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La Llorona.

En el frio invierno de Madrid se cuece lentamente el duro drama de María del Carmen Frondosilla, una mujer luchadora que supera día a día unas increíbles calamidades tormentosas hacia su persona para día a día estar inmersa en ellas.
María del Carmen Frondosilla cuece a la intemperie doce mazorcas de maíz, en una improvisada barbacoa casera, formada por unos antiguos hierros que sujetaban macetas de flores en lo que es la parte de sujetar la maceta ella ha colocado un tambor de lavadora donde coloca las brasas ardientes y en la boca del tambor, para que no se junten las mazorcas con las brasas, ella ha colocado una fina malla metálica bastante vieja y oxidada.
La Luna en la tarde noche, brilla con tono anaranjado.
La humedad y el frío hacen que la gente ande más deprisa hacia lugares cálidos donde recogerse.
Los coches hacen sonar repetidas veces el claxon en la megalópolis del orden desordenado.
La pobre María del Carmen Frondosilla, desparrama lágrimas de dolor de lo dura y miserable que es su vida, mira sus mazorcas en las brasas y luego rompe a llorar, les da una vuelta, se contiene y empieza otra vez a llorar, la gente mira y pasa de largo.
Su marido alcohólico con el que se caso muy joven, la pegará tanto si vende mazorcas, como si no.
Su hijo de doce años, doce, como mazorcas intenta asar la castigada mujer, que sacrificó niñez estudios y sueños por formar una familia con su amado, ahora señor de las torturas caseras “esposo”, viene a pedirle algo de comer a su madre, la llorona María del Carmen Frondosilla.
La pobre mujer le da una mazorca al niño, el niño tiene frío, María del Carmen Frondosilla les da otra vuelta a las mazorcas para que no se quemen, mientras el niño se va acercando entre medias del abrigo de las faldas de su madre y el calor del fuego de las brasas.
María del Carmen Frondosilla mira a su hijo, el hijo que mira el fuego de las brasas agarrado a la gruesa falda de su madre siente como si un magnetismo le hiciera girar la cabeza para mirarla a los ojos,…Y la mira…Y la mira.
María del Carmen Frondosilla puede ver la claridad cegadora de los ojos de su hijo, la inocencia y la llama latente de la vida en ellos.
María del Carmen Frondosilla ya no llora, porque ha encontrado esperanza.
Texto Manu Cueva.
www.metodologiachorra.blogspot.com
Manucueva20 de abril de 2011

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