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El Castillo de Naipes (parte 3)

- Pues, que no te aprecia lo suficiente como para compartir sus secretos contigo, parecía que se alegraba de librarse de ti. Incluso las mejores comidas si se guardan en lugares podridos se echan a perder. Y los secretos guardados, aunque sean por el bien de la otra parte lo pudren todo, o si no tiempo al tiempo.

Tras meditar en sus palabras, se cayó en la cuenta de que, lo que fastidió demasiadas veces las pocas relaciones que había tenido habían sido los secretos y las medio verdades. No obstante esta vez, no iba a ser así pensaba ir a la biblioteca para saber lo que le ocultaba, aunque eso le costara una pequeña bronca. Eso era mucho mejor que echar a perderlo todo a perder por tonterías finalmente, se despidió de su amigo y se encaminó al pueblo.

En la bibliteca, no se encontró con nadie. Es algo normal pensó Samuel que como siempre le encantaba el ambiente que se respiraba en esos lugares. Ahora, podría mirar los periódicos viejos en busca de artículos sobre robos por la zona con toda la calma del mundo. Preguntó a la bibliotecaria sobre donde los podría encontrar y no le sorprendió cuando le dijo que los más viejos eran de una semana. Aparte de eso, se guardaban el álbunes recortes de noticias del pueblo y de la zona, le enseñó donde estaban estos lo que sí que le llamó la atención fue que guardaban en un ordenador de esa misma sala periódicos enteros de hacía años. Y que, estaba de uso al público.

Parecía imposible abarcarlo todo él solo pero, ya había pensado que no le resultaría fácil, por lo que no se desanimó. Empezó con los diferentes periódicos mas, no encontró noticias que lo ayudasen en su curiosidad, se referían en su mayoría a noticias internacionales y en la sección local ponían cosas que no le eran realmente de importancia. Solo ponían noticias de reuniones de la acaldía por diferentes motivos como arreglos de la vía pública, discusiones entre las parroquias de la zona o algunos bandos municipales. Se decidió por mirar los albunes de recortes para ver si tenía mejor suerte con ellos pero, ni por esas. Sólo se tropezó con noticias sobre personajes famosos del entorno, fiestas, un par de muertes y acontecimientos sociales. Finalmente, se puso al ordenador a buscar en los periódicos de hacía dos años, puso en el buscador palabras relacionadas con lo que había oido a los de la casa. Para su sorpresa los artículos que aparecieron estaban hubicados en años sucesivos, por lo cual leyó el ultimo publicado titulado “ Un atraco frustado “.

En la madrugada del 10 de agosto, una banda de atracadores vieron
Frustado su intento de atraco a una joyería mediante el uso del butrón. A las
Cuatro de la mañana han intentado entrar a una joyería de la capital de León,
los ladrones hicieron una verdadera chapuza al olvidarse de desconectar las
alarmas del recinto con lo que la policía se pudo presentar en el lugar de los
echos a tiempo para evitar el atraco. Sin embargo de los componentes de la
banda de atracadores, sólo se pudieron encontrar a dos de sus componentes
muertos. Aún así, las autoridades policiales no han levantado el secreto de
sumario, nuestra fuente anónima nos ha confirmado que el origen de los cuer-
pos es rumano – cosobar.
El propietario del negocio, como es lógico se alegra del impedimento
del robo pero, denuncia la falta de medios que pone la policía y su incompetencia para, detener esta ola de crímenes que ya le han desvalijado en tres
ocasiones más. Esta vez sólo se llevaron unos 18000 E en diamantes, según
nuestras estimaciones pero, los seguros cada vez nos lo ponen más dificil al
ponernos con cada atraco más pegas y un pago más alto, aunque sea por cu-
brir baratijas (...)

Seguía con las quejas del dueño y con las declaraciones de los vecinos de la casa por si escuchabaron algo, cosa imposible a la opinión de Samuel porque según los datos todos eran personas mayores. En su opinión serían como su madre que cuando cogía el sueño no había quien la despertara. El otro artículo era casi del mismo estilo y forma solo que se remontaba a dos años atrás y era del atraco a una mansión del pueblo, en el cual los muertos habían sido esta vez un matrimonio mayor que sorprendio a los ladrones al volver a su casa. El apellido, le resultaba vagamente familiar como si ya lo hubiera leido antes. Se separó del ordenador para pensar, hasta que se dió cuenta de que era el apellido que aparecía en el albúm de recortes. Le pidió permiso a la bibliotecaria para imprimir las noticias y hacer una fotocopia del albúm, esta le sorprendio por la sonrisa que le apareció en su cara, era como si deseara que alguien le pidiera algo por el estilo. Salió de la biblioteca y se sentó tranquilamente en la terraza de un bar en la plaza del ayuntamiento para aprovechar el sol, mientras leía un periódico de la zona para buscar pistas.

Fue como un huracan entrase en la tienda, con la mirada que echaba chispas Paula entró por la abertura de la cremayera. Tuvo la suerte de que en ella solo estaba Andrés, cada uno estaba por su lado, al parecer. Con las manos en las caderas se le encaró, el chico estaba pensando en cuando tendría que volver a actuar con Susana delante de Paula y como hacerlo cuando, se quedó mudo al verla tan enfadada.

- ¿ Qué era esa escena ? – la pregunta estaba llena de rabia como si no esperase que la contestara.

- Era lo que viste – se atrevió a contestar, aun sabiendo que eso la enfadaría más – simplemente, no hay más explicación.

- ¡ Que os compre quien os entienda ! – exclamó furiosa – primero dices que me quieres y después le comes los morros a otra delante mio.

- Fuiste tu la que empezó todo esto. Cuando me declaré me dijiste que ya era tarde y además, fuiste tu la que se lió primero con ese monitor. Lo mires por donde lo mires yo tengo la razón y tu no.

- Di lo que quieras pero, yo tengo la razón, estas con ella por despecho y que sepas que no me das celos – y echa una furia se fue antes de que pudiera replicarle algo.

¿ Quién había hablado algo de celos ? él por lo menos no, ¿quién entró en la tienda de quien echa una furia ? ella, todas las respuestas apuntaban a que el plan era todo un éxito. Lo estaba logrando, solo había que darle un pequeño empujón intentó imaginarse que la besaba. Sí, le agradaba la idea y se esforzó en la idea en su
cabello, en su cara y en su piel solo había un proble ma que hasta a él le asombró. Aunque se había esforzado en evocar todos los detalles de Paula quien había aparecido en esa ensoñación fue Susana.

Hasta hace unos momentos se sentía perfectamente, después de que Laura se hubiera ido por fin con Samuel . A Isabel le entraron ganas de comer judías, y eso le resultaba extraño pues a ella su solo olor le causaba retortijones de estómago. Pero, aun así las ganas iban en aumento y los buscó hasta que encontró un menú en el cual estaban incluidos. Los pidió con cierta suspicacia, esperando que su olor le produjese nauseas sin embargo, no fue asi el olor le hacía desaear comerlos, que cosa más extraña pensó. En cuanto probó la primera cucharada los encontró deliciosos como si nunca hubiera comido algo con mejor sabor, asombró al camareo al repetir el plato quiso comerlos por tercera vez pero, a la segunda ya estaba llena. Aunque seguía con ganas, si sus padres la hubiesen visto comerlos con tanto gusto les hubiera dado un buen susto pues, nunca habían sido capaces de hacerla comerlos.

De repente se sentía optimista, de una manera que nunca lo había sido. No se podía explicar con palabras era, como si todo lo dificil o complicado de la vida de repente se allanara. No existían esas preocupaciones que a todos los atormentaban, se sentía sencillamente féliz. ¿ Por qué todo el mundo era infeliz ? cuando existen cosas por las que vivir, todas las personas estaban ciegas al dejarse llevar por sus temores y con estos sentimientos y pensamientos fue a su lugar favorito del camping para tumbarse al sol sobre la hierba y a dormir como una niña pequeña.

Cuando entró en la biblioteca no encontró ni rastro de él. Un poco indecisa, preguntó por él a la bibliotecaria al principio no supo decirle ni siquiera si había estado allí. Pero, después al describirlo y decir la ropa que llevaba ese día esta sonrió como si le hubieran contado un chiste acto seguido le señaló por donde se había ido, no sin antes añadir lo diferente que parecía su aptitud con respecto a la de otros jóvenes con los libros y el material de estudio que ahí se guardaban.

Otro misterio más pensó mientras se encaminaba en la dirección que le indicó. No tardó ni treinta segundos en encontrarlo sentado en la terraza de un bar rodeado de papeles y bebiendo con calma un café con hielo. Con sigilo, se le acercó por la espalda y con mucho cuidado, para no hacer ruido, le tapó los ojos con las dos manos. Al principio, como es lógico se sobresaltó por el susto, a Laura esto la divertía no esperaba menos.

- ¿ Quién eres ? – al no recibir contestación primero se preocupó de que fueran los de la casa pero, el perfume era inconfundible - ¿ quién seráaa ? – en sus labios apareció una sonrisa, mitad alivio mitad alegría.

Rodeó su cintura y le hizo cosquillas hasta que no pudo más y Laura se rió, soltándolo. Tan rápido que ella ni él supieron como lo hizo, Samuel la cogió por la cintura y la sentó sobre su regazó y como aun no paraba de reirse le robó un beso.

- Eres un tramposo – dijo con una sonrisa a la vez que torcía sin querer la nariz – ya me habías visto , ¿ no ?

Siempre que se enfadaba se comportaba como una niña pequeña y eso le hacía reir en contra de su voluntad. No era la primera vez, que la veía ponerse así desde el primer día que fueron juntos a clase y ella se enfadaba porque no le salía bien cualquier cosa y ponía esa cara, le entraban ataques incontrolados de risa. Había sido castigado en más de una ocasión por culpa de ellos.

- No, te había visto – y cruzó los dedos delante de ella – te lo juro.

- Serás.. – he hizo el amago de pegarle – capullo y encima cruzas los dedos de forma que lo pueda ver – le pegó suavemente con los puños en el pecho.

Quedaron mirándose antes de estallar en risas y en delitarse mutuamente con caricias. Al final, recordó lo que había hablado con Iván y se puso seria.

- ¿ Qué te pasa ? ¿por que te has puesto de repente tan seria ?

- ¿ Por qué me apartaste de tu lado ? ¿ es qué no me quieres ? – al decirlo se puso triste - ¿ por qué me guardas secretos ?

- ¿¡ Eh !? – la miró sin poder ocultar la sorpresa que le dió y ella le contó la conversación con Iván - en parte tenía razón muchas parejas que se hacen por cuestiones equivocadas rompen al deshacerse lo que en principio las une.

- ¿ Le das la razón ?

- En el caso hipótetico de que rompiésemos, ¿ no tratarías de recordar los buenos momentos en vez de los malos ? – suspiró – nada es eterno, lo sabes tan bien como yo, ni el mismo tiempo lo es. Y aunque nos queramos hoy con locura – se puso colorado – sabes bien, que lo que hoy es fuego mañana puede ser sólo humo.

- Sabes bien que eso es lo que haría aunque, me costaría bastante volver a ser amiga tuya porque, cada vez que te viese recordaría lo que hubo. Pero, te estas llendo por las ramas y no me has contestado a lo que realmente te pregunté.

- Y yo que pensaba que te había apartado del tema – y se rió.

- Pues no – su mirada daba a entender que no la iba a lograr despistar por mucho que cambiase de tema – contéstame.

- Bueno – dijo resignado – lo que vine a buscar fue información en los periódicos sobre lo que les oimos comentar en la casa del pueblo y encontré esto – comentó mientras le pasaba los folios – son sobre atracos.

Leyó los artículos y tal y como él esperaba, su rostro se fue ensombreciendo según avanzaba. Su rostro reflejaba lo que iba a decir así que, se anticipó a sus preguntas dicéndole que lo más seguro que se habían oido la conversación de una banda de atracadores. Esto no la alivió en lo más mínimo porque le preguntó sobre el diamante y si lo había llevado a la policía, con la sospecha de que no era así.

- ¿ De qué serviría ? si lo hiciese, lo que me harían una serie de respuestas que no sabría contestar y lo más seguro que archivarían el caso sin más.

- Pero, ¿ no pensaràs en tratar de resolverlo tú ? es una locura que lo hicieras, lo más seguro es que te matasen a sangre fría sin ningún tipo de miramientos.

- No estoy tan loco, aunque resultaría increïble, ¿ no crees ? – viendo que la conversación se volvía un tanto subrealista añadió – tranquila, amor solo me picaba la curiosidad.

- Pues ya sabes que, la curiosidad mató al gato – sonrió friamente – no quiero que te metas en esas cosas.

- Bueno, ya basta de estas tonterías – le cogió de las manos – pasemos a cosas realmente más serias – y su cara se iluminó con una pícara sonrisa.

- ¿ Qué tipo de cosas ? – le respondió con una sonrisa inocente - ¿ cosas como estas ? – le acarició suavemente la nuca y le mordió el lobulo.

No se habían dado cuenta pero, desde el otro lado de la acera en otro café una persona había dejado de lado el periódico y les estaba oservando. Desde que había oido las palabras casa del pueblo, diamante y sobre todo policía. El hombre superaba los treinta años, vestía ropa de sport y parecía que no le gustaba nada lo que había escuchado. Especialmente porque, tenía la impresión de que este par ya se le había escapado en otra ocasión. Lo que le había valido sufrir las iras de su compañero de fechorías, esta vez los seguiría para ver a donde iban.

Fue la sombra de la pareja durante toda la tarde, siguiéndoles a cierta distancia. No hicieron nada que no hiciera ninguna pareja como otra cualquiera de novios, los besos y carantoñas varias era lo que más hacían. Pero, lo que más le sorprendió eran las conversaciones que tenían hablaban de todo tipo de temas serios y no en medio de las caricias que se daban como si eso no tuviera nada que ver con lo que estaban haciendo. Los siguió incluso casi todo el camino de vuelta al camping, cuando estaba seguro de que se dirigían allí, tornó a la casa de su jefe.

- Manuel, encontré a los que se nos escaparon de la casa.

- ¿ Dónde los vistes ? ¿quienes son ?

- Los vi por casualidad en una terraza, son una pareja que esta hospedada en el camping. Al chico no lo he visto mucho por el pueblo pero, a la chica si la he visto varias veces.

- Pues ya sabes lo que toca, ¿ no ?

- No saben nada, ¿ no los podemos dejar en paz ?

- Sabes bien que no. No me gustan los cabos sueltos, aunque no nos hayan visto pueden acabar llendo a la policia y nos complicarían los planes.

Era de noche, cuando llegó a la tienda en todo el día se había echo un poco el fuerte pero, tenía el cuerpo lleno de magulladuras y le dolían un montón. Sólo usando al límite su fuerza de voluntad pero, había valido la pena por estar con Laura. Hubiese querido haber ido un poco hasta el lago, para escapar del bullicio de la tienda para deleitarse en los momentos de la tarde. Le tenía preocupado Isabel, ¿ de verdad estaba bien ? ¿ o solo había finjido para que la dejasen tranquila ? al día siguiente aunque fuese a rastras lo averiguaría. También tenía que hacer una pequeña charla con Iván, por si le estaba tirando los trastos a su novia y dejarselo bien claro. Le gustaba que fuera atractiva pero, eso tenía su tara y si no podía controlar sus celos le podía costar algo más caro que una pelea por ella, le podía costar su amor y cariño.

Con las ultimas campanadas de las once se durmió. Se levantó en medio de un paisaje difuso, no había nada realmente claro escepto una habitación cutre reconocible por una polvorienta silla en la cual había un hombre sentado frente a otro que estaba de pie. La conversación le era initeligible pero, por la expresión de los dos era un tema importante se acercó para oirles mejor mas, aunque estaba a su lado. Los escuchaba como si hablasen a través de un largo tunel. Solo le llegaban una palabra de cada tres, o eso le parecía, y una frase entera “ Pues ya sabes lo que toca, ¿ no ? “. De repente como arrastrado por una ola todo cambió, de repente lo único que distinguía eran dos luces que lo dejaron medio cegato solo distinguía que estaba encima de una carretera, la sentía con sus pies descalzos. A continuación, oyó gritar a una chica dirigió su vista hacia la dirección, aun un poco cegado por la luz y no pudo más que distinguir un poco su silueta pero, tenía la vaga sensación de que le era familiar.

Se despertó por los dolores de sus heridas, en el sueño se había movido demasiado. Y un dolor lacerante le recorría el cuerpo, además estaba cubierto de sudor. Le costó un buen rato dominarse, pues le asaltaba la necesidad de gritar y no quería despertar a nadie. Se tuvo que morder el labio hasta hacerse sangre para calmarse, el cuerpo lo tenía agarrotado, de manera totalmente rígida. Al no poder moverse se tuvo que conformar con intentar relajarse hasta que volvió a dormir.

Iván se despertó el primero, los ronquidos a duo de Samuel y Andrés podrían despertar a los muertos. Fue a ducharse a las duchas públicas, la de los chicos estaban en el lado opuesto a la de las chicas. Casi siempre que podía iba a espiar, en el de las chicas pero, hoy no le apetecía. Para empezar el día nada mejor que una ducha fría, pensaba le servía para despejar y despertarse. Acababa de ducharse y buscaba la toalla para secarse cuando alguien se la dió, se tapó con ella y miró a quien se la había dado, sorprendido a los ojos.

- Tranqilízate – comentó Maria – no tienes nada que ya no haya visto – pero, para su gusto estaba un poco sonrojada - ¿ podemos hablar ?

Así que, la que le iba a asaltar era la más seria de ellas. Bueno pensó de todas maneras se lo iba a pasar en grande además, si esta muy bien acabó su examen visual. Llevaba una diadema de terciopelo negra, un top ceñído y una minifalda plisada y unas princesitas que envolvían sus sonrojados pies.

- ¿ De qué quieres hablar ? – trató de suavizar su voz, aunque tenía algo de frío por la corriente y no se podía vestir porque ella esta mirándole – date la vuelta un momento por favor – y sonrió – si no me da algo de corte vestirme y tengo frío, a no ser que quieras ayudarme a sentir calor.

Maria se dio la vuelta de forma pudorosa, aunque de reojo veía como se quitaba la toalla de la cintura y a toda prisa se secaba y se vestía de forma apresurada. Se peinó el pelo de esa manera que parecía despeinado pero, que no lo era y se volvió hacia ella sonriendo.

- Cuando quieras, podemos hablar de lo que te apetezca – mientras pensaba sonriendo, empieza el show.

- Pero, aquí no- y miró a su alrededor – las paredes tienen oidos mejor vamos hasta la terraza del bar.

- ¿ Allí ? – se sorprendió – si dices que aquí hay oidos, pues no te digo en esa terraza que esta abarrotado de gente siempre.

- No lo creas, sigueme – dijo sonriendo – es el lugar más seguro a estas horas.

En la terraza no había ni rastro de las personas que él recordaba que la atestaban al medio día y por la noche. Las sillas se encontraban apiladas al lado de la entrada sin cadenas al lado de las mesas de publicidad, estol e chocaba, normalmente las gente tenía la tendencia a encadenarlas para que no se las llevaran pero aquí, parecía que había otro ritmo de vida ya que, no solían cerrar las puertas de las casas y las dejaban abiertas. Parecía como si no temiesen que les fueran a robar, esto se veía solo en la parte antigua del pueblo, en la nueva la gente cerraba las puertas.

Cogieron un par de sillas de plástico, una mesa y se sentaron tranquilamente mientras acababan de pasar un grupo de campistas que habían madrugado para ir al castillo.

- Quiero hacer el amor contigo – le soltó de pronto Maria con la cara seria.

- ¿¡ Eh !?

- ¿ Qué si quieres follar ? – sonreía por el desconcierto que le veía en la cara - es broma hombre, no te lo tomes tan a pecho que te dará mal ¡ ja, ja, ja !

Aprovechó la ocasión para darle otro repaso con la mirada, esta vez no se fijó en la ropa sino en las curvas de su cuerpo. De cara no estaba mal, tenía unos buenos pechos a bote pronto serían una noventa y cinco copa b, sus caderas tenían la forma de la guitarra española, sus muslos desvelaban que tenía un culo proporcionado con su busto. Sí, pensó Iván, es una chica con la que no me importaría ir a la cama.

- Y yo que me iba a lanzar sobre ti – dijo sonriendo, guiñando un ojo y mientras la cogía por la cintura – mejor cambiamos de lado, ¿ no?

- Vale pero, no te tomes la broma que te hice para que te tomes esas libertades – y lo apartó de su lado de un empujón.

Bueno, por lo menos parece que sí que me voy a divertir. Esta chica le gusta dar caña, hace tiempo que no encontraba una chica así, pensó Iván. Haber como me las puedo apañar para que todo resulte como deseo. Caminaron un buen rato hablando de todo un poco, aunque le había dicho que se apartase de ella se rozaba de vez en cuando contra él. Se estaba poniendo como una moto, tenía que luchar contra el deseo de hacerla suya. De repente Maria se paró, y su culo dió de lleno contra sus partes y lentamente, se volvió contra Iván, que por momentos estaba más puesto le rozó con las manos el paquete y los labios con los suyos. Esto ya es toda una declaración de intereses, esta chica quiere guerra pensó ardiendo de ganas.

- Lo siento – dijo Maria sonriendo – pero, me tengo que ir otro día más.

- P.. pero, - tartamudeaba – no estábamos a punto de ...

- Eso es lo que pensabas tú – y le sacó la lengua – ya continuamos otro día ¡ je, je, je !

Cuando entró en la tienda, sólo quedaba Samuel que estaba echado en la cama totalmente inmovil aunque le parecía que estaba despierto. Iván iba quemado por el calentón que tenía, estaba totalmente rígido de lo tenso que estaba, ni la ducha fría que había tomado después le servía para nada pues en vez de tranquilizarse lo que había echo era ponerle más, puesto que se la imaginaba recorriéndole el agua por su piel mientras gritaba de placer.

- ¿ Qué te pasa ? – le preguntó Samuel – estas muy tenso.

- Nada, voy un poco quemado – dijo encojiéndose de hombros– y a ti, ¿qué te pasa ? parece que te haya atropellado un camión ¡ je, je ! levántate de una vez – y le quitó la manta, Samuel era el único que en pleno agosto dormía con manta.

La postura de su amigo junto a los moratones tan estendidos de su cuerpo hizo que diera un paso atrás. Estaba contraido como si le hubiera dado un ataque de ciàtica, con la ropa a medio quitar y su rostro reflejaba mucho dolor.

- ¿ Qué demonios te ha pasado ? – sus ojos no podían parar de recorrer las marcas - ¿ cuándo te pasó eso ? tendrías que ir al médico para que te viera.

- Lo haría si pudiera caminar ¡ ja, ja, ja ! – reirse le costó una sacudida de dolor por todo el cuerpo.

Tuvo que ayudarle para para que se levantara, pesaba más de lo que a simple vista parecía. Era como llevar un armario, por lo que casi todo el rato tenía que luchar por no caer al suelo, al final, lo dejó sobre una mesa para poder ir al médico del camping lo más rápido posible. Al hacerlo notó que el esfuerzo que había realizado había dejado unas pequeñas secuelas, casi estaba bañado en sudor y jadeaba. El médico era un miembro de la cruz roja, que estaba con la radio con lo que tardó en atenderle. Cuando lo arrastró hasta Samuel, no le daba mucha importancia a las descripciones que Iván le daba se le abrieron los ojos por el estado del chico.

- ¿ Cómo te has echo todas esas heridas ? tú amigo no me lo explicó – dijo señalándolo con desdén.

- Acaso, importa – exclamó un tanto enfadado – estaba practicando escalada y me caí.

El chico de la cruz roja y su amigo intercambiaron una mirada como si no estuvieran dispuestos a creerle. ¿ Y quién lo haría ? pensó, con la imagen que debo de dar no le darían crédito ni aunque fuese la verdad. Pero, era lo máximo que iba a decir, allá ellos si no lo creían él no había pedido nada de lo que le había sucedido y daba igual que se lo relatara, nunca crerían la verdad.

Durante el examen que le realizó a continuación, mantuvo una expresión seria mientras le miraba y le tocaba las zonas cercanas a los moratones. Tardó unos minutos porque las marca seran bastante numerosas pero, según pasaba el tiempo su rostro se aliviaba y dejaba de ser tan serio. Cuando acabó, estuvo sin hablar, como perdido en sus pensamientos.

- ¿ Qué le pasa ? – fue como si Iván, le leyera la mente pues esa era la pregunta que le iba a hacer, lo que tardaba en decir lo que le pasaba los estaba poniendo nerviosos a los dos - ¿ es algo grave ?

- Tranquilicense, lo único que tiene son golpes y contusiones – dijo sonriendo – nada grave. Al principio pensé que podría tener alguna fractura, por eso de que no se podía mover pero, tras el examen eso practicamente lo podemos descartar.

- ¿ Practicamente ? – exclamó Samuel – entonces, ¿ no esta del todo seguro ?

- Puede – se encogió de hombros mientras sonreía como para quitar hierro al asunto – sin radiografías nunca se puede estar seguro de estas cosas al cien por cien, de momento lo que te recomiendo es que, descanses y que no vuelvas a practicar escalada – recalcó las ultimas palabras como si no se las acabase de creer – Si en un par de días no te encuentras mejor te llevaré personalmente a un hospital.

Entre los dos, fue mucho más fácil meterlo en la tienda y tumbarlo en la cama con sumo cuidado. Después de lo cual, el chico de la cruz roja se fue de la tienda dejándolos a solas. Iván supuso que Laura no tenía ni idea de que él estaba así, al preguntárselo solo obtuvo evasivas por lo que dio por supuesto que había acertado de pleno. Salió de la tienda y se asomó por la de las chicas pero, no tuvo suerte porque no había ni rastro de ellas. Quedó pensativo rascándose la cabeza intentando imaginar donde podrían estar.

Isabel había hablado demasiado y en estos momentos no le quedaban muchas alternativas o iba al médico o Laura la arrastraría. Las dos habían llegado a pensar que aunque el test había dado negativo, que ella estaba en cinta o que algo raro le pasaba. Los sintomas de vómitos, antojos y uno que al principio solo le había extrañado pero que le había llamado la atención, porque hacía años que su pecho no crecía y ahora había crecido un poquito. Si hasta le salían un poco del sujetador y este, en ocasiones, le apretaba y le dolían un poco.

En la consulta del centro de atención primaria del pueblo, tuvo que pasar la vergüenza de ponerse una bata de las que se atan en la espalda y que tiene que ir desnuda para ponerlas. No comprendía si el examen iba a ser una ecografía y eso era por sonidos porque se tenía que poner esa ropa. Salió de detrás del biombo con las manos cruzadas sobre su pecho agarrándose los hombros con el fin de protegerse de las posibles miradas lascivas del médico de unos cuarenta años que la atendía. En la consulta había un aparato que parecía más bien sacado de la época de la inquisición española. Se trataba de una camilla modificada con unos apollos de acero en los pies con correas, quitando esto, una puerta lateral, la mesa del médico poco más había destacable en el despacho.

Primero le hizo una serie de preguntas sobre su vida sexual. La duración de sus relaciones, su fidelidad de pareja y los métodos anticonceptivos que usaba entre otras muchas cosas. Sus respuestas fueron oscas en ocasiones y en otras veces eran demasiado personales como las preguntas por lo que Laura hubiese deseado no estar presente pero, cada vez que hacía amago de levantarse, su amiga no la dejaba. Al llegar a la parte de los síntomas que tenía, la tuvo que ayudar porque a Isabel ya le estaban saltando los nervios. Le pedió que le mostrase el pecho, avergonzada se lo hizo, se lo tocó de mannera que la escitaba, por los pezones pero, al palparle la zona de las glandulas mamarias el gozo se transformó en dolor. Esta mezcla hizo que se excitase más y llegara a empezar a mojarse, lo cual le hizo ponerse más roja.

Después le puso un poco de gel, que ella encontró tan frío como si en su lugar le estuvieran aplicando hielo. El aparato que le pasaba por el vientre, era semejante a una maquinilla de depilar pero un poco más grande que le producía cosquillas. Con la tecnología tan avanzada que hay, hoy por hoy lo que menos entendió, era la razón por la que las imágenes que mostraba el monitor tenían tan poca definición y se veían tan mal. Llegados a un punto, el médico detuvo el aparato, dió la vuelta a la pantalla y se la mostró.

Le explicó que estaba de varios días y lo que tenía eran los primeros síntomas, que por lo demás parecía que iba normal escepto por una cosa que la tendría que tendrían que ver en futuras visitas. Exaltada le preguntó que le pasaba, al feto este le contestó que aun era muy pronto pero, que parecía que venía con una malformación por la cara que puso, trató de consolarla diciéndole, que seguramente se curaría antes de nacer y le recordó lo de las fontanelas con las que nacen muchos bebés y que hacen vida normal después. Al ver que esto no la calmaba sino que la ponía más histerica le dijo que hablase con el padre de su futuro hijo para que la apoyase, cosa que le hizo saltar las lágrimas. Al marcharse Laura no pudo evitar echarle una mirada de odio a ese profesional de la medicina con tan mal tacto.

No tenían ni idea de como encontrar a Marcelino, porque tampoco habían hablado nada sobre su casa los días que se habían visto. Aunque el pueblo fuese pequeño, como estaban en verano la población se había multiplicado por diez. Con lo que encontrar a alguien aunque fuese jóven, costaba un poco. Recordando los dos días que estuvieron juntos entre las dos llegaron a la solución de que la mejor vía para encontrarle era ir primero al club de la rana, pegado a una de las farmacias del pueblo y si esto no funcionaba pensaban ir a ver al cura.

En el club de la rana no encontraron a nadie que les pudiera ayudar porque estaba cerrado. Desde ahí a la iglesia era un bonito paseo con sus blancas casas, plataneros falsos y calles empedradas entre otras cosas. Pero, las dos estaban lo suficientemente hundidas como para no disfrutar de la belleza y de la quietud del paisaje, en la iglesia no había nadie. Tras buscarlo, entraron en la tienda de recuerdos de la iglesia y preguntaron a la que atendía a ver si ella las orientaba. Sus indicaciones les llevaron hasta una casa bastante grande teniendo en cuenta que era la casa de un cura, parecía un chalet y de los caros.

Alredor de la propiedad había un muro bajo, de piedra auténtica con un arbusto que intentaba proteger la privacidad de la casa. Esta tenía un jardín a su alrededor decorado con estatuas de piedra de campanas y nifas griegas con multitud de flores de vivos colores deseminadas, aparentemente sin un orden junto a arbustos podados con caprichosas formas. La casa tenía las paredes blancas como las demás del pueblo pero, la yedra se elevaba hasta las ventanas negras ventanas del primer piso entrelazado con ella estaban lilas en flor que, desde los balcones cerrados del primer piso descendían en cascada. En la entrada había un video portero con el que se las tuvieron que ver para entrar en la finca, cosa que no fue dificil.

De la entrada a la puerta había un diminuto camino de piedra, por dentro se encontraron con más cuadros y otras obras de arte junto con distintas piezas de anticurio repartidas como para deslumbrar a sus visitantes. Pensaron las dos pero, según iban adentrando en la casa cambiaron de opinión, el estilo del lugar era semejante al rococó, recargado de artículos de coleccionista por todos lados pero, con cierto gusto y estilo.

- Buenas tardes – les saludó en cuanto se sentaron en el salón - ¿ en qué les puedo ayudar ?

- Queríamos saber donde vive o donde encontrar a Marcelino – el cura las oservó con sorpresa – tenemos que hablar con él.

- ¿ Ya ha vuelto a las andadas ? – sus ojos se tornaron al techo como buscando una respuesta más allá de su paciencia – ¿ no os habrá gastado una de sus pesadas bromas ?

- Solo queremos hablar con él – dijo Laura como si nada – no se preocupe por nuestras razones son puramente personales – y tanto, dijo para sus adentros.

El padre no se acababa de fiar más que nada por la apariencia que daba Isabel, que cada vez parecía más desesperada y hundida. Pero la aptitud autosuficiente de Laura decantó la balanza a su favor, dijo que los muchachos del pueblo cuando no se encontraban en el club iban a lo que eran las antiguas escuelas. Ellas se miraron atónitas durante unos segundos.

- ¿ Dónde estan ? no hemos visto nada parecido a escuelas en todos los paseos que dimos por el pueblo.

- No me estraña pues lo que vosotras buscariais como tal, sería un edificio parecido al que vosotras fuisteis de pequeñas – comentó sonriendo – y a lo que yo me refiero es a uno de los que se usaban para la eseñanza en la época de Franco en el que yo me eduqué.

- ¿ Y dónde está ? – preguntó Isabel - ¿ cómo la podemos distinguir ?

- Queda a la salida del pueblo, en dirección contraria al camping por la zona vieja, esta en una de las laderas del monte. Es la única construcción de la zona que no tiene tejado y el camino que lleva hasta ahí es un camino embarroso en invierno. No tiene perdida, tranquilas.

Siguiendo las indicaciones del cura, no tardaron mucho en estar a la vera del camino que llevaba hasta las antigüas escuelas. Tenía razón, no tenía pérdida aunque ellas nunca hubieran creido que un edificio así habría sido un colegio. Era un edificio que solo tenía la planta baja y era de piedra maciza de color entre gris y arenoso, sin ningún cartel como los que ahora rezan en todos los edificios. Además le faltaba la mitad del tejado y lo que quedaba de él no estaba precisamente en buen estado por lo que se podía observar.

En la entrada había un chico no mayor de catorce años con una paja seca en la boca de la que salía humo. Que cosa más curiosa, pensó Laura, lo sujeta como si fuera un cigarro debe de ser así como se inician en ese destrucctivo vicio por aquí. No soportaba la idea de entretenerse tragando humo porque, el humo finalmente no es nada, ¿ no ? ¿por qué se enganchaba la gente entonces a este tipo de vicios ? El guardían que franqueaba la entrada, las miró de arriba a bajo y con un leve toque de arrogancia les preguntó a que venían y a quien estaban buscando. A las dos casi les entra la risa, si hubieran querido de un simple empujón se habrían librado de él pero, aceptaron su autoridad y entre forzadas sonrisas, le dijeron que buscaban a Marcelino para hablar con él para más señas Isabel le dijo su nombre por si acaso no las quería ver. El muchacho, pidió que esperasen mientras entraba a dar el recado pero, no contó con la curiosidad de las mujeres. Estas entraron tras esperar unos segundos, el suelo de madera estaba comido por la humedad y agujeros por casi todos lados, las paredes también mostraban los estragos de años de lluvias y la falta del tejado. Así era la entrada, la sala que hacía de aula tenía repartidos cerca de cincuenta pupitres, los asientos eran como los que hay en las iglesias y en el fondo del cuarto estaba la mesa del profesor con los muchachos del club y el guardian de la entrada mirando a las recien llegadas.

- ¿ Qué haces aquí ? – preguntó Marcelino, con una cínica sonrisa en los labios - ¿ y quién es esta preciosidad ?

- Ella es una amiga –se le acercó y le golpeó con el dedo en el pecho- y tú y yo tenemos que hablar, a solas.

- ¿ De qué ? – y apartó el dedo de su pecho – lo que me quieras decir lo puedes decir delante de mis amigos.

Según me había dicho Isabel parecía un chico legal pero, más bien parece un chulito prepotente, pensó Laura. Si llego a saber que era así nunca hubiera accedido a venir a hablar con él y hubiesemos buscado otra salida.

- ¿ Estas seguro – su tono y rostro reflejaban su enfado – de que quieres que lo sepan?

- Mira, niña no sé a que te refieres y si lo que me tienes que decir es tan importante me lo podrías decir aquí, ¿ no ?

- Me refería a lo que pasó detras de la iglesia – controló todo lo que pudo su voz pero, lo dijo un poco más alto de lo que pretendía – y a lo que me pasa, ahora – su voz al pronunciar lo ultimo fue casi inaudible.

- ¡ Ah, te refieres a eso ! – suspiró y con gestos esagerados continuó de cara a sus amigos – te acuestas una vez con ellas y ya quieren que sea amor eterno – y se volvió hacia las dos - pues, enterate de que si lo hiciera ya tendría varias esposas.

La risas generalizadas de todos los chicos que había reunidos, las hizo enfadarse aún más. Era una de las humillaciones más grandes que había recibido en su vida, si hubieran podido en ese momento le hubieran partido la cara para borrarle la sonrisa que tenía.

- ¿ No te importa nada de lo que haya pasado ? – pregunto Laura - ¿ y si hubieran habido consecuencias ?

- Sí que me importan las consecuencias – al oir esto Laura suspiró – me dejó la espalda totalmente arañada pero, si esa gata quiere otro revolcón estaría dispuesto a repetirlo si te sumaras tú ¡ ja, ja, ja ! – a su risa se sumó el resto de los asistentes.

Las manos le temblaban de rabia y por la cara le empezaban a caer lágrimas. ¿ Cómo podían vivir estúpidos como ese ? se preguntaba Laura, encima el muy cabrón no se arrepentía de lo que hubiese echo sino que se regodeaba de ello. Miró a su amiga que se encontraba totalmente hundida y sin aguantarse más cerró el puño y estaba dispuesta a pegarle con todas sus fuerzas. Estaba a punto de alcanzarle cuando,Isabel la abrazó por la espalda y la paró.

- No merece la pena, dejalo en paz – le susurró al oido – no es más que basura, escoria humana.

- Pero, ¿ no ves que esto se lo puede haber echo a más chicas ?

Su amiga le sonrió como si le dijera que no tenía importancia, que lo dejase en paz. Que en la vida todo se paga mas, ella no creía en que eso realmente existiera en esto estaba de acuerdo con Samuel, cada uno se labra su vida con sus actos por lo que la sociedad hace leyes para impedir que unos pocos abusen de lo que tienen en deprimento de la gran mayoría. En otras palabras, en las ciudades también existía “la ley de la jungla” pero, sujeta a las reglas de las leyes.

- Si eres lo suficientemente hombre como para hacer el amor, lo tendrías que ser para lo que puede venir después, sobre todo si no tomas precauciones, ¿ no? eso demuestra que solo eres un mocoso malcriado– y se fueron del edificio.

- ¿ Quieres comprobar lo hombre que soy ? pues ven aquí y te haré sentir como una mujer – exclamó Marcelino entre el coro de risas de sus amigos mientras se alejaban.

Andrés se encontraba tirando piedras al lago, ya llevaba esperando desde hacía más de quince minutos. Las chicas eran siempre tan impuntuales, era algo que le hacía tirarse de los pelos si se queda a una hora, ¿ tanto esfuerzo es aparecer a la hora que se queda ? ya se había fumado tres cigarros, acabando así con los que le quedaban. Por lo que a falta de algo más entretenido para hacer, había empezado a tirar piedras al agua para hacer ranas. Ya le dolía el brazo cuando apareció Susana con un bolso una toalla y en un biquini de color naranja, con tribales rojos pero era tan pequeña la pieza que no se podían distinguir bien. Una sonrisa le hizo una seña para que lo siguiese, sin saber la razón se encontró siguiéndola.

- ¿ A dónde vamos ? – preguntó tras dos minutos de seguirla a ciegas.

- Vamos a bañarnos en un pozo que queda un poco más alante.

- Pero, yo no llevo bañador por lo que, no me podré bañar.

- Te puedes bañar sin ropa, seguro que lo has echo otra veces, ¿ o es que te da miedo?

- No me da miedo, solo un poco de vergüenza.

- Pues quédate en bosers, entonces que es lo mismo – mientras decía esto le dirigía una mirada evaluativa, y se sonrojaba ligeramente.

El lugar estaba bastante agreste, se notaba por la vegetación que pocas personas iban por ahí. Susana dejó la toalla encima de una piedra y se zambulló en el agua, esperando a que Andrés se acabara de quitar la ropa, con miedo fue metiéndose poco a poco, hasta que resbaló cayendo de culo al agua. Su amiga no se pudo aguantar y se puso a reir señalándole, enfadado intentó hundirla en el agua. Pero, era como intentar cazar a una anguila, su piel mojada resbalaba y ella cada vez que se zafaba le hacía burla. La ira lo cegó y se decidió a pillarla por la ropa para que no se le escapara otra vez, tomó aire y tras tomar impulso le quitóel sujetador sin querer.

- Eres un cerdo – dijo en un tono que no se correspondía con la sonrisa de su cara – devuélvemelo, no seas malo.

Miró su cara, estaba rojo como un tomate y su sonrisa se hizo más grande y generosa. Se le acercó por la espalda y le cogió por la cintura, apretándose contra él para que sintiera su calor. Pero, Andrés lo que sentía era sus pezones y los besos que le estaba dando por la nuca hacían que le subiera por la espalda suaves cosquilleos, no creía que Susana supiera lo que estaba haciendo porque, le estaba calentando. Se encontraba muy animado y cada segundo le entraban más ganas de darse la vuelta y besarla. Aguantó todo lo que pudo hasta que sus fuerzas cedieron a sus deseos, girando la agarró por los hombros y la besó de forma tosca, sus manos se deslizaron por su piel cobrando vida propia. Al tiempo que se dedicaba a besarle la barbilla y el cuello, ya no podía parar.

- Basta – susurró Susana – no quiero seguir.

Él no la comprendía, una vez llegados a este punto quería seguir pese a que ella no quisiera. ¿ O quizás era una de esas veces en que se decía no pero, era si? pensó Andrés, de todas formas estando como se está quiero ir hasta el final.

- Para – esta vez lo dijo con más autoridad, lo apartó de ella con los brazos.

- ¿ No quieres? – preguntó con desilusión en los ojos y le entró.

- No, quiero – le rozó la cara y le tapó la boca con un dedo – hay cosas que no entiendes y que quiero aclarar. No me mires de esa manera, lo pasamos bien juntos nos divertimos y todo eso pero, ...

- Pero, ¿ qué ? nos besamos por hacer el numerito delante de Paula y funcionó de puta madre – sonrió al recoirdar la cara que puso -. Y ahora nos estamos divertiendo, ¿ no ? entonces, ¿ no entiendo tus peros y tus tenemos que hablar.

- Ese es el problema, Andrés – suspiró, le miró con tristeza mientras jugaba con su flequillo – que lo que tú te tomas a broma yo no lo tomo de la misma forma.

- A ver, sorprendeme ¿ de qué manera ?

- Que sencillos sois los hombres – expresó sus pensamientos en voz alta- y a la vez que complicados que sois.

- Ahora qué quieres, no te entiendo.

- Que todo esto comenzó para darle celos a Paula y que, poco a poco me di cuenta de que me estoy enamorando de ti – desvió la mirada al agua – por lo que no puedo seguir con este juego.

Para Andrés fue fue como si le hubieran echado un jarro de agua helada por todo el cuerpo. Intentó hablar varias veces pero, no logró articular palabra, solo abrir y cerrar la boca como un pez.

- Lo que deseo es que eligas entre ella y yo – a la vez que hablaba, señaló a los arbustos.

Giró y vio a Paula entre el follaje, mirando la escena con los ojos abiertos como platos. Se dió media vuelta y se marchó corriendo. Andrés hizo el amago de seguirla pero, no lo logró, quedando indeciso entre las dos mirando alternativamente a Susana y por donde se había marchado su amiga.

- ¿ Qué es lo que tu corazón quiere ? – sus ojos reflejaban la tristeza de sus palabras – cuando lo decidas me lo dices.

Este se quedó de repente solo en el agua con la cabeza gacha. Quería a Paula pero, también le estaba empezando a gustar Susana no tenía ni idea de lo que tenía que hacer pues no se decantaba realmente por niguna de las dos. Cada una era única a su manera, aunque entre ellas no se parecían en nada, y así se quedó pensando.

Iván estaba cansado de dar vueltas por el pueblo, por lo que se sentó en un banco a la sombra. Varias personas mayores le habían reñido por sentarse sobre el respaldo y pisar donde se tendría que sentar pero, no les hizo caso y seguía sentado despreocupadamente, mascando un chicle. Ya no se le ocurría donde se podía haber metido y eso lo ponía de mal humor porque le parecía que era importante dar con Laura para explicarle lo sucedido a Samuel. Su enfado estaba empezando a sacarlo de sus casillas cuando, la vio salir de la zona antigüa con Isabel, parecían alicaidas pues iban consolándose pero, él ya la había buscado de masiado tiempo y fuera lo que fuese de lo que hablasen esto tenía prioridad.

- Al fin te encuentro – en su voz había un deje de enojo – llevo buscándote casi todo el día.

- ¿ Para qué? – no comprendía ni la urgencia de su tono ni su enfado -¿vas a volver a hablarme mal de Samuel ? por mucho que insistas, estamos bien.

- Si fuera por eso – y se llevó el antebrazo a la cara de forma teatral, lo cual las hizo sonreir por un instante - ¿ cómo es posible que lo dejases solo tal y como esta ?

- ¿ A qué te refieres ? – preguntó Isabel – ayer cuando lo dejé con Laura estaba perfectamente.

- ¡ Joder ! pues, vaya bestia que tienes que ser Laura para dejarlo así . Esta mañana tenía todo el cuerpo machacado y lleno de moratones y le costeba enormes esfuerzos moverse.

- ¡¿ Qué ?! – exclamaron las dos a la vez.

Les contó desde lo que se encontró por la mañana al entrar en la tienda hasta que las había visto. Sus caras variaron en su expresión sobre todo la de Laura que, literalmente asustaba, trataron de calmarla entre los dos pero, no lo lograron. El camino al camping era de media hora mas, esta vez tardaron casi la mitad de ese tiempo. Aún así, estaba anocheciendo cuando se encontraban cerca de la tienda, de esta salía una tenue luz que permitía ver lo que había dentro de la tienda a través de la tela.

Samuel, permanecía en un estado de duerme vela desde que Iván lo había dejado en el saco de dormir. Pero, ahora lo habían despertado pasos rápidos procedentes de fuera de la tienda, la siluetas de tres personas se perfilaban sobre la fina tela, aun así no destinguía quienes eran, de repente le vino a la mente el recuerdo de los hombres del castillo. Era una idea ridícula, ciertamente pero, fue lo primero que le vino a la cabeza, ¿ cómo me abrán encontrado ? si no me vieron, siquiera ¿ o sí que me vieron ? ¡ mierda !, exclamó mentalmente, no me puedo ni mover así estoy a su merced. Parecía que dos de esas figuras estaban sujetando o calmando a una tercera, aunque parecía que tenían serias dificultades para ello.

Practicamente la cremallera de la entrada fue arrancada de lleno, y antes u campo de visión entraron en el reducido espacio Isabel, Iván y Laura. Ante esta vuelta de tornas no se pudo aguantar y a Samuel le entraron unas ganas terribles de reirse a carcajadas aunque, al empezar a hacerlo le dolieron varios músculos del cuerpo y el dolor hizo que pusiera muecas por aguantar los gritos.

- ¿ Estas bien ? – preguntó Isabel.

Samuel que, aun se retorcía por los espasmos del dolor respondió afirmativamente con la cabeza. Aunque viendo su rostro, ninguno le creía.

- Parece que estas peor que cuando te dejé por la mañana.

- Buenoo, he estado mejor – dijo sonriendo y buscando a Laura con la mirada.

- ¡ Eres un tonto !- exclamó por fin Laura, furiosa – si ayer te encontrabas tan mal, ¿ por qué no me lo dijiste ? podríamos haber estado juntos aquí y no hubieras tenido que caminar ni esforzarte nada.

- Quería estar contigo y dar una vuelta, estar contigo es lo más importante para mi.

- ¿ Más que tú salud – estaba roja de lo enfadada que estaba y cada vez iba a peor – incluso? dudo que tú seas tan idiota.

- Será mejor que nos larguemos de aquí y les dejemos solos – le sugerió Iván a Isabel – parece que molestamos.

- Por el amor de Dios, ya eres casi un hombre ¿ por qué te comportas como si fueras un chiquillo ?

- Me parece que tienes razón Iván, aquí sobramos es mejor que dejemos a solas a estos “ tortolitos “ para que solucionen sus problemas.

Con un gran esfuerzo Samuel cogió la mano de Isabel en un intento desesperado para que no se fueran de la tienda y lo dejaran a solas con semejante bestia. Le daba más miedo Laura en ese estado que los dolores de las heridas y moratones. En el momento que sus manos estuvieron en contacto, los dos tuvieron una extraña sensación. La mente y los recuerdos de esa tarde de Isabel atravesaron la cabeza de Samel que por lo que iba viendo y oyendo estaba poniéndose fuera de sí. El contactó duró apenas dos segundos al acabar, Isabel retiró la mano contra su pecho como si la quisiera proteger y Samuel se levantó echo una furia y se marchó corriendo por la apertura de tienda, apartando de forma brusca a Iván y a Laura.

Los tres se quedaron atónitos con la reacción de su amigo por lo que tardaron en reaccionar varios minutos. En los cuales se miraron unos a otros como buscando respuestas que eran incapaces de encontrar. Después, peinaron el lugar por si lo veían, gritando su nombre hasta fueron a llamarlo por la megafonía del recinto mas, todo fue en vano.

- ¿ Qué pasó cuando os tocasteis la mano ? – preguntó Iván – puso una cara muy rara.

- No lo sé – pero, su cara mostraba miedo.

- Cuéntamos lo que pasó por muy raro que te parezca, porfa.

- Estaba recordando lo que habíamos echo de tarde (espera un momento, Iván y te lo cuento) y de repente sentí copmo si otra persona ajena a mi estuviera viendo conmigo mis recuerdos, fue algo muy raro porque sentía que su rabia aumentaba con cada palabra y cada gesto que veía,..

Entre las dos le contaron por encima lo sucedido en la tarde, teniendo cuidado con las palabras que empleaban para no mencionar el embarazo de Isabel. Al cabo de varias frases, Iván sugerió que lo más seguro era que Samuel hubiera ido en busca de ese tal Marcelino, era lo más plausible y que el muy idiota se metería en problemas tal y como se encontraba.

- Nosotras vamos también, contigo – dijeron las dos a la vez.

- ¿ Sabeis acaso pelear ? – dijo Iván – porque lo más seguro que cuando lo tope estarà metido en medio de una. Será mejor que espereis aquí y que sea yo quien lo encuentre – las dos aunque con ideas contrarias a las de él acabaron aceptando.

Al salir del camping, tuvo la suerte de que un coche paró y se ofreció a llevarlo hasta el pueblo si esa era la dirección que quería ir. Samuel lo sopesó un poco pues, no habían pocas historias de este tipo que se contaban de esta clase que acababan en secuestros o en cosas mucho peores. Finalmente, aceptó la invitación del conductor aunque, tenía en todo momento la mano en la manilla de la puerta por si tenía que abrirla y saltar del coche en movimiento. Sus sospechas se fueron disipando con la confianza que le iba dando el conductor, no era mala persona y lo llevó hasta el pueblo y lo dejó en la parte nueva, despidiéndose de él con una sonrisa.

Los recuerdos apuntaban hacia un edificio viejo en mal estado, a las faldas de una pequeña montaña. Por lo que se internó en la parte vieja del pueblo, haciendo más memoria recordó que había pupitres, de lo que dedujo que sería una escuela de la época de Franco pues, se parecía a lo que su abuela le había relatado sobre ellos. Preguntó a varias personas por ese edificio y dio con el sin mucha demora, tal y como pensaba aun estaban dentro porque se veía alguna luz por sus ventanas sin cristales y por el girigay de voces y risas que salían de ahí.

Ahora no había nadie en la puerta, recordaba, como el chico miró a sus amigas con desprecio y prepotencia. Tuvo que esquivar varios agujeros en el suelo que, por la escasa iluminación casi le juegan una mala pasada. El aula era bastante más grande de lo que pensaba, en el centro del barullo podía ver claramente a Marcelino, orgulloso de llamar la atención de todos como si cada mirada fuera vino estaba borracho de ellas.

- ¿ Quién eres tú ?- uno de los tantos alborotadores se había dado cuenta de su presencia – no eres del pueblo.

Todos pararon de hablar y le miraron atentamente, esto sacó a Samuel de los recuerdos que lo envolvían como si fueran oxígeno. Sacudió la cabeza y volvió a la peligrosa realidad.

- Vengo a hablar contigo – señaló a Marcelino ante la estupacción de todos.

- ¿ De qué ? no te conozco – dijo encogiéndose de hombros – si fueras una chica otro gallo cantaría – y todos se rieron.

- Vengo de parte de una amiga, – quitó la cremayera de la sudadera que tenía puesta- vengo de parte de Isabel.

- Por la tarde no logró nada, ¿ y ahora te manda a ti ? – se rió – mira pequeño, más te valdría dar la vuelta y decirle a esa pequeña zorrilla que se me abrió de piernas ella sola y que si quiere más que venga a verme.

¡ Plaf ! un puñetazo alcanzó la cara de Marcelino sin que este tuviera ni siquiera tiempo de reaccionar. Este hizo que diera varios pasos hacia atrás y se sugetara en sus compañeros. Se enderezó tocándose el lugar del golpe, restalló el cuello y se volvió hacia su agresor mirándolo con una mezcla entre rencor y odio.

- Veo que hasta las ratas tienen coraje – restalló los nudillos – pero, para tu desgracia tienes menos fuerza que un piojo.

- Ten cuidado, porque hasta las ratas muerden si se ven acorraladas – sonrió sádicamente – venga, atrévete a comprobar la fuerza de este piojo, ¿ a qué esperas ?

Esta vez, fue Samuel quien no vio venir ninguno de los golpes que Marcelino le propinó en el estómago ni en la cara. Solo sintió el dolor que estos le causaban, vaya fuerza que tenía el animal, tenía que tener mucho cuidado con sus golpes. Si daba la posibilidad de encajar varios golpes limpios más, quedaría noqueado. La respuesta era bien simple no tendría que dejarle la oportunidad de que esto pasara.

Otro puñetazo se dirigía a su cara, en unas decimas de segundo apartó un pie de su posición inicial y aprovechando la fuerza del golpe de Marcelino, lo tiró al suelo con una llave de judo que había visto en la televisión. Aprovechó para caer sobre él y darle de inicio un golpe en la barriga mezclando en este su fuerza y la diferencia de altura. Gritó como si lo estuvieran matando del dolor, a esto lo siguió una serie de contundentes golpes en la su cuerpo con todas las fuerzas que pudo reunir en ese intante. De los cuales solo los tres o cuatro primeros dieron en su objetivo porque se cubrió el rostro con los brazos. Con fuerza lo empujo dándole una patada para alejarlo de él.

- Lo reconozco, tienes bastante fuerza – dijo Marcelino entre jadeos, lo estaban ayudando a levantarse – pero, tus golpes empezaron a perder su contumdencia y su fuerza, ¿ no crees ?

Samuel se hayaba tumbado en el suelo encogido, sugetándose la cintura. La realidad era que apenas le quedaban fuerzas, ni para levantar un solo dedo que hagan lo que quieran conmigo yo ya he echo todo lo que he podido, se dijo resignado a si mismo.

- Ves como no puedes medirte conmigo – y se rió – y esas putas te mandaron, ¿ para qué ? ¿ para que me lamieras las botas ? – le dió la espalda a su rival – mejor que hubieran venido ellas para lamerme...

No le dió tiempo a acabar la frase, porque tenía a Samuel colgado en su espalda y lo estaba intentando ahogar pero, no con la suficiente fuerza, su vista se estaba nublando y su fuerza se evaporaba, tras recibir un codazo de Marcelino en las costillas. Con lo cual cayó semi insconciente al suelo.

- No merece la pena pero, por una vez haré una escepción – Marcelino se arrodilló a su lado dispuesto a golpearle más veces, el público los rodeaba y lo animaba.

Tres figuras entraron en el cuarto, su entrada coincidió con una corriente de aire que apagó, varias de las cerca de diez antorchas repartidas a lo largo y ancho de la habitación. Todos se los miraron, incluso Marcelino que tenía agarrado por el cuello a Samuel detuvo en el aire su puño y los miró de hito en hito.

- Si hay una bonita fiesta y no nos han invitado – exclamó Andrés.

- ¿ Quienes sois vosotros ? – preguntó Marcelino.

- Que mala educación, ¿ no creeis ? – intervino Iván.

- Largaos de aquí, si no quereis cobrar de lo lindo os superamos en número – gritó Marcelino que ya había soltado a Samuel y los encaraba.

- Esta es el tipo de fiesta que más nos gusta – intervino Oscar – en las que estan las cosas igualadas, además la invitación nos la habeis dado al tratar tan bien a nuestro amigo, que nos habeis dado celos- y sonrió hacia su amigo.

Lo último que Samuel escuchó antes de perder el sentido, fueron diferentes voces de guerra por las dos partes. A partir de ese momento en su mente solo reinó la oscuridad y el silencio, bendita sea esta oscuridad y este silencio ...

Tanto Laura como Isabel se sentían angustia, su amigo hacía bastante tiempo que se había marchado. Ojalá, que hubiera encontrado a Samuel antes de que se metiera en ningún problema, durante la tarde habían intentado pensar en otras cosas para no preocuparse tanto. Mas, fue inutil pues, una y otra vez volvían a pensar en lo mismo no había forma humana de impedirlo. Finalmente, decidieron esperar sentadas
Marcuan3023 de octubre de 2010

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