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Las Fauces de Dios.

En la parroquia de las hermanas descalzas del Jesús el pobre, con bonitos jardines y pequeñas huertas que rodean el establecimiento religioso. Viven sesenta hermanas totalmente entregadas a una labor que les llena el espíritu de una grandeza y pureza tan inimaginable que solamente puede provenir de un ente no visible superior, llamado Dios.
Se dedican a honrar siempre la figura de Dios, con sus buenos actos y permanente vigilia de su pudor sexual, preparan dulces caseros, siembran sus pequeños huertos, preparan comidas a los sin hogar en un comedor para ellos y escuchan la imperecedera charla del cura que viene a inspeccionar el buen funcionamiento del lugar católico, con largos sermones abstracto simples, espirituales, las mantiene obedientes y lejos de los peligros que pueden corromper su alma.
La madre superiora Aurora.
Es una mujer que de siempre no conoce otra vida que la de servir al señor, de mirada dura y semblante serio, llega a fingir cuando es necesario una bondad que llega incluso a conmover.
La madre Aurora es autoritaria y sabe mantener el orden que cree justo, cuando llega el momento, tiene unas manos fuertes y callosas pero esbeltas con dedos largos y finos, labios perfilados y rosados, que nunca han tocado un pinta-labios, además de un cuerpo delgado, pero esbelto, pálido como el mármol, mármol con alguna serie de tonalidades neblineo grisáceas.
Las demás monjas la temen de puertas para adentro, pero a la vez la respetan y la quieren como alguien que sufre el mal, llamado, “Síndrome de Estocolmo”.
En un horario del comedor, tiene como hábito madre Aurora de escoger un vagabundo maltrecho mentalmente, para lavar sus pies en una habitación aparte como acto de humildad.
Las monjas en el comedor, están sirviendo unos garbanzos aguados vestidas con su uniforme blanco de cocinar, en la puerta treinta sin hogar esperan un plato caliente que llevarse al estómago, mientras dos monjas jóvenes los invitan a sentarse ordenadamente en el comedor, cogiéndolos de la mano con cariño, cariño que a algunos hombres sin techo, empaña de lágrimas su torturada mirada, mientras les dicen “Sois maravillosas criaturas del señor, no lo olvidéis nunca, rezad todos los días y nunca os encontrareis solos en el mundo”.
Un lagrimoso vagabundo que articula palabras sin sentido a ratos de seis minutos, fruto de alguna enfermedad mental de su mala situación, habla y disfruta de sus garbanzos calientes. En un lugar de la amplia sala, adornada con un gran crucifijo, pero no sabe que unos ojos se han magnetizado de la presencia de este vagabundo rudo y fatigado psíquicamente, en su cuerpo y cara cubierto de pelo y su falta de higiene.
La madre Aurora con su andar sinuoso, se acerca por la espalda de este hombre, mientras le dice al oído, “Criatura de Dios, eres hermoso como todo en su creación, ven conmigo para lavar tus pies descalzos y cortar tus largos cabellos. La madre Aurora camina delante y el entregado vagabundo, la sigue esgrimiendo una serie de sonidos guturales fruto de su emoción por la piedad mostrada.
Se encierran los dos juntos en la habitación, cuarto y aseo de los más necesitados… y pasan los largos minutos.
Llega la hora de cerrar el comedor y la madre Aurora no sale todavía.
Las demás monjas se preocupan por si le ha pasado algo a la madre, pero no se atreven a llamar a la puerta porque conocen su carácter.
Pasan dos horas y al final sale la madre Aurora con un semblante diferente y el vagabundo más limpio que una patena y con la cara limpia y afeitada, con ropa nueva, además de alegre, que una vez fuera intenta dar un beso a la madre Aurora, cosa que esta se lo reprime dándole un pescozón fuerte y rápido con todas sus fuerzas.
“Anda criatura que me has costado tiempo arreglar, vete ya y no olvides la palabra del señor”
Que polla tenía el desdichado y como arremetía contra mí como si nunca hubiera visto una hembra, le comenta Madre Aurora a una de las monjas más ancianas, que le contesta “Alabada sea la gracia del señor “. De repente La madre Aurora se gira y se da cuenta de que una novicia estaba detrás, y ve la cara de sorpresa de esta, que rápidamente agacha la mirada.
“Tú sabrás de verdad lo que significa ser monja”, y caminan hacia el interior del convento a seguir rezando al más allá.
Texto Manu Cueva. Espero les guste este relato.
www.metodologiachorra.blogspot.com
Manucueva20 de junio de 2011

6 Comentarios

  • Marcial

    Hola Manu Cueva.
    Es verdad que la pasión que sufren las criaturas del señor no se pueden reprimir con nada. Muy interesante el relato.
    Saludos cordiales. Marcial

    20/06/11 10:06

  • Manucueva

    Gracias por el comentario Marcial

    21/06/11 07:06

  • Leandro2nz

    Buen final..

    20/07/11 04:07

  • Manucueva

    Muchas gracias.

    21/07/11 08:07

  • Libelle

    Escribes bien saludos

    04/01/12 06:01

  • Manucueva

    Gracias Libelle si tienes tiempo voy a colgar aqui un poema a ver que te parece.


    Abrzos.

    16/01/12 09:01

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