Todo es tan bonito, tan perfecto, tanto que no nos damos cuenta de lo que pasaría si jodiéramos algo. El amor es como la torre del jenga, parece una torre sólida, fuerte, capaz de soportar hasta las tempestades más fuertes, pero un día sacas una pieza, al día siguiente otra, y cuando te das cuenta tu mismo la has derribado, la has hecho pedazos, esa torre que parecía durar toda una vida. Realmente no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos, entonces sabes que la facilidad con la que has destrozado algo tan bonito no va a ser la misma como para arreglarlo, en estas situaciones conoces el significado de la palabra arrepentimiento, te golpeas fuerte la cabeza preguntándote por qué, intentando volver a tras, volver al pasado, pero entonces te encuentras con un muro duro y grueso llamado realidad, y te das cuenta de que lo que está hecho, hecho está, de que no vale la pena seguir chocándote contra ese muro para solo hacerte más heridas, te das cuenta de que el muro cada vez se hace más y más fuerte y te aleja más de aquella persona y lo único que puedes hace es dar media vuelta y marcharte.
