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El Castillo de Naipes (parte 2)

- Un perro salvaje o un lobo.

- Pues por eso ¡¡ ja, ja, ja !! pedazo de perro, es un tronco caido de unos setenta kilos.

Tras mirar que era cierto, se rieron los dos; a partir de ese momento por lo menos pudieron hablar de una forma más natural con bromas referentes al tronco. Así llegaron a las tiendas donde se separaron y cada cual se metio en la suya.

Andrés, Juan y Oscar estaban preparandose para salir cuando Samuel entraba; le preguntaron si salía con ellos, que se dirigían a la piscina habían quedado con unas chicas allí. Él les contestó que se iba a acostar por lo que se iba a acostar por lo cual salieron sin el en esa dirección. La piscina estaba cerrada, la rodeaba una pequeña alambrada que, saltaron sin ninguna dificultad. Desde luego no era una piscina para los juegos olimpicos pero, para la categoría del camping estaba aceptable. Tenía unos ocho metros de largo y poseía unas mesas de jardín con sus correspondientes sillas de color blanco repartidas sin orden y un pequeño bar, donde la gente se podía cambiar en una especie de probadores.

En una de esas mesas estaban las chicas esperándolos; Cris les saludó con las manos para llamarles la atención, algo innecesario ya que estaban solas,al estar su vera tuvieron que coger sillas de otra mesa,para sentarse en círculo. Después de las oportunas presentaciones, reinó el silencio durante un rato.

- ¡ Ha muerto Pepito grillo ! – soltó Elena para intentar romper la tensión.

- Podríamos jugar al juego del “Rey” – propuso Andrés.

- ¿ De qué va ? – preguntaron a la vez Susana y Cristina.

- ¿ Sabeis como va el juego de beso, consecuencia, atrevimiento, verdad ? – preguntó Ivan.

- Sí lo sabemos – contestó Elena – pero, ¿en qué se diferencian ?

- En este, el que manda es el “Rey“ – explicó Oscar – es como la madre en ese juego de verdad sólo que en este solo puede mandar una cosa en cada ronda pero,no por los nombres sino por números.

- ¡ Ah ! así nunca sabe a quien le toca hacer lo que manda – pensó en voz alta Susana.

- Exacto – prosiguió Andrés tomando la palabra – solo que lo que el “rey” dice es ley y se tiene que obedecer sino, esta en su derecho de castigar a quien se niegue.

Las chicas, se lo pensaron antes de aceptar, cuando lo hicieron pusieron varias condiciones a saber. Uno, no se podía pedir algo guarro o erótico y dos si no se quiere hacer algo pues no lo haces y en paz. Los chicos aceptaron las condiciones sin rechistar, habían previsto algo así y tenían un plan para salirse con la suya. Era arriesgado porque igual acababan ellos mismos sin ropa pero, era un riesgo que estaban dispuestos a correr. Hicieron unas tarjetas numeradas del uno al cinco y una sexta con la palabra Rey, las barajaron y las pusieron de forma que cada uno pudiese coger una pero, sin ver lo que traían.

- ¡ Y aquí está el Rey ! – exclamó Andrés – que el número dos haga diez flexiones delante mio.

- ¡ Uy ! – se le escapó a Susana – no sé si podré hacerlas es demasiado esfuerzo.

- ¿ Y por qué tiene que ser delante del Rey ? – preguntó Cris.

- Buenoo, no tiene que ser delante mio – condedió el rey guiñando un ojo.

Susana, al final obedeció e hizo las flexiones, aunque las cuatro últimas le costaron un gran esfuerzo. Iba vestida con una minifalda bastante corta y un sueter sin mangas.

- ¡ Que movimientos más sexis ! – exclamó Oscar.

Ella de inmediato, se levantó y con vergüenza se tapó la parte trasera de la falda. A la par que, con el gesto fruncido llamó guarro a Andrés y le sacó la lengua.

- Así que lo que querías era ver el movimiento de su culo – dijo Elena con una sonrisa irónica.

Recogieron las tarjetas, las volvieron a barajar y a cogerlas otra vez.

- Ahora, yo soy el “rey” – exclamó Iván – y quiero que el número uno... – todos lo miraban con espectación – le haga cosquillas al cinco.

Las horas pasaban volando y según iban pasando, el juego se iba caldeando por minutos. Ya se habían pasado entre uno de los chicos y una de las chicas un chicle boca a boca e incluso Cristina estaba en braguitas y Elena sin sujetador, el cual estaba sobre la mesa. Lo malo era que Andrés e Iván estaban en canzoncillos aunque aun así se lo estaban pasando bien.

- Buenoo, las ultimas rondas, ¿ okis ? – advirtio Andrés – que ya queda poco para que esto abra. Y no queremos que nos pillen aquí.

Con un grito de vale, se dispusieron a seguir con el juego. Repartieron otra vez las manoseadas tarjetas, esta vez le tocó ser “rey” a Oscar.

- Que el número tres dé un masaje en el pecho al cuatro.

- ¡ Uy ! – exclamó Susana enseñando el número cuatro de su tarjeta.

Los chicos desesperados miraron y remiraron las suyas con la esperanza de tener la del tres. Pero, finalmente fue Cristina quien enseñó la suya con el número deseado por Andrés, Iván y Andrés por lo que Susana suspiró bastante aliviada.

- ¿ Prefieres que te los toque por delante o por detrás ? – preguntó Cristina.

- Me da igual ¡ mmm ...! por detrás mejor – y se sentó encima de las rodillas de su amiga.

Con los dedos índice y corazón Cris, empezó a toquetear suavente por la zona de los pezones, aumentando poco a poco la fuerza y la velocidad.

- Soy una viciosa de los senos – le susurró a Sususana al oido - ¿sabes?

Ahora, las tenía enteras en sus manos había metido sus manos bajo su camisa y las continuaba manoseándolas ritmicamente haciéndolas girar en círculos a la vez que le jadeaba a la oreja de su amiga.

- ¡ Basta ! – gritó Susana a la par que, con las dos manos la apartaba de detrás suyo con tanta fuerza que la tiró al suelo.

- Me parece que me pasé un poco, ¿ no ? – dijo Cris sacando la lengua y sonriendo al levantarse.

Ivan, Andres y Oscar que habían visto toda la escena sin perderse detalle, estaban tan escitados que no se podrían haber levantado para que no se les notase el bulto de los pantalones. Casi les había merecido la pena haber jugado a esto solo por poder ver ese pequeño hacer entre las dos amigas. En la última ronda le tocó ser “rey” a Susana quien, quería tomarse su venganza por lo que le había echo Oscar, a quien le vió el número de casualidad.

- Que el número uno se bañe desnudo en la piscina- exclamó.

Oscar era el que aún llevaba todas las prendas de ropa, se sorprendio, no pensaba que que fuese posible que le mandasen algo así.

- Os estais pasando – protestó Iván – no hay porque pasarse.

- ¿ Y lo del magreo de antes ? - recordó Elena - ¿ lo de que me quitase el sujetador ? ¿y Cris en bragas ?

Cristina y Susana hicieron piña con Elena y no había manera de hacerlas cambiar de opinión, se les veía en la cara que no pensaban dar un paso atrás.

- Buenoo – dijo el rey que, de refilón había visto las tarjetas de sus amigas – que se bañen desnudos el uno, el tres y el cinco.

Resignados, los tres se quitaron toda la ropa. En el caso de Oscar tardó algo más pues tenía toda su ropa, dejándola encima de la mesa y saltando al agua de la piscina . Al levantar las cabezas del agua vieron como las chicas saltaban la vaya, llevando consigo sus ropas.

- ¡ Devorvednos la ropa ! – gritaron los tres a la vez, mientras salían corriendo del agua.

Pasar la vaya vestidos, no era lo mismo que hacerlo desnudos por lo que cogieron una de las mesas para perseguirlas. Corrieron lo más rápido que podían teniendo en cuenta las piedras ocultas entre la hierba y los hoyos, ya las habían perdido de vista pero, Iván recordaba donde estaban sus tiendas, hacía de guía.

- ¡ Alto ahí ! - les gritó la vigilante, ellos se taparon con las manos las partes – sabeis que está prohibido bañarse desnudos en la piscina, ¿ no ?

- Sí – contestó Andrés – pero, nos robaron la ropa.

- ¿ Y quien me dice a mi que no me estais mintiendo? – preguntó mirando con ojo crítico - ¿ los habeis visto ?

- Claro que sí – costestó Oscar - fueron tres chicas.

- ¿ Y hacia donde huyeron ?

- Creemos que se han ido a sus tiendas – dijo Iván.

- Y claro, sabeis donde estan, ¿ verdad ?

- Nos dirigíamos a ella cuando nos dio el alto.

- Os acompañaré hasta allí.

Bien, pensaron que con la vigilante ellas no tendrían más remedio que devolverles la ropa; aunque el marrón que nos hicieron comer, clama venganza. En menos de cionco minutos estaban enfrente de la tienda, la vigilanta tras asegurarse si estaban seguros de que era esa les preguntó. Llamó la atención de las personas que estaban dentro para que saliesen, de la tienda vestida con un pijama de verano con ositos estampados salió Maria a quien sólo Iván conocía.

- ¿ Qué pasa ? – preguntó conteniendo un bostezo y estirándose - ¿quienes son estos chicos ?

- ¿ Es ella una de esas tres ?

- No – contestó Iván – es una amiga suya.

A la vigilante, esto le parecía una broma de mal gusto o se estaban quedando con ella, se iban a enterar estos malditos mocosos.

- Que salgan las otras – ordenó.

Salieron las otras tres vestidas también en pijama, despeinadas y bostezando; al verlos reaccionaron como si no los conociesen y les resultase raro verlos desnudos.

- ¿ Qué pasa ? – preguntaron a Maria.

- No lo sé, aun no me lo han dicho – contestó con el enfado de quien tiene mal despertar.

- ¿ Son estas tres ? – al ver que asentían con la cabeza, prosiguió - estos tres chicos afirman que Uds les han robado sus ropas.

- Eso es imposible – contestó Sandra – venimos de dar una vuelta por el pueblo sobre las doce e íbamos a ir al castillo por la mañana temprano por lo que estábamos durmiendo.

- Mentira, fueron ellas – gritó Iván fuera de si –ya nos podeis devolver la ropa cabronas.

- Bueno, les pido perdón por las molestias y que descansen – dijo a la vez que sujetaba al exaltado que casi había saltado a por ellas – esta es una advertencia seria – y empujó a Iván para que se quedase con sus amigos – No sé que lios os traeis con esas chicas pero, espero no volver a saber de vosotros por vuestro bien,ya que habeis cometido una falta grave contra las reglas del camping al bañaros desnudos y cuando la piscina esta cerrada, la proxi ma vez os echaré y me quedaré con la señal, buenos días.

Resentidos, les llevó hasta sus respectivas tiendas. Bajo la atenta mirada de algunos de los campistas más madrugadores que se preguntaban que hacían tres jóvenes desnudos paseandose por ahí. La venganza tenía que ser sonada, pensaron cada vez más ofuscados; cuando entraron en la tienda iban a ser las nueve, intentaron no hacer ruido para no despertar a su amigo.

- ¡¡ Vaya, como vais a dar una vuelta !! – exclamó Samuel – muy originales las ropas ¡¡ ja, ja, ja !!

- Metete tus bromitas por el culo – grito Oscar y dicho esto se echaron a dormir.

Samuel salio de la tienda antes de que se le ocurriese otra broma y se enfadasen de verdad y llamo a Laura con la que salieron las otras tres. Este les propuso hacer la ruta al castillo ese día, Paula miró de reojo a Laura como diciéndole que se acordase de lo que habían hablado el día del billete. Entonces, le dijeron que mejor lo dejaban para por la tarde sobre las doce, que esa mañana tenían unas cosas que hacer, él se despidió de ellas y se fue a dar una vuelta.

Esperó a las once para ir a la tienda y llamar a Oscar, quien estaba medio dormido. De mala gana accedió a ir con su amiga a dar una vuelta, aun llevó una mayor sorpresa al ver que dirigían a la sombra del pequeño bosquecillo y ver a Paula sentada esperándoles. Enseguida se arrempintió de no haberse puesto más que el bañador y una camiseta interior,porque allí hacía algo de frío y le daba a la nariz que aquello iba para largo.

- Buenoo, yo me marcho, que quedé

- ¿ Tan pronto ? – preguntó Paula la cabeza de Andrés iba de una a otra, parecía una emboscada.

- Si, tengo que cambiarme de ropa para el paseo. Animo, Paula y tú no te pases con ella.

Andrés no sabía si marchar, dejandola ahí y seguir los pasos de Laura pero, la curiosidad le pudo más. Ya se vengaría si era una encerrona como tenía toda la pinta de ser.

Ella estaba callada y miraba al suelo sin atreverse a hablar ni a moverse, reuniendo el valor para hacer lo que quería. Sabía como se lo diría, lo había practicado mentalmente esto infinidad de veces pero,su garganta estaba demasiado seca y los labios pegados.Parecía que su cuerpo la estaba traicionando cuando le parecía que más necesitaba que le ayudase, su corazón latía demasiado rápido y le parecía que un momento a otro comenzaría a sudar.

- Hace un poco de frío, ¿ no ? – dijo Andrés mirando al cielo para romper el hielo.

- La verdad es que tienes razón.

- ¿ Podemos dar una vuelta por donde da el sol ? – estaba empezando a tiritar – es que tengo un poco de frío.

- Okis, ¡ ja, ja,ja ! no me había dado cuenta de que ibas con tan poca ropa, perdona.

Pasearon bordeando la sombra porque a Andrés le parecía que fuese lo que le quisiera contar le iba a costar trabajo y a estas alturas la curiosidad le estaba comiendo por dentro pero, le cansaba que la gente diese tantos rodeos para contar las cosas, ¿ por qué no podían ser directos ? parecía que les gustase eso de complicarse la vida de esa manrea. No por rodear más iban a conseguir una respuesta diferente a si lo hiciesen directamente ¿ cuándo se darían cuenta de esto la gente ?

- Hay una cosa que te quiero decir desde hace tiempo – le interrumpió los pensamientos – y como sé otra manera de decirlo – le dio un beso de forma torpe y ràpida..

Andrés sorprendido y tapandose la boca retrocedió unos pasos. No se esperaba algo así, lo había tomado por sorpresa. Al levantar la cabeza, ella se alejaba cabizbaja, parecía triste y deprimida; sin saber porque se vio corriendo detrás suyo y agarrandola del brazo la giró y la tomo para sí, besandola él esta vez. Pero, Paula lo dejó frío cuando le pegó un cachete.

- Yo te quiero – le dijo sonrojada – pero no estoy dispuesta a que jueguen conmigo, ¿ te gusto o no ?

- No lo sé, nunca pense en ti de esa manera. Me caes bien, nos divertimos juntos, ¿no te vale con eso ?

- No porque quiero una respuesta, algo a que atenerme.

- Es que así ... de repente...- bajo la cabeza por primera vez no sabía que decir y eso lo ponía nervioso.

- Piensatelo entonces, chao – y le dio la espalda para marcharse.

- Espera – gritó – es que es tan repentino que me he echo un lio, mañana te doy una respuesta, te lo prometo.

- Okis, pues hasta mañana – y se fueron los dos cada uno por un lado.

Cuando Laura apareció por la parada del autobus, se alegró de estar a solas con Samuel y de que este no hubiese decidido ir solo, al final. El bus, llegó con cierto retraso y al hacerlo se quedaron los dos asustados, desconfiando de su seguridad. Como el pueblo había sufrido cambios debido a la modernización de cara al turismo, esperaban un vehículo un poco más moderno. El susodicho era una especie de guagua de colores azúl y blanco, con descolchones en la pintura y oxído por donde faltaba esta. Al parar, los frenos chirriaban como si estuviesen gastados, los asientos eran a sus ojos reliquias polvorientas de cuero marrón con pintadas de rotulador y rotos aquí y allá.

El camino fue corto, cuesta arriba y con incontables curvas casi por milagro, pensaron, acabaron en el aparcamiento pues, parecía que al autobus le faltaba la potencia necesaria para subir la empinada cuesta. Apenas había gente o eso daba a entender el que el parquing estuviera casi vacío. El castillo era una mole de roca, del cual se conservaba, por desgracia solamente el cascaron. A la entrada había un cartel que explicaba un poco la historia de la fortaleza, esta había sufrido varios saqueos de los lugareños que buscaban sus piedras para la construcción de sus casas. Pero, que en diferentes épocas algunos proyectos de reconstrucción junto a donantes anónimos habían ayudado o reconstruido hasta lo que tenían delante. Había diferentes nuevos proyectos para recuperar las piezas de una pequeña iglesia y cosas por el estilo pero, se aburrieron de leer.

Subieron a una de las torres mejor conservadas. Los escalones eran unos más anchos que otros y con distintas alturas lo que dificulta y hacía más cansada su ascensión. La primera sala era una basta extensión para lo que era por fuera la torre, con suelos de piedra, antorchas en las paredes, candelabros colgados del techo con velas casi terminadas, desgastados y descoloridos blasones al lado de una chimenea doble y algún mueble de estilo arcaico. Así fueron visitando todos los cuartos hasta llegar al torreón propiamente dicho, la vista desde allí era digna de ser contemplada, ya que ofrecía la paronámica de los tres valles de la zona.

- ¿ Viste algo que te ayudase a recordar tus sueños ? – preguntó Laura, en un momento que estaban apartados de la poca gente del grupo.

- Sí pero, solo pequeños flases de mi – ocultó que también estaba ella- dirigiendome a una parte del castillo.

- ¿ A cuál?

- Cuando se vaya el autobus y la gente iré.

- A mi no me nombraste, ¿ puedo ir contigo ?

Se encogió de hombros, claro que lo deseaba pero, no sabía si le diría algo o solo la llevaría a la torre que tenían a su espalda. Que era a donde se dirigían en sus sueños, en esto el grupo se reagrupó y los acompañaron por los escalones hasta el aparcamiento.En el momento justo, se apoartaron del camino y se ocultaron del resto de la gente hasta que el bus se marchase, quedando solos.

- ¿ En que dirección vamos ?

- A la zona sin reconstruir.

No había gran cosa en esa zona quitando los restos de artos y de otras plantas que eran quitadas con bastante esmero por los cuidadores del monumento y los bloques de piedra amontonados por doquier. De un cuarto solo quedaban tres paredes mas, había algo que les llamaba la atención, golperaron los bloques macizos con los nudillos hasta que dieron con un grupo que eran de cartón-piedra que formaban una especie de trampilla. Entre los dos la movieron, parecía menos pesada de lo que parecía, volviendola a colocar como pudieron al entrar.

Cuando quedaron a oscuras Laura sentió la tentación de agarrarse a Samuel, tenía miedo a los lugares oscuros desde pequeña. Por suerte Samuel había traido un par de linternas con el y le pasó una. Unas escaleras del mismo estilo que las del castillo descendían al interior de la montaña, dudaban de que puediera haber sido, estaban entre las arcas o una pequeña prisión por la poca decoración y por los retorcidos hierros. La sala a la que desembocaban los peldaños podría llegar a tener unos cincuenta metros, tenía partes remodeladas con rejas para dejar entrar el aire, una pequeña y rudimentaria instalación eléctrica de florescentes. Aquí deben de guardar algo de forma ilegal, pensaron los dos.

- Busca en esa dirección que yo lo haré por esta – le ordenó a Laura.

Laura estaba asustada, al principio le pareció que los sueños de su amigo tendrían una sencilla explicación como suele suceder muchas veces. Una especie de coincidencias como las profecías de Nostradamus que, al ser cambiadas por culpa de las erratas algunas palabras daban a sus textos otro significado pero, esto superaba todo eso con creces. Sus pesadillas de Samuel eran mucho más reales de lo que le gustaría, la realidad se imponía ya no parecía posible hablar con él de lo pasado en el tren como tenía pensado. Suspirando, se apoyó contra la pared, primero no lo vió pero,después retrocedió de un salto.

- ¡ Samuel, ven ! aquí hay algo escrito.

Como raspado en la pared habían grabadas unas líneas que rezaban >. En la base de la pared había un esqueleto, del que se distinguían el pelo rubio ceniza y su ropa corroida por la humedad de la sala; ella sintió un ataque de nauseas, no pudiendo contenerlas y devolviendo bilis, él haciendo acopio de todo su aguante no lo hizo solo quedo con cierto color azulado. Puso la mano sobre el hombro de su amiga para intentar ayudarla a pasar este mal trago y de paso para intentar sacar de su mente la imagen de esos restos, que por desgracia nunca iba a poder olvidar.

La apartó como pudo de los restos, cosa que costó lo suyo puesto que estaba totalmente paralizada, y le aconsejó que tratase de respirar hondo para tranquilizarse. Ella no sabía como lo podía resistir, lentamente le hizo caso y para ver como lo hacía le miró a la cara. Este tenía la cara desencajada, tez pálida y le prestaba toda su atención para no mirar al cuerpo ni perder el poco control que le quedaba sobre sus nervios.

- ¿ Te encuentras mejor ? mejor nos vamos, ¿ no ? – le preocupaba como estaba Laura y esto se notaba en cada gesto y en sus ojos.

Iba a contestarle cuando, oyeron despreocupados pasos de dos personas bajando por las escaleras a la vez que dos haces de luz de otro par de linternas. Antes incluso de que a ella se le ocurriese contestar tenía la mano de su amigo en la boca, mientras le hacía un gesto para que no hablara ni hiciese ruido alguno. Nervioso, Samuel miró en todas direcciones con gran nerviosismo, su mente no era como su cuerpo que se encontraba paralizado por el miedo y cubierto de una capa de sudor frío sino que trabajaba a contra reloj en busca de una salida, un sitio donde poder ocultarse.

El tiempo apremiaba con gran esfuerzo y descarga de adrenalina quitó las rejas de ventilación. Por fortuna, el conducto era lo suficientemente grande como para entrar en él, aunque fuera a gatas. Casi arrastrandola la introdujo dentro, colocando la las rejas en su sitio y apagando su luz.

- Te juro que vi luces aquí – dijo una voz ronca por el tabaco.

- No ves que por acá no hay ni Dios – respondió una segunda voz, a la par que con un diminuto haz de su linterna esploraba la estancia.

Desde su escondite oyeron unos pesados pasos que iban en su dirección. Los chicos apenas se atrevían ni a respirar por miedo a ser encontrados; si esto pasaba no sabían como acabarían las cosas pero, tenían la certeza de que no saldrían de rositas. Manos enormes cogieron los barrotes de las rejas y con un brusco movimiento las colocaron perfectamente en su sitio.

- Bueno – siguió la voz de esas manos – el sábado acabaremos de una vez.

- Sí, porque al ser el día grande – intervino la otra voz – la policía estarà se concentrarà en el pueblo para controlar los posibles disturbios. Y nos dejaran vía libre para actuar.

- Pero, acuérdate de la ultima vez. Esta vez no quiero ni fallos ni testigos o serás tu quien le haga compañía a este - con una siniestra sonrisa pegó un puntapie al peroné del esqueleto.

- Síii....- dijo la otra voz nerviosa – esta vez no te fallaré.

- Eso espero, porque nos jugamos mucho en esto,no lo olvides. Esa noche iremos a la vieja mansión a preparar la entrega.

Después de hablar de otras cosas en clave que ni Laura ni Samuel pudieron oir y menos entender se marcharon. Estuvieron un rato sin moverse hasta que pensaron que de verdad se habían ido. Tuvieron que juntar sus fuerzas para poder mover la reja tanto para salir como para dejarla de nuevo en su sitio. De puntillas y apuntando solo hacia las escaleras por si estaban fuera salieron, salieron por la trampilla nerviosos.

La luna estaba bastante visisible, por lo que dedujo que ya serían cerca de las nueve de la noche. Habían pasado casi todo el día allí y lo único que sacaron en limpio fue que habían oido cosas que no las tendrían que saber, pensaba ella. Por el camino al camping estaba casi histérica, oiría los pasos y las voces de esos hombres en sus pesadillas y eso si lograba dormir después de ver el esqueleto, solo de pensar en é lle entraban ligeros temblores. No sabía como Samuel lo aguantaba todo sin inmutarse, era como si no fuera para nada la persona que ella creía, ¿ cómo podía aguantarlo ? ¿qué pasó por su mente cuando lo había visto ? eran algunas de las preguntas que le rondaban por la cabeza, en el acto una pregunta se destacó de las demás,una que le quemaba por dentro y que estaba a punto de salir de su boca.

Era un día lleno de sorpresas, pensaba Samuel, primero no pensaba que su amiga fuera a acompañarlo.Imaginaba que al final, se inventaría cualquier escusa por estúpida que fuera para no estar a solas con él después de lo del tren. Y segundo mucho de lo que había pasado le dejó un amargo sabor a deja bu que le erizaba el pelo, todo se parecía a los recuerdos que tenía de sus sueños; en los cuales no quería pensar y menos hablar. Sería como abrir una puerta a sus miedos aunque algunos ya se habían colado por la rendija y todo ello por ir al castillo acompañado de su amiga. Él deseaba que pudiese ser más que eso, se paró en seco, en todo este tiempo no había pensado en eso y su inconsciente led ió las razones por las que tanto temió al estar escondidos.No era por sí mismo sino por ella por la que se esforzó en buscar un refugio, por el miedo a que le pasase algo a quien amaba, después de tanto tiempo.

- ¿ Coincide lo que vimos y oímos con tus pesadillas ? – preguntó Laura,parandose en seco en medio del camino y sacandolo de sus pensamientos.

- N..no – mintió – para nada, ¿ por qué lo preguntas ? – y la miró a la cara extrañado por el tono de su voz.

- Por nada – bajó la cabeza – solo curiosidad.Tengo algo de frío, ¿ me dejas la cazadora ?

Con una mirada cargada de ternura, la abrazó, ella podría haberlo parado con solo decir no pero, necesitaba que la consolaran.. Era algo dulce y agradable que no quería que acabase porque al hacerlo se sentiría sola y abrumada, como quería que ese momento fuera eterno,si pudiera hubiese detenido el tiempo.

Andrés apenas había podido dormir, por una parte estaba la fiesta quería que todos se lo pasaran bien y por otra lo que le pasó la noche anterior con Paula. La verdad es que no estaba mal, a muchos tíos les hubiese gustado estar en su pellejo porque aunque era pelirroja y tenía restos de pecas por la cara esto no le restaba atractivo en absoluto, es más le daba cierto aire infantil, que daban ganas de abrazar y proteger. Pero, a la vez tenía una fuerte personalidad , lo malo era que esa combinación en ciertas personas era mala daba como resultado a hombres y mujeres engreidas y caprichosas.

Esperaba que esta vez no fuera así, no sabía si había sido por que ella se atrevio a declararse o por otra razón que no se atrevía ni a pensar.Estaba a la entrada de la tienda de las chicas temblando de pies a cabeza, ya sabía lo que tenía que hacer pero, eso era una cosa y otra era hacerlo pues creía que ella después de haber dado el primer paso no se lo pondría nada fácil. Iba a llamar cuando ella salió por la cremallera de la tienda.

- Buenos días – la saludó con nervios en la voz.

Paula lo miró de la cabeza a los pies, sonriendo pero con la mirada fría. Alargando el paso, se alejó de él y Andrés la siguió sin saber que pensar , la llamó varias veces y al optener como respuesta silencio se sintió molesto. La agarró por el hombro y le hizo dar la vuelta para obligarla a prestarle atención, en su rostro no había nigún rastro de ternura sino de rabia y le pegó un cachete que no pudo parar.

- ¡ Que te has creído ! – exclamó enfadada – para tratarme así, no somos nada y no tengo porque aguantarte nada.

- P..pero – tenía la mano en la marca de su cara y cada vez estaba más confundido – ¿ no habíamos hablado ayer ?

- Ayer fue ayer y hoy es hoy,así que no me molestes,más pesado.

La vio marchar, paralizado por lo que ahora le estaba pasando por la mente. No, definitivamente no entendía a las mujeres ¿por qué cambiaban tanto de opinión ? se quejaban de que los hombres no tienen suficiente iniciativa y cosas por el estilo, cuando ellas son iguales o peores. ¿ Acaso no se le había declarado ella el día anterior ? ¿ o quizás se lo imaginó ? estaba seguro de que fue real y de pronto se le ocurrió que quizá esa era una forma de hacer que él se molestase e hiciese los próximos movimientos, puesto que ella dió el primero.

- Vaya jodido que lo voy a tener – se le escapó, mientras iba de camino a desayunar con los demás.

En la mesa el ambiente estaba marcado por el intercambio de planes para el día. Todos querían ir a la fiesta de esa noche y hablaban de cosas del estilo de si deberían llevar o no bebida y si se iban a ir cada uno a su bola o a pasar toda la velada juntos. Pero, no todos participaban de estas conversaciones, había varios que estaban pensativos y sin intervenir en el jolgorio general.

Samuel, se pensaba en lo que escuchó a escondidas tras las rejas, en si merecería la pena arriesgarse para ver que era lo que estaban tramando. Por lo que había oido parecía que se metería en un buen lio, si lo hacía pero, la adrenalina del momento siempre le daba alicientes. ¿ Qué sería de la vida sin un poco de riesgo y diversión ? un aburrrimiento se solía contestar, el valor de la vida no se mide por lo que tienes sino por lo que haces con ella y por tus valores y tus acciones.Ya se había ido por las ramas, mierda pensó, iba por...

- Pienso que lo mejor sería llevarnos bebida – intervino Oscar – será mucho más barato, ¿ no ?

- Yo creo que para no cargar sería mejor beber aquí – sugerió Paula.

Andrés no salía de su asombro,cuando miraba a los demás Paula sonreía e incluso era simpàtica pero,en cuanto él abría la boca o le dirigía la palabra la mirada se tornaba tosca y fruncía el ceño.Ya había dado el primer paso al intentar hablar con ella, ¿cuánto más iba a tener que hacer ? no quería estar a solas con él, no le permitía que le dijese nada. Entonces, ¿ cómo iba a conseguir algo ? tenía que pensar en la forma de lograrlo pero, su cabeza ya le dolía de tantas vueltas que le había dado al asunto. Lo que fuera, Dios diría pero, por si acaso él iba a prestarle toda la ayuda que le fuese posible.

- Queda por decidir que bebida vamos a comprar – y levantó los dedos de la mano – vocka, cuarenta y tres, Larios, martini y ...- le dirigió la mirada a Samuel interrogativamente.

- No sé, me da igual – respondio este – no me gusta mucho eso de beber.

- Pero tienes que decir que te gusta – le ordenó Isabel.

- ¡ Mmm ! entonces elijo ponche.

Isabel no paraba de pensar en lo que podría pasar esa noche con Marcelino, era un chico guapo como los que a ella le gustaban. Con el pelo ondulado, ojos profundos, sorisa pícara y un buen cuerpo. La pregunta era, ¿cómo iba a desahacerse de sus amigos para que no la molestasen? podría darles esquinazo en cualquier parte del pueblo e ir con él pero,después, ¿ qué ? tendría que darles explicaciones y lo más importante, ¿ para qué quería estar a solas con él ? era un bollín y todo eso pero, ella tampoco era de las que se dejasen llevar por las hormonas, tenía que sentir algo por la otra persona. Aun así, al verlo había sentido como un vacío en el estómago y esa sensación le resultaba rara, quería volver a verlo aunque fuera para comprobar lo que había sentido.

- Lo mejor sería pillarla y beberla aquí – propuso Isabel – así no cargamos con ella, ¿no os parece mejor ?

- Eso vale para alguno de nosotros, pero para todos no – añadió Andrés – porque tu te emborrachas enseguida y yo no por ejemplo.

Todos se rieron ruidosamente, incluso el que lo había dicho que no era propenso a reirse, se unió al jolgorio. Por fin, después de varios tiras y aflojas se decantaron por poner un bote para comprar la bebida de tarde en la tienda del camping. Con lo cual, cada uno se fue a dar una vuelta.

Paula estaba sentada a la sombra de un chopo, que hundía sus raíces en las trasparentes aguas del lago. Era una delicia estar allí,de vez en cuando le atraía estar sola para pensar. Lo malo era que cuando lo intentaba, sin saber acababa dando vueltas a sus problemas y no en buscar las soluciones que quería. Hoy sólo quería relajarse por lo que se había quitado las sandalias para caminar por la orilla hasta que econtró la sombra bajo la que se encontraba en estos momentos deleitándose con la brisa que jugaba con su pelo y oyendo el canto de los pájaros. ¿ Cuánto tiempo haría que no escuchaba cantar ? se preguntaba, con este ruido de fondo se durmió.

Alguien la estaba mirando, con esa sensación despertó. Al principio,solo distinguía una forma difusa y el sonido de suspiros; poco a poco reconoció a su acompañante, no le hacía mucha gracia pero, ya que estaba ahí iba a tomar ciertas medidas, ya.

- ¿ Cuánto hace que estas aquí, Andrés ? – su mirada era fría.

- Hace solo unos minutos – desvió la mirada – te marchaste hace ya dos horas y estaba preocupado.

- ¿ Ah, si ? pues ya ves que estoy bien, dejáme en paz.

- Tenemos un asunto del que hablar.

- No me interesa nada que me puedas decir, adios – y se levantó para irse, dándole la espalda.

- ¿ Entonces a que vino lo que me dijiste anoche? – la había agarrado del hombro, apretandola – es cruel al jugar con los sentimientos de los demás, ¿ sabes ? ¿ o es que te divierte esas cosas ?

- ¡ Suéltame ! – le gritó y tras librarse de sus garras se frotó el el hombro que le dolía – ayer tuviste tu oportunidad, si no las sabes aprovechar alla tú. Yo no tengo la culpa de que sea así.

- ¿ Así ? ¿qué significa así? – tenía los ojos como platos, cada vez que conocía mejor a las mujeres más cuenta se daba que menos sabía – no te entiendo.

- Lo que ayer pudo ser hoy no – y se apartó para que no la volviera a coger – es como un eclipse que pasa cada mucho tiempo.

- Osea, que eres de esas que solo les interesa lo inmediato y que no tienen que sentir nada para estar con una persona.

- Es una fría manera de decirlo, ¿ no crees ? hay que probarlo todo, si no, como sabes lo que realmente te interesa o por quien decantarte, al final.

- Eso me suena a excusa barata, si no hay sentimientos no hay nada, ¿para que sirve entonces el sexo ?

- Para desfogarse, ¿ nunca has querido a una chica para un polvo nada más? – lo miró de arriba a abajo – pero, con lo machistas que sois los tios eso no lo podeis entender, que una tia tenga esas ideas.

- No es que yo sea o no machista, solo es que no me entra en la cabeza que penseis así. Tanto tiempo luchando por la igual para portaros ahora como rameras, abriéndoos de piernas ante el primero que pase porque os pica – estaba exaltado y la última parte le había dado demasiado énfasis por gritar.

- ¿ Quién te crees que eres para tratarme tan mal ? ¿ mi padre ? ¿mi novio ? ¡¡ ja !! no eres nadie y encima te atreves a decirme lo que tengo que hacer o con quien puedo o no acostarme. ¡¡ Vete a la mierda !! y déjame en paz de una vez.

- P..- iba a replicar pero, ella se había largado como alma que lleva el diablo y no le había dejado la oportunidad de hacerlo.

Ya habían comprado las bebidas y lo estaban organizando todo cuando apareció por las tiendas. Tenían sacadas las mesas plegables y sobre ellas las marcas de siempre, solo quedaban pequeños detalles como la distribución de las sillas y cosas por el estilo. Miró en dirección a Paula que estaba enfrascada en una conversación con Idolla ambas se reían, de manera estúpa, su ego le llevó a pensar que reían de él por lo que sin esperar a que nadie le dijera nada cogió la botella de Vokca y empezó a beber a grandes tragos. Los demás tomando esto como si fuese la señal, lo imitaron.

Isabel estaba bastante bebida pero, aun así logró apoyándose en los otros que también tenían lo suyo llegar a sentarse en uno de los bancos del pueblo. Habían tardado más de lo normal en entrar al pueblo debido a que, además de las canciones desafinadas que cantaron durante el camino a pleno pulmón iban un poco más despacio que de costumbre. Como sucedía siempre que se emborrachaban cada uno se fue por su lado con lo cual ella tenía vía libre para actuar y lo iba a aprovechar para ver a Marcelino. Si no se acordaba mal, le había dicho que él era uno de los que se encargaba de la barra ¿o era que formaba parte del comité de festejos? Ya no se acordaba muy bien.

Haciendo eses y golpeándose alguna que otra vez con personas y objetos se acerco a la barraca que estaba llena. Miró dentro y al no verlo dio media vuelta para ir a sentarse en el banco, una mano le tocó suavemente el hombro y la voz de Marcelino la hizo volverse. Iba vestido con pantalones vaqueros, camiseta blanca y un pañuelo a cuadros alrededor del cuello, le dedicaba esa sonrisa que parecía capaz de derretir el hielo. En ese momento, experimento de nuevo el vacío de estómago, él la invitó a varias rondas de chupitos ella que ya se encontraba bastante borracha llegó a ese punto de no enterarse bien de lo que hacía.

Se pusieron a bailar en medio de la plaza, al principio separados y después entre otras cosas porque en la plaza se aglomeró toda la gente más juntos. Ella empezó a bailar pegada a su cuerpo meneando las caderas, apollando sus brazos en los hombros de su acompañante y bajando lentamente. Marcelino se dejaba hacer, solo de vez en cuando le decía algo al oido que ella no llegaba ni a entender, por el volumen de la música. Le besó en el cuello y a ella le subió por la espalda un cosquilleo, Isabel se encaró con su acompañante para mirarlo a los ojos, instante que él aprovechó para besarla. Al separarse ella tenía la mente en blanco pero, en sus labios estaba aun la sensación de los labios de él.Le devolvió el beso de forma torpe, con más impetu del que creía, Marcelino dejó que sus manos cobraran vida y empezaron a deslizarse por el cuerpo de Isabel. Esta no se quejaba por lo que este siguió pero, cuando empezaba a meter las manos por debajo de la ropa se apartó de él.

- ¡ No ! – le dijo al oido – para, aquí no – se sonrojó – es que me da vergüenza delante de la gente.

El muchacho la miró un tanto decepcionado, él quería más y por la manera en que se portaba ella también lo quería entonces, ¿ a qué venían ahora esos ataques de mojatería ? ya estaba a punto de marcharse cuando se le ocurrió la solución.

- Entonces, ¿ qué tal si vamos a un lugar más “tranquilo” ? – dijo guiñando un ojo, al ver que asintía propuso ir detrás de la iglesia.

Con la gente que se había concentrado en los alrededores del escenario y con todos los conocidos del muchacho que le saludaban al marcharse, tardaron el triple de lo normal en salir de la plaza. Rodeando casi todos los edificios del pueblo enfilaron hacia la iglesia con paso decidido cuando se quisieron dar cuenta, Marcelino la había cogido por las muñecas y la tenía contra la pared.

- Cálmate, que me haces daño – lo apartó un poco de ella y se frotó las muñecas.

Suavemente le besó la barba mal afeitada, el cuello y le mordió la oreja. Él soltó un suspiro, como pidiendo que parase cuando quería decir lo contrario, deseaba dar rienda suelta a sus deseos y quitarle la falda y el diminuto top que llevaba.Isabel se lo quitó dejando al descubierto un sujetador rojo que apenas le contenía el pecho, mientras que Marcelino se quitó la camiseta ceñida dejando su torso al descubierto.

Ella empezó a pasarle la lengua por sus pezones y a morderlos con más fuerza según iba acelerando el ritmo, solo se escuchaban los jadeos y la agitada respiración de él. No la dejó seguir más la tumbó sobre la hierba a la para que le arrancaba el sujetador y se abalanzaba sobre sus pezones y se los besaba y mordía con avivez animal. Isabel le tocó el bulto que tenía en los pantalones, le bajó la cremallera y le extrajo el miembro. Él le bajó la falda, metió la mano por debajo de sus braguitas empezando a toquetearla haciéndola gemir y pedir que siguiera, que era toda suya. Ninguno de los dos, se pudo aguantar más y empezaron a jugar sin condón escitados como estaban no se acordaron de ello y siguieron a buen ritmo un rato hasta que Marcelino llegó a la vez que Isabel, que tenía las mejillas coloradas y una sonrisa de placer en la cara.

Con toda a calma del mundo, se vistieron mientras se daban algún que otro beso ocasional. Al salir de la iglesia, se despidieron como dos amigos nada más y cada uno se fue en una dirección. Al reunirse con sus amigos se dio cuenta de que algo no iba bien pero, no sabía muy bien lo que era, los demás se fijaron en que iba muy roja y antes de que le preguntasen decidió tomar la iniciativa.

- ¿ Dónde estan Samuel y Laura ? – y entonces se dio cuenta de que había echo el amor sin peservativo, creyó que el alma se le caía a los pies – son los que faltan – tragó las lágrimas, tendría que haber pensado con frialdad pensó y no con las hormonas.

- Se marcharon hace un rato – dijo Andrés – dijeron que querían dar una vuelta – y una pícara sonrisa apareció por su cara.

- Para mi que estan liados – soltó Paula – sino no entiendo porque se pasan tanto rato juntos.

- Puede que lo estén pero, ¿a quién le interesa ? a ellos nada más –tendré que comprar una prueba de embarazo o algo, sino me comerán los nervios y ya es bastante no poder dormir hasta que consiga una.

- Ya, dejémoslos en paz y a divertirse – propuso Oscar – que la noche es jóven y que nos importa donde esten.

Dicho lo cual, volvieron a bailar y a beber como si todo fuera posible o por lo menos nada malo les pudiese pasar. Sin embargo, uno de ellos pensaba que posiblemente abría fastidiado ya su vida y todo por dejar actuar libremente a sus instintos.

De fondo podían oir la música de la orquesta, amortiguada por varias calles pero estaban enfrente de la vieja mansión. Samuel y Laura acababan de pasar por la oxidada verja sobrecargada de feos adornos de rosas y se encontraban en medio de un jardín. Este parecía que había vivido tiempos mejores, más que nada por la cantidad de árboles ornamentales y de frutales que aún se podían ver,aunque a duras penas porque las malas hierbas y demás vegetación lo habían invadido casi todo por lo que era dificil distinguirlos entre tanta maleza. Podían ver perfectamente la casa desde su posición pero, no encontrar un camino que les llevase hasta ella, lo buscaron durante un tiempo, hasta que lo encontraron oculto entre dos setos cortados que estaban algo secos.

El sendero estaba echo con losas de piedra, entre sus rendijas crecían las malas hierbas y a sus laterales había varas de hierro de lo que sospecharon que fue una bóbeda de rosales. Tras varios minutos, se encontraron en las escaleras de entrada de la casa. Las escaleras, aunque erosionadas por el paso del tiempo, conservaban los rasgos de su forma original en forma de concha echas en marmol rosado muy suave. Las puertas de madera noble, no habían sido una escepción y estaban carcomidas por las termitas y la humedad, lo único que se salvaba era el puño de hierro que se conservaba practicamente intacto.

La planta baja no se encontraba mucho mejor que la entrada, aparte de la cantidad de polvo debido a su abandono, hayaron restos de los cristales de las ventanas diseminados por encima de una alfombra de llamativo diseño que cubría toda la planta. Ya que se estaban allí y no sabían cuando iban en tardar en aparecer sus afitriones, decidieron explorar piso por piso. Antes de subir miraron por las pocas habitaciones de la entrada,que eran cuatro. Entre las cosas que encontraron restos de la vieja vajilla de la casa, una pequeña alacena que servía como despensa, cuadernos de cuentas y muebles antiguos descubrieron una pianola bastante destrozada. A Laura que tenía como aficción frustada haber aprendido tocar el piano se le antojó tener la partitura por lo que tuvieron que forzar el marco para coger la polvorienta partitura que se guardó en el bolso vaquero. Las escaleras para subir eran anchas y ascendían hasta un descansillo, les parecía que estaban pensadas para mucha gente esto, los intrigaba porque no se daban cuenta de para que podrían haber usado el edificio. A partir del descansillo, estas se dividían en dos ramas identicas.

Eligieron las de la izquierda pero, al finalizar la ascensión encontraron que tenía una puerta y que esta estaba cerrada, intentaron forzarla pa entrar mas, fue un esfuerzo inutil. Entonces decidieron por el otro lado que, por suerte no estaba trancada. El espacio era grande pero parecía que lo habían distribuido mal porque solo contaba con cuatro puertas y una especie de escritorio con una silla, esto les pareció un desperdicio. Dos de las puertas daban a dormitorios, con camas enormes y espaciosos armarios en los cuales no tendrían ningún problema de espacio para sus cosas ni siquiera Idolla con todos los trapos que tiene, pensó Laura, y mesitas de noche con sus correspondientes lamparas. Otra daba a una sala de estar con sus sillones tapizados llenos de polvo pero, sin embargo cómodos como constató Samuel al sentarse en uno de ellos. Laura, fue a mirar que había tras la puerta que les quedaba por abrir y descubrió que era un baño. Con las molduras de los mandos del agua antigüos, como se llevaron hace un tiempo, al aproximarse, el suelo cedió bajo uno de sus pies y parte de su cuerpo apareció en el techo de la planta inferior. No se podía mover ya que cuando había intentado levantar descubrió que a su alrededor se estaban formando peligrosas grietas.

- ¡ Samuel, ayúdame ! – moverse mucho era peligroso, con solo gritar se había hundido un poco más – date prisa.

Samuel estaba pensando en si era el momento apropiado para hablar con ella ya que oportunidades de estar solos no se iban a repetir tan amenudo como él desearía cuando, le llegó la voz de Laura. De un salto se levantó del sillón y se dirigió hacia su voz. Al abrir la puerta la vio en el suelo con la pierna hundida.

- Ayudame, por favor que no me puedo mover – al ver su cara de preocupación su corazón dió un vuelco – ten mucho cuidado que todo el suelo esta lleno de grietas y nos podemos caer.

Con miedo a que le pasara algo a su amiga, fue en busca de cualquier cosa que le sirviera de cuerda. En el salón arrancó una correa de la persiana tras tirar de ella con todas sus fuerzas hasta que cedió, no se veía muy resistente pero,era lo que había.Se la ató a la cintura y a la pata del mueble del pasillo que como no entraba por el marco de la puerta pensó que era lo más seguro. Despacio, se acercó a ella y la ayudó a salir del agujero, fijándose en el suelo por si cedía con su peso. Al salir del baño los dos estaban alegres y Samuel se acercó despacio a Laura, esta pensó que la iba a besar mas, en vez de eso la abrazó cariñosamente esto la dejó en principio sorprendida. Porque se había sorprendido deseando ese beso y lo que él le pedía era cariño.

La última planta era como si la hubiese ocupado el sevicio. Constaba de un cuarto en el que había una pequeña cocina de leña, armarios con restos de una vajilla de porcelana y una trampilla en el techo. Mientras la curiosidad del chico le llevó a subirse a uno de los armarios para ver lo que se ocultaba allí, ella fue a ver lo que había en un pequeño cuarto anexso.

- ¡ Este cuarto esta lleno de libros viejos ! – exclamó Laura - ¿ qué hay en el desvan?

- Esta vacio – ella quedó un poco decepcionada con la respuesta – pero al fondo hay como un rosetón con cristales de colores en forma de lágrimas, lo maslo es que le faltan dos.

Desde ese lugar no podía ver todo lo que había arriba, por cual quiso subir. Bajó y con la ayuda de una de las sillas esta tarea ya era posible, estaba subido a ella y a punto de meterse en el desván, cuando le vino un olor a papel quemado. Al principio era leve pero según subía la pierna al borde de la entrada, este se fue tornando más fuerte por lo que descendió con cuidado para no caerse. El fuego estaba debajo del mueble del segundo piso, a la entrada del baño y según todos los indicios lo había originado Laura que miraba a las llamas de forma embelesada y con el mechero aun en las manos.

- ¿ Qué has echo ? – al oir su voz volvió en si y lo miró – ¿ no ves que la casa es de madera y que se puede quemar ? además, nuestros afitriones pueden aparecer en cualquier momento, ¡ ayúdame a apagarlo, deprisa !.

Cogieron un par de cojines e intentaron extinguirlo dando golpes a la base de las llamas para quitarle el oxígeno. Este era un buen plan no ostante, por mala suerte parecía que sus esfuerzos no daban el resultado deseado, iban a desistir cuando, por fin, estas desaparecieron. Soltaron a la vez un suspiro, por lo que pudo haber pasado tenían manchas de ollín y olían a humo nada que no se pueda quitar lavando la ropa y a nosotros mismos, pensaron.

Oyeron ruidos procedentes de las otras plantas, al principio pensaron que era a causa del viento. Las casas viejas siempre hacen ruido, pensaban, y más esta que tenía las ventanas rotas. Pero, al persistir los ruidos bajaron por las escaleras extremando las precauciones; no encontraron nada al registrar las habitaciones de cada piso. Estaban cerca del baño de la entrada cuando, unos ruidos procedentes del candado de la puerta los dejó de piedra.

La puerta estaba hinchada por la humedad de estos días, raros de verano. Los dos hombres entraron en la casa precedidos de los haces de luz de sus linternas, como era su costumbre recorrieron con ellas la entrada por si había algo distinto. Lo único que vieron fue la puerta del baño que mecía como zarandeada por una corriente de aire, tras mirarse a los ojos y esperar unos segundos, el más fuerte se agachó, tiró de la alfombra dejando al descubierto una trampilla que, al ser abierta hizo un desagradable ruido por sus bisagras oxidadas. La bajada era un tanto peliaguda, puesto que los peldaños estaban a diferentes alturas mas,ya estaban acostumbrados y las bajaron con soltura.

Al acabar los peldaños dieron a una húmeda cueva, debilmente iluminada por varias bombillas de sesenta voltios que apenas bastaban para que se pudieran ver las cajas apiladas aquí y allá. Cuando se acercaron a una mesa,desenbolvieron unos planos y se tumbaron sobre ellos para alisar las hojas.

- Acuérdate de que estos planos nos han costado mucho esfuerzo conseguirlos – gruño el más alto.

- Ya lo sé, tranquilízate – susurró el segundo hombre – esta vez no pasará como la vez anterior.

En los planos figuraba una ruta de carreteras con minuciosas leyendas escritas en él. Con el dedo recorrían los caminos y de vez en cuando comentaban los datos de la leyenda de forma acalorada como si cada dato fuese algo que debía ser memorizado y entendido.

- Tenemos que actuar con suma precisión, la última vez perdimos a dos hombres y casi se nos escapó el botín – miró de pasada hacia las cajas apiladas contra las paredes y le dirigió una gélida miradaa su acompañante.

Este tragó saliva, mientras movía la cabeza afirmativamente. Nunca antes había visto ni un muerto ni morir a nadie porque cuando un familiar se moría en un hospital nunca iba a vistarlo, estos lugares le resultaban repulsivos, pero después de ver caer muertos a dos socios durante la otra operación aceptó lo que mucha gente le había dicho >. Un ruido procedente de las escaleras les interrumpio, dieron la vuelta y vieron unas sombras moviendose no se podían permitir ningún fallo por lo que,tras mirarse a los ojos corrieron en esa dirección.

Cuando estaban en la planta baja, miraron nerviosos en todas direcciones en busca de una indicación que les ayudase a ver la dirección hacia la que habían huido los mirones. Lo único que hayaron fue la puerta del baño que se movía, se colocaron cada uno a un lado de la misma. Con un gesto de la mano, el más alto ordenó al otro que entrase mientras él le cubría desde atrás con una pistola. Abrió la puerta de una patada y lo lo que vio fue la cortina ondeando fuera de la ventana, se acercó para cerrarla iba a decir a su amigo que seguro que estarían en otra planta, cuando observó que el árbol que tenía delante se balanceaba como alguien se hubiese servido de este para saltar.

- ¡ Manuel ! – gritó – salieron por la ventana, no hace mucho seguro que se dirigieron al almacén.

La parte baja no dejaba nada al descubierto. Lo que vieron allí Samuel y Laura fueron unas rejas en una ventana y pintadas referentes a Tejero y a la guardia civil entre muchas otras pero,nada que les pudiese servir como escondite. Justo al lado estaban unas escaleras que subían al piso superior, aunque se notaba que nadie la subía en años por las zarzas que campaban por allí a sus anchas. Él subia delante para aplastar con sus pies y su peso la mayoría de las plantas para que su amiga no se pinchase. Arriba tampoco era que tuviesen muchas más opciones que abajo pero, una mirada furtiva de Samuel le reveló que tenían que esconderse rápido pues sus perseguidores ya habían saltado por la estrecha ventana del baño y comenzaban a ganar terreno.

Manuel miraba el camino hasta el almacen, habían dejado un rastro tan claro que hasta un ciego podría haberlos seguido facilmente. Miraron por encima la parte baja del ruinoso edificio, porque a simple vista no veían donde se podría nadie esconder y además, el rastro seguía en dirección a las escaleras laterales. Las subieron despacio, atentos a cualquier ruido que delatase su propia presencia o la de los intrusos. Al estar en el rellano de la planta superior se colocaron cada uno al lado de la entrada, se miraron a los ojos y sacaron sus pistolas.

- ¡ Salid de ahí sino quereis que os friamos a balazos! – gritó Manuel.

En silencio la pareja estaba temblando, sabían que no tenían escapatoria. La escasa protección que les ofrecía la viga y las tejas que esta tenía no serviría de mucho si entraban. Samuel se estaba debanando los sesos para encontrar una posible salida de aquel atolladero, por lo menos que se salve ella, pensaba. Al mirarla se le rompía el corazón, estaba temblando de puro nervio que tenía y se le notaba la angustia en la cara como si en cualquier momento fuese a salir y a entregarse. Por sus mejillas de porcelana le caían lágrimas, no supo nunca la razón de porque la atrajo hacia él, la rodeó con un brazo, le secó las lágrimas y la besó lentamente.

- ¡ Esta bien de farsas ! – gritó Manuel, enterrumpiendo a la pareja – vamos a entrar y os arrepentireis.

Apuntando hacia todos lados, se adentraron en la habitación. En esta abundaban las tejas y las vigas del techo que se había caído, no parecía que nadie se ocultara pero, la desesperación de los dos hombres los tenía tensos como el acero. De las ruinas saltó algo hacia delante, como respuesta ambos dispararon matando a un pobre gato que salió por culpa del escándalo que estaban armando.

- ¡ Mierda ! – exclamó Manuel que cada vez estaba más tenso y furioso.

- Tranquilízate, Manuel. Lo más seguro es que se hayan marchado por la ventana – y señaló hacia ella.

- No lo sé, Abel – su respiración entrecortada templaba sus nervios – puede que tengas razón.

- Además, con todo el ruido que armamos lo raro es que no atraigamos a la gente – posó la mano sobre el hombro de su socio – es mejor que nos vayamos.

- Como prefieras pero, no creo que sea necesario con el ruido de la música no se habrá oido nada – lo miró por un momento – pero, tienes razón lo más seguro es que hayan huido.

Tiraron al gato por el hueco de las ventana y se largaron del piso bajando con sumo cuidado por las escaleras. El corazón casi le salía por la boca mientras, agudizaba el oido para comprobar que estaban a salvo, se iba a levantar y asegurarse cuando sintió que unas manos tiraban de su camiseta. Laura, tiraba de él para que no se fuese de su lado, tenía miedo de que si lo dejaba ir no lo volvería a ver.

Sus ojos nunca le parecieron tan atractivos, no sabía la razón por la que no se había fijado en ellos antes. No es que el chico estuviese mal, pensó ella, si no que no dejaba que nadie se le acercase. Y se preguntaba el porque, tanto había sufrido o era simplemente que no le gustaba que se le acercase la gente, de repente le impresionó estar pensando en esto, cuando no hacía ni cinco minutos que había estado en peligro.
ensoñación – tranquila, ya pasó todo.

- No pa
Marcuan3011 de octubre de 2010

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