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Sexo, Tomates y Pimientos.

Lucía espera sentada al borde de una acequia, entre las huertas de tomates, patatas y pimientos donde se ha pasado doce horas agachada recogiendo hortaliza y verdura. La energía lumínica del atardecer tiñe de rojo, violeta y amarillo el cielo del horizonte cercano y lejano.
El sordo fluir del agua de las acequias con el tránsito de insectos voladores en el aire cubre de ancestral ensoñación el paraje agrícola.
Una furgoneta viene a recoger a Lucía.
Es su novio Raúl que llega tarde de la fábrica de plásticos donde se ha pasado también doce largas horas por un puñado de céntimos.
Ella sube al vehículo se sienta y el sin mediar palabra lo pone en marcha y aprieta el acelerador.
El vehículo no sale porque está frenado con el freno de mano.
Es lucía quien lo ha detenido a propósito.
En las lindes de las huertas, cenizas medio apagadas aún crepitan por el estallido liberador del fuego procedente de la quema de rastrojos, fuego y llama se han encendido en otras hogueras carnales.
Lucía, perfumada con el aroma a Tierra y agua limpia de acequia, se desviste tan fugazmente que Raúl con su semblante cansado no ha llegado tan ni siquiera a verla hacerlo.
Raúl abre los ojos como platos al ver su Lucía desnuda entre bellas marcas de tierra que luce sus pequeños senos de color cobrizo.
Ella le baja los pantalones y por arte de magia se coloca encima y él con el compás de siglos de humanidad a cuestas, agarra sus glúteos con fuerza para así dar lugar a un rito imperecedero de perpetuación.
Ni tan siquiera se han besado.
En el asiento delantero de la furgoneta, entre las huertas, Raúl con el ritmo de la cintura y su agarre viril la sube y la levanta, Lucía mientras jadea de excitación, mira el llamear de unos rastrojos, por la ventanilla trasera de la furgoneta, a través de unos ojos azul marítimo cautivador.
El aliento de lucía por el jadear frenético inunda de un aroma cálido de pimientos fritos con tomates el habitáculo de la furgoneta, ya que han sido alimentos que ella ha ido merendando para recobrar las fuerzas y seguir con su dura labor recolectora, un aliento con un olor agradable a verdura que Raúl en el empujar le llega al corazón y descarga la pasión que ella le ha regalado.
Noche cálida veraniega, que con el iluminar de la luna nueva y los cuerpos de los dos a remojo en una acequia, da su luz a los amantes, entre tomates y pimientos.
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Manucueva22 de julio de 2011

2 Comentarios

  • Asun

    Como acabo de descubrirte me estoy dando una vuelta por tus letras, y me gustan mucho, me parece un relato muy fresco y desde luego natural, entre tomates y pimientos...
    Saludos.

    25/08/11 07:08

  • Manucueva

    Muchas gracias.

    26/08/11 06:08

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