tormenta, murió.
Desde entonces la loma grande fue sólo de tu padre y nadie osaba ocuparla. Hiciste bien, ninguno optó por subir y tú esperaste paciente, por eso te elegí.
- Nos montan en camiones, nos llevan a una de esas plazas, y allí mismo acaban con nuestra vida.
- No con la de todos, tu misión es regresar. No sigas por ahí ¿ya estas otra vez?
- Nos echan barro en los ojos y no estas tú para quitármelo, nos clavan palos con pinchos y no hay chaparro donde aliviarse; finalmente, nos hunden una espada y nos siguen hasta que nos entregamos a la muerte. Es por eso por lo que aquí ninguno tenemos más de cuatro años.
- Tu padre regresó y Saltón también lo hizo, tú serás el siguiente. Cálmate y no estés tan asustado, que ya no sé que más puedo decirte, pero si sé que tu destino es estar aquí conmigo hasta que un día alguno de los dos... ya sabes...acabe doblando el ala, como decimos nosotras.


      «Sin el frescor que daba el aire entre los trigos y con la cosecha ya recogida, una mañana vinieron cuatro jinetes y apartaron seis toros, entre los que estabas tú. Te condujeron sin necesidad de usar la garrocha, a ti, y a otros cinco de entre los mejores de la ganadería. Os encerraron en el corral y allí estuvisteis hasta el día siguiente, por la mañana.
      ...El corral, que recuerdos...Entonces eras un eral, pasaste allí dos días con sus noches, cojeabas de una pata y te llevaron al cercado para que el veterinario te curase. Fue cuando después de haberte elegido decidí presentarme. Tú estabas echado, yo me posé sobre tu lomo, levantaste levemente la cabeza, me miraste y la volviste a posar sobre la arena fría. Esa noche la pasé contigo y de mañana, te despertaste con un delicioso dolor que te anunciaba que ya nada te molestaba en la pata. ¡Fui yo! yo, sí señor, toro bravo; yo y no el veterinario, el que te quitó con el pico la astilla que llevabas clavada hacía días. Desde entonces siempre hemos estado juntos.

      Al día siguiente, mientras los camioneros desayunaban, el capataz ordenó que os metieran a los seis en el camión. En mi familia hemos volado mucho y aunque los que vivimos aquí ya no migramos, creí que podría seguirlo hasta donde te llevasen, lo conseguí.
Tenías razón, una plaza como la del cortijo, pero más grande. Os sacaron del camión y os dejaron en un corral. ¡Que sorpresa te llevaste al verme aparecer! Pasamos esa noche hablando sin parar, lo hicimos de la encina de la loma grande, de las tardes de invierno, de nuestra amistad y de que se yo; me dijiste que te guardase el sitio aunque no volvieras, ...pero volviste.

      No he venido hoy con ganas de reprocharte nada, ahora te entiendo muy bien, eres como tu padre y él fue el mejor. ...Todavía pasan por aquí los hombres hablando de él y señalando siempre a la encina de la loma grande, ahora tú ocupas su puesto. Que injusticia, una excavadora lo subió sobre un camión, aquella mañana, que con su brisa y su olor a tierra mojada anunciaba el fin del verano; y otra vez se lo llevaron, ...de aquella no regresó. Y tú aquí, mírate, en lo mas alto de la Loma y al lado de la Encina ...ya no se duele de tus cornadas.

      El veterinario..., el veterinario me dio un empujón y desde entonces sabes que mis patas son frágiles, de un manotazo me sacó fuera del corral de la plaza a donde te condujeron moribundo, después de tu suplicio. Solo mi compañía te hubiese dado serenidad. No sé que ocurrió allí, pero al día siguiente te devolvieron al cortijo, dormido y casi sin vida.

      Saliste el quinto. Yo esperaba en el tejadillo de autoridades, diste dos vueltas a la plaza y a la llamada del maestro y sobre las barreras acudiste al capote. El murmullo en los tendidos tenía mas peso, todos hablaban de ti y de tu trapío. El torero se despego de las tablas mientras tú le seguías. Un pase detrás de otro y luego un desplante. ¡No te asustes! -exclamé para mí- sigue así....
Tú siempre fuiste noble con los caballos, pero a aquel jinete había que derribarlo, nunca necesitaste una garrocha que te marcase el camino, y este te hizo daño con ella. Cuando acabó aquella tortura tu sangre brotaba a cada paso que dabas.
     ¡No te asustes, sigue así! continuaba pensando, con la esperanza de que sintieras mi presencia.
      Luego fueron las banderillas... corriste detrás del primer banderillero, el mismo que te dejó enganchados dos garapullos sobre los borbotones de sangre. El segundo no supo engañarte, pasaste tan rápido que casi se las clava en las zapatillas. A continuación vino el último par. De nuevo tu enemigo frente a ti, llamándote la atención, las banderillas en la mano derecha, la cabeza alta, la boca abierta, caminando despacio mientra se adornaba al andar; levantó el brazo derecho mostrándote los palitroques, tú le miraste y él te llamó ¡eje toro! En la plaza sólo se oía tu bufido mientras trotabas en dirección al banderillero. De pronto desapareció de tu vista, y de un gran brinco te clavó los dos rehiletes con una sola mano que sacó por su espalda.
      Sigue así -pensé-, sigue así.
      Fue como aquella vez que tiraste la rama baja de esta encina, no te imaginabas tu fuerza y te encaramaste al tronco retorcido, encajaste la cornamenta entre los tallos, y con un solo giro de tu cuello caísteis la gran rama y tú. No te lo esperabas, pero al revolcarte loma abajo entre vástagos enroscados, tuviste que sentir algo parecido a lo de aquella tarde.
El torero bebió agua y después de saludar a las autoridades se plantó en el centro de la plaza. Con la montera en la mano, brindó tu faena al público. A ti te tenían distraído en uno de los burladeros. De pronto silencio; alguien tosió y se oyó en toda la plaza. El brazo izquierdo sobre la cadera, la muleta planchada, una mariposa gigante en manos de tu enemigo. Lo miraste y él te miró; tú viste tus miedos y él vio su triunfo. -Sigue así haz lo que él quiere, corre detrás de la mariposa que no se deja, nunca, coger. Sus primeros pases fueron vitoreados por la gente que llenaba la plaza. Luego te dejó descansar, para, con la muleta en la mano izquierda y el engaño de espada en la derecha, jugar contigo, y tú... siguiendo a la mariposa. -Sigue así, demuestra que no se burlarán de ti, sigue así-.
Es lo que hizo tu padre, por eso estás aquí. A él le hicieron ir tres veces al jinete, a cada paso que daba dejaba un charco de espesa sangre sobre el naranja redondel. Nada le paro hasta que los cabestros lo acompañaron a los toriles, donde había pasado la noche anterior. Luego curó casi todas sus heridas, las peores no terminaron de sanar. Sólo se ponía triste algunas noches, sobre todo, cuando eran oscuras o la nubes tapaban la luna. El verano acababa y el otoño con su invierno iba a ser demasiado duro para él. Esa última noche de agosto era sólo el aviso de la llegada de los días cortos, esos en los que las noches duran demasiado. Estaba cansado y roto por dentro, no fueron sus heridas del cuerpo...no.
      Estuvo bailando contigo sin darse cuenta de tu sufrimiento ¡sigue así! En el centro de la plaza sólo estabais él y tú. Tú que tenías al alcance el triunfo de los dos; y él, que jugaba contigo a un juego demasiado cruel. Pero la lidia estaba acabando, con una poca de suerte, o bastante, pasarías todavía muchos días haciéndome compañía, aquí en la finca.
Acudiste a la muleta tantas veces como te llamó. En el coso, algunos comenzaron a clamar pidiendo tu indulto. El torero y tú, los dos borrachos; una y otra vez. ¡Indulto, indulto! comenzó a hacerse más sonoro el clamor.
      El presidente quería que el matador culminase su tarea, el diestro te miró y tú le devolviste la mirada. "Lo siento toro, pero he de ir abreviando, esta es la última tanda y a por la espada". Casi no te quedaban fuerzas, perdías mucha sangre, pero tu nobleza te daba alas para volver a embestir y bailar con la muleta. ¡Indulto, indulto! gritaban en la plaza; una olla donde se estaba cociendo tu carne. El torero se dirigió a su mozo, se enjuagó la boca y pidió la espada.
      Cuando eras novillo presenciaste una disputa entre dos toros por hacerse con el mismo sitio. Hacía mucho viento, son los peores días para vosotros. Estas refriegas son muy crueles. En ocasiones si el toro perdedor resulta herido por alguna cornada, es perseguido por la manada, que acaba apartándolo a un sitio solitario, donde suele morir a consecuencia de las heridas . Tú viste aquello, pero esto era distinto; aquí no estabas perdiendo la pelea.
      El primer aviso estaba a punto de sonar y eso podría ensombrecer el triunfo.¡Indulto, indulto! El vocerío era atronador. Todos pedían tu perdón, todos menos el presidente. El torero miró a su palco, esperando una posible remisión, en ese instante sonó el primer aviso. Se dirigió hacia donde estabas y te citó por última vez. El público comenzó a tronar protestando por la inminencia de tu muerte, mientras pedían a gritos él indulto. Tú acudiste a la llamada del matador. En ese momento el pañuelo naranja asomó por el palco de presidencia. Mientras sonaba el clarín anunciando la mejor de sus notas, el torero ya estaba sobre ti, clavándote una media lagartijera*. El público no dejaba de gritar, por eso el torero no oyó la señal que anunciaba la absolución. Fue el mayoral el que salto a la plaza, mandó inmediatamente la presencia de los mansos. Salieron los bueyes a abrazarte, tú los seguiste hasta el corral. Yo me acerqué, pero no me viste, estabas confundido. Entonces el veterinario me arrojo, de un manotazo, lejos de tu presencia. Aún pude gritarte. "No te abandones, ya ha pasado lo peor. Volveremos a vernos en la finca, donde te convertirás en un numeroso padre".
      Hoy han traído a nueve erales. Uno de ellos no para de mirar nuestra encina. Tendré en cuenta a ese torito, seguro que es de tu estirpe. Pero ya no estoy ni para erales, ni para novillos. Sólo quiero quedarme aquí contigo. Esta loma y esta encina es, sin duda, el mejor sitio de la dehesa. Desde aquí se ve la presa, el cortijo grande, el chico, el arroyo de los almezos, el abrevadero del camino y el lugar donde ahora descansas.
      Sobre ti florecen los jaramagos, y la encina ha recobrado vida. La única pocha aquí soy yo, ¿quién sabe si resistiré la llegada del otoño y de las frías y largas noches? Aquí se está bien, la encina y tú me protegéis, y si algún torito noble quisiera ocupar este sitio, yo le contaré historias mientras tenga fuerzas.
      Le contaré que llegaste vivo a la finca, aunque muy herido, y que esa noche saliste del corral y subiste la loma, por última vez, donde por fin te echaste. Te encontraron por la mañana. El capataz decidió enterrarte aquí mismo. En tu recuerdo han puesto una placa de madera, con tu nombre, sobre la encina. " Centinela "

*  “Yerbas” Se refiere a la edad temprana del toro.
* “Perol” Especie de sartén, parecida a la paellera o paella, pero mas honda. 
* “Media lagartijera” Estocada, no completa, pero muy efectiva, cuya ejecución popularizó  Rafael Molina Lagartijo "Califa de Córdoba”.
Lumino18 de mayo de 2012

18 Comentarios

  • Lumino

    Reconozco que es un texto largo, pero os pido que lo leais. Espero que os guste.

    18/05/12 08:05

  • Buitrago

    Bonita zabula, muy currada señor
    saludos

    Antonio

    18/05/12 10:05

  • Libelle

    Soy antitaurina que no es que no,me guste el toro cono animal noble que es .

    Muy bonito tu texto aunqueee no comparto algunas cosas .
    Abrazos

    18/05/12 11:05

  • Lumino

    Si te fijas Libelle, hice el texto de manera que no fuese yo el narrador para no inmiscuirme en dar mi opinión en tan controvertido y politizado asunto. Reconozco, y sería razón suficiente para decir no a las corridas, que puede resultar anacrónico e incluso primitivo, hacer de la muerte de un animal, un espectáculo para todas las edades. Esa sería una de mis posturas para el no. Por supuesto que en los otros casos en donde los toros son torturados por aficionados, corridos con una cuerda, con bolas de alquitran ardiendo en las astas, con dardos, etc; estoy totalmente en cotra y me parece una salvajada extraordinaria y vergonzosa. Pero en lo que se refiere al toro de lidia criado en las mejores condiciones que existen y luego sacrificado por un profesional artesano, diría que estoy a favor.
    Los humanos somos omnivoros y comemos de todo. Una de nuestras fuentes de proteinas es la carne animal. Para comernos esa carne hay que criar y luego matar o cazar al animal. No existe animal sonre la tierra destinado a ser comido por los humanos que esté mejor cuidado y mimado que el toro de lidia. Cualquiera de las hamburguesas que te hayas comido está hecha con carne de vaca sacrificada a los pocos meses de nacer. El sacrificio empieza en el transporte, ya que viajan hacinadas al matadero. una vez llegan son rociadas con un producto químico desinfectante, posadas sobre una cinta que las transporta hasta unos rodillos que la sujetan por el cuello, electrocutada con unos elctrodos que se le aplican en la cabeza. Luego caen y la cinta la tranporta al despiece donde aun con vida (en muchísimas ocasiones) es rajada por el estómago para extraerle las visceras cuando todavia palpitan. De ahí despues de ser despiezada pasa al Mc Donadl´s. Sinceramente yo preferiría ser un toro de lidia a una vaca de carne. Si desapareciese esa forma mas natural y humanitaria, si cabe, de terminar con la vida del toro, cuando ya tiene cuatro años y ha vivido en condiciones muy parecidas a las de sus primos los bisontes o los búfalos; también acabariamos por extinguir al toro de lidia y la forma de vida de las dehesas( paraisos ecológicos y substento de muchísimas comarcas), y eso sería una pena. Dejo claro que entiendo y comparto la postura de que hoy en día hacer de la muerte de un animal un espectáculo puede ser vista como una comportamiento primitivo y salvaje. Linda y estimada Ana, soy tolerante con todas las ideas excepto con el machismo, la xenofobia, el fascismo, el terrorismo y la pedereastia; con eso quiero decirte que por este tema no te sientas atacada ni menospreciada por mi. Un saludo.

    18/05/12 06:05

  • Febe

    He aprendido mucho al leerte Lumino. Por lo que te estoy agradecida.

    18/05/12 07:05

  • Libelle

    Jsja lumino solo por la pechaaa de escribir te daria la razón pero no e visto novilladas y eso es crueldad al grado maximo si el tpro pudiwra hablar no creo que eligiera esa muerte pero te respesto . Abrazos

    18/05/12 07:05

  • Danae

    Lumino
    Tras la lectura, primero decirte que percibo que has vivido muy dentro la creación de este texto. Y que esa voz narrativa de la garza lo has hecho como la tuya, y lo has ido jalonando de tierno lirismo. Aquí el toro no es una fiera, ni la garza una ave cualquiera, sino dos seres que se complementan y se apoyan, en medio de un entorno al que aman y respetan.
    Debo decirte que solo una vez, de muy jovencita, fui a los toros con unos tíos míos, muy aficionados. Y no pude soportar lo que vi, tuve que salirme. Pero eso es indiferente al texto en sí, como otros comentarios te han señalado. Y respeto las tradiciones que no se basen en la burla; dicen que el toreo es un arte, y veo que así lo viven muchos. Desde luego, tú conoces ese mundo, es evidente. Pero bueno, volviendo al texto: Me ha gustado mucho, es un texto muy, muy sentido y trabajado. En muchos pasajes podría calificarse de prosa poética, y tiene en general una tierna sensibilidad para abordar hasta las escenas más duras. La emoción de la narración de la garza se respira. Y se lee el texto, a pesar de ser largo y de tema ajeno a mis gustos, con interés, precisamente por eso. Siempre he dicho que un texto es mejor no pensarlo, sino sentirlo como lector. Y me has hecho sentirlo.
    Un enorme abrazo, corazón.

    18/05/12 08:05

  • Davidlg

    Pues te digo que un toro fue más que un buen amigo de mi abuelo, fue su compañero de jornada y la mitad de su fuerza de trabajo. Yo fui tablajero por un tiempo y no tienes idea lo que me costo cortar la carne de aquellos nobles animales.

    Como texto te felicito y además te digo que cuando la letra es un arte no importa que se alargue, pues de la belleza no se aburre el que sabe apreciar sus expresiones.

    Sobre las corridas... Sólo diré que la sangre es sangre, no importa la forma en que queramos adornarla. Despierta un instinto y ciertas emociones que son muy peligrosas para quién no tiene un desarrollado dominio de sí mismo.

    Saludos!

    19/05/12 02:05

  • Lumino

    Antonio, gracias por venir y más viendo que es un texto largo. A mí me ocurre, y supongo que a todos, que se me acumula el trabajo. Somos tantos y cada día aparecen tantos textos que es dificil llegar a todos. Saludos
    Febe, es un honor, pero espero que lo que aprendas de mí sea correcto, pués no estoy muy seguro de poder enseñar con mis textos habiendo aquí maestros de los cuales yo sería un alumno que no llegaría al aprobado. Gracias por leer y comentar.
    Libelle, a tí te he hecho leer el doble que a los demás, pues he respondido a tu comentario con una gran perorata, pero tu me perdonas ¿verdad? Gracias.
    Danae, el origen de este cuento es lo que me hizo escribir sobre este tema.
    Vivo frente a la plaza de toros y en mayo, como hoy precisamente comienza, se celebra la feria de Córdoba y su feria taurina. Hace dos años cuando acabó el ciclo de corridas encontré a una garza alicaida y merodeando por los alrededores de la plaza. Estuvo por aquí algunos días. Esa imagen, poco comun del pájaro muy cerca de los corrales donde hoy mismo ya hay muchos toros, unida a las visiones que tengo al hacer ciclismo de montaña y pasar muchos días por una finca dedicada al ganado bravo de Córdoba, hicieron que idease esta historia. He sido aficionado, aunque estoy muy apartado desde hace tiempo de este mundillo. Es por lo que me atrevo a escribir sobre ello. Gracias por tu análisis y por venir a leer ,será mútuo.
    David, siempre tienes palabras acertadas conmigo. Te doy la razón sobre el instinto que puede despertar en algunas persona el tema de la sangre, pero tu sabes mejor que nadie que se tratan de escritos y que son ficción. Si algo bueno tiene la escritura es que puede ser más mágica, si cabe, que el cine o la fotografía, ya que con ella pueden construirse historias en el aire que se componen luego el la mente del lector. Y es el lector el que muchas veces se coloca unas barreras que no necesita, ya que la lectura no puede dañar. Este texto no tiene nada de sangre con respecto a una novela negra o la película de Tiburón o Rambo.
    Aunque entiendo que las corridas no son lectura ni películas, si no que son pura y tangible realidad y no todo el mundo está preparado para la crudeza. De todas maneras el toreo es un arte y como le decía a libelle es un arte sano que cuida las tradiciones, y una forma de vida ecológica y respetuosa con el medio ambiente y los animales que la protagonizan, aunque pueda parecer una incongruencia. Es un placer que vengas a comentar, siempre de manera tan acertada. Un saludo

    19/05/12 02:05

  • Asun

    El relato me ha gustado, aunque parece largo para publicarlo en sitios como este, que es de lectura rápida, y sacar en seguida una conclusión.
    Pero es un relato para reflexionar, y emocionar, a mi me ha emocionado, el final es muy conmovedor, el toro primero noble en la faena, indultado, y por fin muerto en la dehesa. Y su compañera la garza, es muy poético y dice mucho de tu valía escribiendo.
    Luego está la polémica, toros si, fiesta no, historia, tradición, maltrato animal? puede que un poco de todo junto. Pero sin duda historia es, es nuestra historia, y puede que arte también lo sea.
    Estos animales no existirían si no fuera por el espectáculo taurino? posiblemente.
    Aunque como apuntas tu hay mucho desconocimiento y manipulación de opiniones, no nos podemos quedar solo con la imagen del todo sangrando en la plaza, hay mucho detrás, bueno y malo.
    Em fin que tenías razón ha merecido la pena leerlo, y que me pareceun relato muy bien llevado, que no anima en absoluto a la polémica, pero hace pensar. (y casi llorar, que a mi me ha emocionado el final)
    Besos y gracias por traerlo.

    20/05/12 02:05

  • Lumino

    He de decir que no sé porqué, pero en el texto que he subido falta una última palabra que le da sentido al cuento y esa palabra que probablemente al ir entre < > no haya salido es el nombre del toro "Centinela"
    Asun y Democles me alegra que os haya emocionado es lo mejor que podeis decirme de un texto que yo pretendía que fuese emocional. Un saludo y ya sabeis que faltaba esa última palabra que al ir colocada entre corchetes el editor de textos a anulado. "Centinela"

    20/05/12 06:05

  • Voltereta

    Se ve perfectamente que entiendes el mundo del toro, tu texto es una preciosidad en si mismo. Ni torista ni torerista, tu narración nos adentra en los mundos del toro, pero lo hace desde una visión intimista y plenamente interesante. Lástima que el toro tenga que morir para alcanzar la gloria..

    Un saludo.

    20/05/12 09:05

  • Lumino

    Gracias Voltereta, es un honor que vengas a visitarme, pues eres un referente para mí en este sitio. Un saludo.

    20/05/12 09:05

  • Lumino

    Claro que sí es un honor. Si quieres te doy el enlace de este cuento a mi blog. Es este http://salvadorgregorio.over-blog.es/article-la-garza-y-el-toro-58364857.html. Gracias por difundir esta historia que no persigue crear polémica sino que se entienda el muno del toro. Saludos democles.

    01/06/12 03:06

  • Miguelito

    Lumino.
    El texto me pareció perfecto, emotivo, y por ello me gustó mucho.
    No entraré en la polémica de las corridas de toros, aunque si te diré que soy antitaurino. Tomo tu texto como una expresión preñada de sensibilidad, con una gran prosa que invita a leer hasta el final. Y el final es muy hermoso.
    Un saludo

    03/06/12 09:06

  • Lumino

    Gracias Miguelito. Leer este texto tan largo, tiene recompensa si al final te deja un buen sabor. Espero que así haya sido. Es un honor que te pases a leer.

    03/06/12 10:06

  • Sodomita

    Lo dejé de leer antes de llegar a la mitad...

    08/06/12 03:06

  • Lumino

    Muchas gracias sSodomita, acertaste, a partir de la mitad se ponía muy pesado. Saludos.

    21/06/12 01:06

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