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El Autobús

El autobús

Un conjunto de partículas grasientas, combinado con el insoportable hedor natural del aliento humano recorría aquel espacio limitado, esquivando a los pútridos asientos que sostienen a los ruidosos pasajeros de miradas irritantes. Las ventanas, que como extraños orificios malformados por metales líquidos de peculiar contextura, recordaban a los ocupantes el monótono paisaje que envolvía su asquerosa travesía. A través de ellas se divisaba a imponentes estructuras rectangulares de prodigioso tamaño, que albergaban a cientos de seres vestidos de una forma extremadamente repetitiva, entes llenos de optimismo que trabajaban arduamente por nuevas y deliciosas posesiones. El gran pedazo de vidrio que constituía la ventana frontal del monstruoso aparato, guiaba al sonriente y obeso conductor por la carretera que permanecía estéril ante cualquier trasformación brusca del clima que pudiese afectar su consistente armadura de concreto.

Las conversaciones ininterrumpidas de despreciables ancianas o superficiales estudiantes, parecían hacer más opresiva la estancia en aquel carruaje metálico de grandes neumáticos y numerosos asientos. Se sabe, que sin tomar en cuenta el destino de los pasajeros, aquel era un viaje maldito, un eterno ir y venir por caminos y escenarios memorizados por personas de mentes moribundas y lenguas talentosas.

Malthus09 de febrero de 2009

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