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La Pobreza, la Muerte y la Destrucción.

La pobreza, la muerte y la destrucción

Yo no puedo sentir lo que siente el «otro». Puedo sufrir o alegrarme por él, pero no puedo experimentar su propio sufrimiento de forma integra, porque es un objeto completamente ajeno a mi existencia. La pobreza, la miseria, la riqueza o la opulencia son factores ajenos a mi realidad, palabras completamente exentas de sentido. Vosotros decís: «reunid oro y plata y entonces serás rico» o «usad harapos, dormid en las calles, careced de posesiones materiales y entonces serás pobre». Yo os digo: «vivid en base a los demás, tomad lo que desees de los demás, volved a vuestra existencia una patética herramienta de los demás y entonces serás pobre» o «sed un egoísta, vivid por ti, satisfaced tu sed y tu hambre alimentándote de la naturaleza, sed creador y criatura al mismo tiempo, abrazad a la soledad y entonces serás rico». Yo no puedo sentir tu sufrimiento porque mi percepción se limita a ver y a sentir lo que pueda beneficiarme o perjudicarme a mí y a nadie más.

La muerte de otro ser que no sea Yo, no me perjudica directa o indirectamente porque he alcanzado a la verdadera libertad. Un ser noble y libre no puede seguir rodeado de cadenas familiares, espirituales y sentimentales que no hacen otra cosa más que limitar sus habilidades y mermar su libertad. La muerte del «otro», es un acontecimiento absolutamente normal, y su importancia depende del beneficio o perjuicio que aquel acontecimiento pueda causar sobre Mí, sobre el individuo egoísta. De esta forma, vosotros decís: «noble es quien sacrifica su vida en favor de los demás, quien abandona todo por su familia y amigos». Yo os digo: «noble es quien ve desfilar a los cadáveres de sus familiares sin derramar una sola lágrima».

La destrucción es depuración. El mundo esta superpoblado, sin embargo vuestras mujeres repiten al verbo «parir» en la escritura de su nefasta biografía una y otra vez. Si un humano nace se convierte automáticamente en mi enemigo, porque los dos luchamos por obtener los bienes que nos son necesarios, y porque los dos necesitamos un número determinado de recursos para sobrevivir. Es la crudeza de la realidad que nos ha tocado vivir, pero no por eso hemos de pedir y lamentarnos durante la eternidad. Yo me levantare y caminare sin compañía alguna. Se que no necesito a nadie mas que a mí, y que los hombres cobardes, nacidos para la servidumbre, encontraran suficientes razones para luchar por los inútiles gaznápiros que los rodean, mientras que yo intentaré destruirlos. Y si la multitud intentase devorarme, que se trague también los explosivos y las armas que rodean la furiosa y desenfrenada voluntad de vivir por Mí y para Mí.


Cuando un individuo determinado nace, se cometen varios errores en su educación y formación como un ser libre, capaz de servirse de sí mismo y de sus capacidades para poder sobrevivir por si solo y no necesitar de los demás. De esta manera, la filosofía altruista de buena parte del contenido educativo que alimenta a las nuevas generaciones produce seres autómatas y en extremo dependientes. Desde que somos pequeños se nos enseña que lo que verdaderamente importa es el bienestar colectivo, y que las únicas voces dignas de ser escuchadas son aquellas que representan a la “opinión pública”. En el preciso momento en el que ingresamos a un centro educativo advertimos la presencia de los ideales socialdemócratas, que lentamente intenta inocularse en el pensamiento virgen del neófito, que inocente recibe órdenes y cumple mandados: “formaos todos como un pelotón”, “cantad el himno nacional”, “elegid al presidente de la clase”.

El valor sagrado de la soledad, y del estado de meditación reflexiva del anacoreta, han sido cuidadosamente eliminados de todo tipo o clase de docencia. El egresado no es mas que un tosco, rudo, zafio y grosero ignorante, que embaulado en medio de doctrinas, tratados, evangelios y teorías procura luchar por su patria en lugar de luchar por su propio bienestar. La educación es importante bajo una sola y única concepción: que sea autodidáctica, y que tome al individuo como fundamento y fin de todos los tratados políticos, religiosos, morales y científicos.

El autodidacta es verdaderamente libre. Su neocórtex, y no su sistema límbico ha formado y estructurado sus inquietudes filosóficas. Él duda de todo, y nunca compromete su sed de nuevos conocimientos por arraigarse de forma necia a un precepto determinado. El es el dueño de sus ideas y no al revés.



Malthus09 de febrero de 2009

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