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El Tallo de la Rosa

Cuando Rosita recuperó el conocimiento, estuvo a punto de volverse loca. Se vio completamente desnuda, en un cuartucho estrecho, tendida en una vieja hamaca de plástico. Todo se balanceaba a su alrededor. Un escalofrío de terror sacudió su cuerpo. Le zumbaba la cabeza, mareada
-¿Qué es esto? ¡Dios mío! ¡Estoy en un barco! ¿Qué me han hecho? ¿Y mis ropas? ¡Me han secuestrado!
Corrió hacia la única puerta y la golpeó con todas sus fuerzas pidiendo socorro y llamando a gritos a sus padres. El miedo, convertido en profunda confusión, la hacía temblar de pies a cabeza.
Llegaba hasta sus oídos el ruido de motores. Y música, voces y risas. Siguió gritando y golpeando la puerta hasta que le dolieron las manos. Estaba desorientada. No comprendía lo que estaba ocurriendo...
Había salido la noche del viernes con tres amigas del instituto para ver el concierto de rock que se celebraba en la explanada marítima. Sus padres le habían dado permiso hasta las doce de la noche. Sólo tenía dieciséis años. La despidieron con un besito. Y les recomendaron, junto a sus tres amigas, que no se separaran nunca y que tuvieran mucho cuidado.
No se imaginaban los padres de Rosita que aquella iba a ser la última vez que vieran a su querida hija.
Las cuatro chicas, ya en el lugar del concierto, probaron unos cubatas de una botella de coca-cola que llevaba Tania, la mayor de las amigas. Y bailaron con los vasos de plástico en las manos, al son de la música que sonaba por los grandes altavoces que rodeaban el extenso espacio. Había miles de jóvenes. Un ambientazo. Y seguían llegando más y más grupos y parejas por todo el paseo, con bolsas de plástico donde llevaban bebidas alcohólicas y refrescos.
Aquel primer trago le aflojó un poco las piernas. Pero para no dar síntomas de debilidad, aguantó como pudo, y aceptó un segundo cubata. Lo que recordaba a continuación fue la música retumbando en todo su cuerpo, y la sonrisa del chico que bailaba con ella y la invitaba a beber de su vaso... No vio a ninguna de sus amigas cerca, pero intuyó que estaban próximas, ya que se habían prometido no alejarse unas de otras por nada del mundo.
Hasta ese momento, recordaba lo ocurrido con más o menos claridad. Luego ya todo fueron tinieblas. Si estaba borracha o había sido drogada, no tuvo consciencia de ello. Sólo le llegaban retazos de instantáneas, como los flashes producidos por los focos de discoteca que giraban por todos los lados de la inmensa plaza. Tuvo la extraña sensación de estar obedeciendo, sin ofrecer la más mínima resistencia, al chico guapo que le decía que se había enamorado locamente de ella. Recordó cómo éste tiraba de su mano y la rodeaba por la cintura conduciéndola a través de la apretada masa de jóvenes que danzaban. La separó casi a la fuerza de la multitud. Y ya no supo nada más. Su mente había quedado a oscuras.
La más bella flor que crecía en el jardín de los padres de Rosita, fue arrancada de raíz y metida en un cuenco de plástico.
Y ahora se encontraba en este cuartucho, completamente desnuda... Le dolía la cabeza. Temblaba de miedo y de frío. Siguió golpeando la puerta y gritando con todas sus fuerzas, pero nadie acudía. Llegó a pensar que estaba soñando.
-¡Esto es una pesadilla! --gritó en voz alta para darse ánimos--. ¡Me llamo Rosa! ¡Mi padre es médico y mi madre profesora del instituto! ¡Soy hija única! ¡Ellos me quieren muchísimo! --Se pasó las manos por la cara, nerviosa--. ¿Me han raptado? ¿Por qué a mí? ¡Estoy secuestrada! ¡Papááá!
Y estalló en lágrimas, temiendo que esta última posibilidad fuera la verdadera.
Gotas de lluvia quedaron prendidas entre los pétalos de las rosas de todos los jardines.
La puerta se abrió de golpe, y una brutal figura de mujer, con un pedazo de manguera en la mano, entró y cerró dando un estampido al tiempo que lanzaba un grito terrible que la hizo estremecer.
-¡¡¡Cállate!!! ¡Estás armando mucho escándalo! ¿Sabes, estúpida? ¡Ahora mismo te voy a calmar los nervios! --Y sin más le descargó un par de golpes utilizando la manguera como porra.
-¿Quién es usted? ¿Por qué me pega? ¡¡¡Papááá!!! ¡Socorro! --protestó la joven, cubriéndose la cabeza con las manos ante aquella inesperada avalancha de golpes.
Los tallos de las rosas tienen espinas y son muy dolorosas cuando pinchan. La niña se defendió como pudo lanzándose por sorpresa contra aquella fiera. La arañó en la cara y en el labio inferior, del que brotó sangre, al tiempo que, con la otra mano, le tiraba con todas sus fuerzas de los pelos.
La corpulencia de la mujer era cinco veces la suya. En un instante se vio retrocediendo por un tremendo manotazo. Chocó contra la pared, y, de rebote, cayó de nuevo en la hamaca de plástico. Con inhumada crueldad, la manguera rebotó en sus carnes decenas de veces dejando trazos en todo su cuerpo en forma de rosas rojas. Todo quedó borroso y tambaleante en su mente.
Aquello tenía que ser una pesadilla.
No supo cuánto tiempo permaneció inconsciente. Le dieron a beber un licor muy fuerte, que la hizo toser. La obligaron a tragárselo. Al rato pareció que recuperaba el aliento. Seguía llamando a sus padres, aunque con una vocecita apenas audible. Tenía los labios hinchados. Le dolía todo el cuerpo. Le retumbaba la cabeza. A través de la neblina del llanto que empañaba sus hermosos ojos castaños, vio a unos hombres mirándola con descaro. Instintivamente trató de cubrirse con las manos.
-Esto te ha pasado por ser una fierecilla --oyó que decía uno de ellos, con voz autoritaria.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? ¿Me han secuestrado?
Su bello rostro no podía expresar más espanto. Y se encogía sobre sí misma en la estrecha hamaca, como si intentara huir de aquellos criminales.
-Aquí estás entre amigos, pequeña. Este es un yate de lujo. Estamos haciendo un crucero de placer. Tú, lo único que tienes que hacer, es obedecer. Haz todo lo que te digamos y te sentirás a gusto entre nosotros.
-Quiero irme con mis padres... --consiguió decir la joven, entre lágrimas.
-No te pongas estúpida porque entra Panchita con la manguera, y ya sabes cómo es de bruta... Ahora vas a hacerme feliz. Me gustan las niñas con temperamento... --Y empezó a quitarse los pantalones.
-¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡Socorooo!!! ¡¡¡Papááá!!! --.Se cubrió con las manos, dándose la vuelta. Intentó huir hacia ningún lado. Tiritaba de miedo.
La rosa es el símbolo de la virginidad.
-Sé obediente y no te pasará nada. ¡Vamos, vuélvete hacia arriba! --rugió, dándole la vuelta--. Te voy a enseñar a hacer el amor, para que hagas felices a los hombres. Ya verás cómo te va a gustar... Te voy a dar la primera lección...
-¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡Papááá!!! ¡¡¡Socorrooo!!! ¡¡¡Por favooor!!!
La bofetada que recibió la dejó muda. Un viento caliente quemó la rosa. Los pétalos se marchitaron. La flor se deshojó.
Las manos de la joven tocaron en el suelo una botella rota. La sujetó fuertemente por el gollete, y con una rabia inusitada, la estrelló contra la cara de aquel tipo ruin.
Fue como si las dolorosas espinas de cien tallos de rosales se le enrollaran en la cara y en el cuello, y, al tirar fuertemente de ellas, le abriera surcos en la carne. La botella de vidrio roto le produjo múltiples cortes de donde manó sangre en abundancia.
El cobarde la soltó de inmediato, gritando de dolor. Su expresión era diabólica. Se llevó las manos al rostro y, viéndoselas ensangrentadas, estalló en palabrotas, emprendiéndola a golpes con la infeliz criatura.
De nuevo Rosita perdió el conocimiento. La flor estaba siendo pisoteada. Cuando volvió en sí, había vomitado sangre. Estaba hinchada, demacrada, dolorida, asqueada. La llevaron a rastras hasta un baño. Allí la ducharon con agua fría. Ella volvió a entornar los ojos, como si despertara de aquel mal sueño.
-Esta chica es un problema. Va a traernos complicaciones. Su desaparición está armando un gran revuelo. La policía la está buscando por todos los rincones. La tele y la radio no paran de hablar de ella... Mejor será que se la entreguemos al moro a cambio de marihuana. Así que la marcamos en la nalga con la "M", y listo. Cuanto antes nos deshagamos de ella, mejor.
La noticia de que toda la policía la estuviera buscando, sólo confirmaba la certeza de que los horrores que estaba sufriendo, no eran una alucinación. Lloró amargamente, rogando a Dios, sin palabras, que aquella tragedia acabara cuanto antes...
No supo si había transcurrido una hora, un día o una semana. Delante de su desfigurada cara encendieron una cocinilla de gas y colocaron sobre el fuego un hierro largo que acababa en forma de "M". Vio, con ojos espantados, cómo se iba poniendo al rojo vivo. ¡No podía creer que le clavarían aquel hierro candente en las carnes! ¡Se le puso la piel de gallina! ¡Temblaba de pies a cabeza!
Los rosales se balancearon sacudidos por fuertes ráfagas de viento. Los pétalos de las rosas fueron arrancados y esparcidos por todos los rincones. La obligaron a abrir la boca y le atravesaron un palo entre los dientes. Riendo, la brutal mujer le acercó la incandescente punta del hierro a los ojos. Rosita percibió el intenso calor tan cerca, que el pánico dilató sus pupilas, donde se reflejaba la "M" enrojecida. Sus lindos ojos estuvieron a punto de salírsele de las cuencas.
Sin contemplaciones, la volvieron de espaldas. Sus esfuerzos por zafarse fueron inútiles. Cuatro hombres la sujetaban por los brazos y las piernas. Y la sanguinaria mujer le aplicó, con saña, el hierro hirviendo en la nalga.
Un electrizante dolor tensó todo su cuerpo. Sus músculos y tendones parecieron chirriar. Crujió la carne abrasada por el fuego y echó humo revirándose la piel mientras el enrojecido hierro se introducía más y más en sus carnes blandas. Su nalga derecha se convirtió en una enorme rosa púrpura. La insoportable tortura se expandió más allá de la resistencia de aquel frágil cuerpo de niña y se prolongó en las más insondables entrañas de la tierra. Su lengua, doblada por el palo atravesado en la boca y aprisionada por el alarido de dolor, le taponó la garganta y se asfixió.
Un violento espasmo estremeció el cuerpo de la criatura. La rosa se tornó de color negro. Y, como una granada de guerra, le estalló dentro del pecho el corazón de dieciséis añitos. Sus hermosos ojos de color castaño quedaron abiertos para siempre con una expresión de insoportable dolor.
.¡La has matado! ¡Bruta! ¡Maldita seas! ¡Está muerta!
Ya era noche cerrada cuando subieron el inerte cuerpo de la joven a cubierta. La luna, pálida, que lo miraba todo, pareció avergonzarse y se escondió tras unas nubes negras, cargadas de agua. Los criminales enrollaron una gruesa cadena de hierro a su cintura, la pasaron luego por las piernas y la aseguraron con un candado. Luego añadieron una pesada ancla al extremo. Entre los cuatro la tiraron por la borda.
El cuerpo de Rosita se hundió en las profundidades marinas. Atravesó grietas de placas tectónicas, sin rozarlas, y continuó su viaje hacia las zonas abisales, desde donde, quizás, algún día, vuelva a la superficie convertida en sirena.
El cielo lloró. Una llovizna persistente lo cubrió todo. Con las gotas de lluvia, cayeron millones de pétalos de rosas, blancos, rosados, rojos, amarillos. Pétalos perfumados que flotaban en el aire. Caían lentamente, bailando al compás de una armoniosa música de rock. Y se posaban suavemente en las inmóviles aguas del mar que se habían convertido en una lápida de mármol.
De pronto, arreció la lluvia con fuerza inusitada. El yate quedó a oscuras. En el mismo instante, todas las baterías de a bordo perdieron la energía. Intentaron acelerar los motores para alejarse cuanto antes del lugar del crimen, pero el barco no se movió. Las tres aspas de la hélice habían caído también, como pétalos, al fondo del mar, arrastradas por las cadenas que rodeaban el cuerpo de la joven. Asimismo, el timón, incomprensiblemente, había quedado muerto. Instalaron entre palabrotas los dos motores auxiliares fuera borda. Pero misteriosamente, éstos también se negaron a obedecer.
Siguió lloviendo torrencialmente. El mar se encrespó de manera súbita. El yate de lujo fue arrastrado, sin control, por las olas que se encabritaban cada vez más. Intentaron comunicarse por radio con la estación terrestre, pero la emisora permaneció muda. Las llamadas por teléfono móvil también resultaron inútiles. Una fortísima corriente arrastraba el barco hacia un acantilado donde el mar rebotaba furioso. Una enorme ola lo encalló violentamente entre dos rocas, rompiéndole la quilla y los compartimentos de agua potable y víveres.
Aquella rocas marinas estaban infectadas de cangrejos rojos, con pinzas como tenazas. Como si de un abordaje pirata se tratase, invadieron el barco naufragado y atacaron a sus tripulantes. Al principio, éstos se defendieron aplastándolos y blandiendo cualquier objeto que encontraban a mano. Pero de las rocas surgían miles y miles de cangrejos que continuaron acosándolos. Los hombres se pelearon entre ellos, mientras huían en busca de los últimos resquicios, para no ser mordidos por los voraces crustáceos. Pero éstos se colaban por las aberturas más inverosímiles, persiguiéndolos.
Al día siguiente, un grupo de medusas, provistas de largos tentáculos de picada muy dolorosa, se arremolinó en torno al barco naufragado y acariciaron a los tripulantes con sus rejos. A los gritos de dolor, se sumaron el graznar de una bandada de aves marinas que sobrevolaron la cubierta medio hundida y los picotearon por todo el cuerpo, en su intento por pescar cangrejos muertos.
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Los carteles de la joven Rosa desaparecida, podían verse en todos los medios de comunicación, esquinas, comercios y escaparates. Estaban alerta los equipos de emergencia, la guardia civil, policías especializados, bomberos, voluntarios, vecinos, amigos, alumnos y familiares... Todos la buscaban, volviendo al revés hasta las piedras, en busca de alguna pista.
Los familiares de los tripulantes del yate de lujo, habían alertado a las autoridades, tras haber perdido todo contacto con sus seres queridos. Un helicóptero de Salvamento Marítimo descubrió los restos del naufragio días más tarde.
Rescataron a sus ocupantes, moribundos. Milagrosamente, ninguno de ellos había perecido. Fueron trasladados de urgencia al Hospital Universitario e intervenidos quirúrgicamente.
La particularidad que más sorprendió a los cirujanos fue la de que todos ellos ofrecían síntomas similares. Los cangrejos les habían atacado en las cuencas de los ojos, dejándolos casi ciegos. Asimismo, las orejas, nariz, labios y lengua, ofrecían horribles mutilaciones. También sus partes genitales habían sido devoradas. Mostraban, además, gravísimas mordeduras por todo el cuerpo que dejaban, en todos ellos, algún hueso libre de carne. Tendones y músculos de piernas y brazos colgaban de las articulaciones.
Pasaron meses ingresados en la unidad de cuidados intensivos. Todos ellos entubados. Sus vidas se habían convertido en un atroz sufrimiento, en un verdadero infierno. Por una inexplicable razón, la morfina, los sedantes y calmantes que les administraban contra el dolor, no resultaban eficaces. Los dolores acribillaban sus cuerpos como si tuvieran clavadas un millón de espinas de rosales. Un millón de veces desearon morir.
Pero la fragancia de las frescas rosas rojas aterciopeladas de varios rosales que crecían llenos de vida en el jardincito exterior, se colaba por las ventanas de sus habitaciones, y parecía insuflarles vida. Sus negros corazones siguieron latiendo, hasta alcanzar las constantes vitales.
Cuando recibieron el alta del hospital, parecían monstruos salidos de una película de terror. Estaban cojos y mancos. Les faltaban dedos en las manos y en los pies. Intentaban hablar y les salían sonidos guturales. Además, apenas veían. En sus oídos se había instalado un molestoso ruido de cadenas que resonaban en sus cerebros cada vez que hacían el menor movimiento de cuelo. Y el delicado perfume de las rosas les provocaba alergias.
Fueron conducidos directamente ante la justicia y declarados culpables por homicidio con ensañamiento. Reconocieron los hechos acusándose unos a otros. Todos sus bienes y cuentas bancarias personales y familiares habían sido confiscados, desde el momento en que la policía encontró en uno de los compartimentos del yate, las ropas que vestía la joven Rosa, aquella triste noche del viernes, cuando uno de ellos decidió arrancar la más hermosa flor del jardín, sin tener en cuenta que el tallo de la rosa tiene espinas.
Marcial16 de junio de 2011

1 Recomendaciones

13 Comentarios

  • Agora

    MARCIAAALLLL !!!!
    dios!!!! la rosa, las espinas... ay ay... me has dejado muda, encogida... es tremendo, absolutamente tremendo!
    y tu forma de narrar... cada hilo del tallo de la rosa, la crueldad extrema... impecable el autor, admirable... y... uf... tío!...
    ahora no puedo opinar mas, estoy acongojadaaaaa....
    un abrazo enorme!! sin ni una sola espinita! ni una!!!

    16/06/11 10:06

  • Laredaccion

    Tremendo relato, Marcial. Me ha parecido el argumento de una película, perfectamente podría serlo, con un final amargo pero justo.
    Por desgracia, en la vida real, muchas son las rosas arrancadas de cuajo por manos asesinas que quedan sin castigo.
    Te felicito por la ejecución del trabajo, me ha gustado los intervalos que haces entre la narración de los hechos y las imágenes poéticas.
    Un saludo.
    Esteban.

    16/06/11 10:06

  • Angy1

    Holaaaaaaaaaaaaaaaa, vos me preguntabas donde andaba acá estoy.
    Es tarde ahora, pero prometo venir a leer. ¿Te acordás de mi? Saludos

    17/06/11 04:06

  • Agora

    Marcial, lo vuelvo a leer y me quedo idem de acongojada... lo que te dice Estaban de que sería una peli de las buenas es muy cierto... joder joder!!! me vuelvo a quedar pegada a las rosas...

    17/06/11 10:06

  • Luisrafael

    Por favor, no se te ocurra jamás convertirte en un asesino sádico. Esa imaginación tuya lo empeoraría todo para tus víctimas y familiares. Haces mucho más bien a la humanidad como escritor.

    18/06/11 03:06

  • Marcial

    Gracias Luis Rafael
    Ha veces los personajes creados parecen tener vida propia y se vuelven incontrolados. Te juro que es verdad. En principio, yo no pensaba que la chica muriera. Pero luego, después de haber sido violada y maltratada, piensa uno qué secuelas psíquicas quedarán en su mente para siempre...
    La propia naturaleza se encargó de hacer justicia.
    Un saludo cordial. Marcial

    18/06/11 08:06

  • Luisrafael

    La calidad del cuento desde luego está fuera de toda duda para cualquiera que lo lea, incluso para mí. Pero tu sentido de la compasión es enternecedor, la verdad, jajjajjjaj
    Un abrazo, amigo.

    19/06/11 10:06

  • Angy1

    Como te dije volvía, ahora si leí, y cómo. Me encantó, sos un gran relator de escenas, me llama la atención que hasta en el título le ponés el toque,. Excelente como siempre, saludos.

    19/06/11 07:06

  • Marcial

    Gracias Angy
    Eres un encanto. Siempre palabras dulces para todo el mundo.
    Un beso muy fuerte. Saludos cordiales. Marcial

    19/06/11 07:06

  • Voltereta

    Un texto interesante, un principio muy realista con un final bastante aproximado a la ciencia ficción, pero tiene su mensaje, podríamos decir que casi es como una parábola.

    Una narrativa muy aceptable, habrá que seguir leyéndote.

    Un saludo.

    19/06/11 09:06

  • Marcial

    Hola Voltereta
    Gracias por leerme y encontrar interesante lo que escribo. Después del brutal crimen cometido, la naturaleza se iba a encargar de castigar a los asesinos. Simplemente pretendo entretenerme cuando escribo. Y si gusta, me doy por muy satisfecho.
    Gracias de verdad. Saludos cordiales. Marcial.
    Ahora voy a leer algo tuyo, ya.

    20/06/11 08:06

  • Antares

    mi querido Marcial, los relatos tan largos me joden, pero los tuyos tienen su magia y atrapan, me has hecho llorar con tus cruentas palabras en este relato, no te niego me dio piedra cuando comenzaste con la fantasía de los cangrejos pero me deje llevar de las imágenes y de la ley de causa y efecto y entonces comprendí que nada se queda sin justicia, tus metáforas, filosofías, la manera como relacionas el contenido y cada escena con las rosas, me ha impactado y gustado demasiado.
    Un beso lleno de imaginación

    03/07/11 10:07

  • Lasombra

    Hola Marcial, veo que lo escribiste hace mucho tiempo, yo te conocido hace un par de dias y me gustan muchos tus relatos.
    Este me encanta con la fantasia incluida.
    Te seguire leyendo.

    28/03/18 04:03

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