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Maltratadores Maltratados

El otro día vino mi hijo del instituto, como siempre a la hora de comer, cerca de las tres de la tarde. Yo vi que venía con una cara un poco rara, pero no le quise decir nada, por que cuando viene así, es mejor dejarlo tranquilo, y dejar que te cuente las cosas cuando le venga bien.
Yo estaba fregando los platos, tranquilamente, y se me acercó por la espalda, sin decir nada, aunque yo noté enseguida que quería hablar y no sabía como empezar.
-Pablo, dime: ¿Qué es lo que pasa? -le pregunté sin mirar, dándole la espalda
-Nada... ¿por...?
-Hombre, pues no sé... pero me da la impresión de que me quieres contar algo y no sabes como.
-Y ¿Por qué siempre piensas que todo lo sabes?
-Yo sólo he dicho que me daba esa impresión, nada más. Si no me tienes que contar nada, entonces? ¿dime qué haces aquí, detrás? Sabes que me pone muy nerviosa cuando estoy fregando que me anden trasteando por la espalda.
-Joder, que no estoy haciendo nada.
-Vale, vale, pero vete de la cocina que me pones nerviosa.
Ya se iba, cuando de repente saltó: -¿Mamá, tú recuerdas a Raúl?
-¿Qué Raúl? No sé..., dame más pistas
-Joder mamá pues el hijo de ese que dices que estudió contigo en el colegio.
-¿Quién? -Me quedé pensando- ¡Ah, coño! Tú dices el hijo de Paco, ¿no?
-No sé como se llama. Aquel que nos encontramos en el mercado el viernes pasado.
-Sí, sí, el hijo de Paco. Ya, ya sé quien es. ¿Y qué pasa con ese?
-Pues hoy lo han expulsado del instituto por pegar a un profesor.
-¿Qué dices? ¿Pues qué ha hecho?
-Le ha pegado a un profesor.
-Pero, ¿así, por las buenas?
Pablo se rascó la cabeza, intentando buscar las palabras.
-Bueno, la historia ha venido por que el profesor lo ha pillado fumando en el pasillo. Entonces le ha obligado a apagar el cigarro y tirarlo en la papelera de los wáteres... Bueno..., Raúl se le ha puesto un poco chulito, pero le ha hecho caso.
-¿Y?
-Pues que después de tirar el cigarro D. Álvaro le ha quitado la cajetilla de tabaco, por que en el instituto no se puede fumar. Y...
-¿Y... qué?¡Sigue, me has dejado en ascuas!
-Bueno Raúl primero le ha pedido, un poco de esas maneras, que le devolviese la cajetilla, y cómo D. Álvaro no se la devolvía y... encima le ha hecho la burla, pues Raúl no se lo ha pensado dos veces. Le ha soltado un ostión que lo ha dejado patas arriba.
-¿Y tú cómo sabes todo eso? ¿Dónde estabas?
-En el baño mamá
-¿Y..., tú, tienes algo que ver en todo ese altercado?
-¡No!, yo sólo estaba meando y me he comido todo el marrón.
-Bueno y por qué entonces vienes tan apesadumbrado, algo más ha pasado, seguro. Dímelo que no te voy a comer, joder. Venga..., la segunda parte.
Pablo suspiró, y yo me asusté. Aún podían ser peor las cosas.
-Bueno, pues que D. Álvaro me ha pedido que haga de testigo mañana en el claustro de profesores que van a reunirse con los padres de Raúl. Y yo no quiero ir. Raúl es mi amigo.
-No te preocupes, déjame pensar -le dije- alguna solución habrá. Tranquilo, de aquí a mañana ya veremos lo que pasa.
Mi hijo, una vez descargado todo el peso que llevaba encima, se fue a su habitación y se quedó dormido.
Pero el peso que a él se le cayó a mí se me subió. Fui a mi habitación a tenderme un rato en la cama e intentar leer un poco, pero no podía.
A Raúl apenas lo conocía de un par de veces, de haberlo visto con su padre. Pero a Paco, su padre, lo conocía desde niña. Estudiamos juntos y fuimos durante muchos años compañeros en las mismas clases.
Cuando lo vi con mi hijo en el mercado, me vino a la mente aquel día.
En mi cama, se volvió a hacer real aquella época en que los maestros eran poco menos que dioses, amparados por la ingenuidad de nuestros padres, y la crueldad de sus actos.
Estábamos todos sentados frente a nuestros pupitres, callados. Don Manuel nos daba clase de Lenguaje. Nos había mandado deberes, como siempre.
Llegaba a las tres en punto a la clase y decía: -"Página tal, ejercicios 1, 2 ,3 y 5"- y él se sentaba en su sillón a fumarse sus dos o tres cigarrillos mientras se leía tranquilamente el periódico. Nadie osaba levantar la voz, ni siquiera para pedir la goma al compañero de al lado, por que si respirabas la ostia te la llevabas sin mediar palabra. Eso cuando no le daba por ponernos en fila, uno tras otro y ponerse en el quicio de la puerta y según pasabas, le dabas el cuaderno con los ejercicios hechos, si no estaban terminados te arreaba dos guantazos uno en cada lado de la cara, si los tenías mal un guantazo, si los tenías bien, una patada en el culo.
Aquella tarde en mitad de aquel silencio sepulcral, entró don Rafael, el profesor de historia. De repente, todos nosotros estábamos firmes, cuadrados, delante de nuestros pupitres, presentando nuestros respetos al profesor. En tiempos de franco todo estaba militarizado, hasta la escuela.
A Paquito se le ocurrió decir en voz muy baja: -"Ya llega el cojo de Lepanto"- pero como había un silencio tan absoluto, D. Rafael lo escuchó, por que sería cojo, bien es verdad, pero el oído lo tenía finísimo.
No sé que le dijo a D. Manuel pero en vez de irse por donde había entrado, cruzó la clase entera hasta la pizarra, volvió por el pasillo por donde estábamos Paco y yo. Paco justo delante de mí. D. Rafael no dijo nada ni siquiera nos miró, pero de repente se escuchó en sus pasos un giro de 180 grados, yo sin querer me encogí esperando algo que sólo me silbó por encima de la oreja. Aquella manaza fue a estrellarse en el cogote de Paco, le dio con tanta fuerza que se comió el pupitre, le reventó la nariz, y a consecuencia del golpe se clavó tres dientes en el labio.
Paco ni siquiera respiró, no soltó ni un triste ¡Ay! Sabía que si lo hacía detrás irían más golpes. Todos seguíamos cuadrados delante de las mesas, ninguno dijimos nada. Cuando D. Rafael llegó a la puerta para irse de veras, dijo sin volverse tan siquiera: -"Cojo, lo será tu puñetero padre. Ya verás como no te vuelves a reír de mí nunca más, desgraciado"-.
Cuando nos pasaban estas cosas, a nuestros padres no les podíamos decir que el maestro nos había pegado, por que ellos nos pegaban encima. Un maestro entonces era sagrado, y su palabra era divina.
Ahora todo era al contrario. Los alumnos se convertían en los dueños de los centros de estudio. Los profesores estaban y vivían atemorizados, eran agredidos, y no tenían la posibilidad de quejarse a los padres por que estos eran capaces de denunciarles encima.
-Pablo, ¿quieres que vaya yo a hablar al instituto?
-No, no es necesario mamá. Su madre ha denunciado al instituto por no devolverle el paquete de tabaco a Raúl.
-¡No jodas! ¿De verdad?
-Sí
-Y ¿tú qué piensas de todo esto Pablo? -le pregunté.
-Bueno, no creo que llegue la cosa tan lejos, por un paquete de tabaco.
-Pablo, el paquete es lo de menos. Lo peor es que se ha agredido a una persona por imponer unas reglas, que han de ser respetadas por todos, alumnos y profesores.
-Bueno, pues que se lo hubiese devuelto, no hubiese pasado nada.
-No. Pablo. Eso no es así. Ese profesor cumplía con su deber, y tu amigo a infringido las normas y tiene que ser castigado. Además un alumno nunca se ha de enfrentar a un profesor y mucho menos pegarle. Si hay algún problema serio, tenéis que hablarlo en casa, con nosotros, vuestros padres y entre todos buscar una solución.
-Pues su madre ya la ha buscado, van a denunciar al profesor.
-Pues para que lo sepas, su madre está cometiendo un grave error, por que de esta forma Raúl pensará que con la violencia saca todo lo que quiere, y con la violencia se llega a muy pocos sitios y nada agradables, por cierto.
Bueno, yo no lo hago. ´
-Ni se te ocurra, por que hablaremos de otro modo.
-Raúl amenaza a sus padres con pegarles si no hacen lo que él dice.
Me quedé perpleja ante aquella respuesta.
-Mañana iré yo al instituto para defender a tu profesor, y para que se haga justicia. Aunque no lo entiendas es la única forma de ayudar a tu amigo y de alejarlo de la violencia. ¿Lo entiendes?
-Sí, yo iré a testificar contigo y diré la verdad.
Marinera03 de noviembre de 2010

17 Comentarios

  • Beth

    Por desgracia esto es lo normal actualmente; pegar al profesor, insultarle, amargarle la vida hasta que mucho piden la baja médica porque no pueden más. La culpa es nuestra, de los padres, que siempre creemos lo que cuentan nuestros angelicales niños, y no les concedemos a los maestros ni el beneficio de la duda. Y así nos luce el pelo y más que nos va a lucir con la generación de cafres que estamos criando ( con respeto para los cafres, pobres, que son una tribu africana; pero es una forma de hablar, fruto de la costumbre)

    03/11/10 09:11

  • Marinera

    LA verdad es que se han invertido los valores de una forma casi irracional, ni tan injustos ni tan desválidos, creo que el equilibrio se ha perdido, pasamos de un extremo a otro como lo hacemos al tirarnos de un trampolín de estar arriba a estar abajo, la educación de los valores es en este caso primordial, el ser justos con uno mismo, y con los demás, el excesivo proteccionismo lleva a la familia a un declive total a la falta de disciplina en los hijos, y a violar todas las normas morales de la familia, no con eso quiero decir que tengamos que ser como mis padres y mis abuelos que se trataban de usted, dentro de la confianza ha de existir una cierta jerarquización respetada por todos y consensuada, y para eso hay que luchar mucho y nos hemos vuelto excesivamente pasivos a nivel de valores humanos, casi laxos.
    Un beso.

    03/11/10 10:11

  • Berto

    SI, y la gente usa demasiadas Palabrotas, no te parece Marinera?

    03/11/10 01:11

  • Beth

    De todos modos, abundando en el título de tu texto, yo nunca he tenido profesores como los que describes; nunca me han levantado la mano ni nada parecido. Y tengo más de 30 años, y de 35 incluso. En mis tiempos se castigaba, se imponía un respeto en las clases, pero nada de golpes que hiciesen saltar los dientes ni algo similar.

    03/11/10 01:11

  • Marinera

    A BERTO: Sí, se usan demasiadas palabrotas, no sólo en el texto
    Un beso

    03/11/10 02:11

  • Marinera

    A BETH: Pues es una suerte para ti, por que en mis tiempos si que lo hacían, lo cual quiere decir que tú en tiempos del Generalísimo o no ibas al colegio o eras muy pequeña, pero yo he vivido estas situaciones y peores, y estudié en un colegio público de Cerdanyola del Valles, dos años después de irme de esa ciudad, el profesor que yo he llamado D. Manuel, fue expulsado del colegio y privado de volver a dar clases, y te puedo asegurar que lo que menos dolía era cuando te pegaba con la mano.
    Un beso

    03/11/10 02:11

  • Beth

    Cuando murió Franco yo tenía diez años, con lo cual si he vivido la escuela en ese tiempo. Y también fui a un colegio público. Será eso, que tuve suerte. Nunca un profesor me levantó la mano, aunque existían los castigos; ponerte de rodillas, o de pie sosteniendo un libro en cada mano durante bastante tiempo; pero maltrato físico yo no he visto.

    03/11/10 02:11

  • Serge

    Marinera:
    Me gusto mucho tu historia.
    Antes decian por allí la letra entra con sangre y al parecer en tu tiempo ese dicho lo seguían al pie de la letra.
    Gracias a Dios mis profesores no me han levantado la mano de esa forma, a lo mucho un jalón de orejas o hacer ranas.
    Lo importante es tratar de ser justo y hacer lo correcto dejando enterrada la violencia.

    Amiga te has comido una h.

    Un gusto enorme leerte.

    Sergio.

    03/11/10 03:11

  • Marinera

    A BETH: Yo tenía cuando murió 11 años, así que somos más o menos de la misma quinta, y había de todo, buenos y malos profesores, estos sólo eran dos entre un montón, a parte de que esto es un texto de ficción, basado en hechos reales, cierto, pero no real en sí mismo, pero este mismo profesor a mí con 6 años me reventaba las uñas de los dedos con un listón de madera que hacía las veces de regla para medir tan sólo por pedirle una goma al compañero de al lado, tenía muy malas pulgas y demasiado poder en sus manos, seguramente este tipo en su casa era un don nadie y se resarcía en la escuela con sus alumnos.
    No voy a entrar más en este tema por que me parece de muy mal gusto que se personalice por el hecho de haberlo escrito en primera persona, de hecho yo vivo muy lejos ya de donde sucedireon los hechos y ninguno de mis hijos por suerte se ha visto implicado en un altercado así, de hecho, actualmente vivo en un pueblo pequeño de otra comunidad autónoma en el que los alumnos, más o menos aún respetan, pero por lo que se ve y se escucha en los medios de hoy día es un hecho muy real y extendido, aunque no vivido en primera persona.

    03/11/10 03:11

  • Marinera

    A SERGIO: Bueno, creo que en todos los sitios no fue así, si no que buscaba el antecedente totalmente opuesto a lo que pasa ahora, es una ficción ya lo he dicho, pero hay hechos reales, desgraciadamente que conozco en primera persona que los corroboran,
    Mi texto no trata tanto de una denuncia particular si no de una denuncia social de lo actual en plan muy poco generalizado afortunadamente, por que no todos nuestros jóvenes son tan despiadados, maleducados y pendencieros, afortunadamente aún gozamos de una juventud sana, aunque parece ser que la tendencia general se vaya por otros derroteros, dígase botellón, violencia injustificada, escasos valores morales, etc...
    Tan sólo es un texto y nada más, sé que el tema es conflictivo y que levanta más de una ampolla pero es como yo he querido reflejarlo, sin más.
    Un beso grande y gracias.

    03/11/10 03:11

  • Mari

    Marinera, el tema es delicado pero hay que tocarlo. Esos chicos son los que nos cuidarán en el futuro y si no se pone freno se volverá a repetir la historia. Toda solución está primeramente en la familia.Yo hablo mucho, pero mucho de valores con mis hijos y a veces hasta se molestan por tratar ciertos temas, pero en el fondo todo les llega.Los jovenes necesitan saber que nos preocupamos por ellos.Una vez con mi hijo utilizé la tecnica de darle de lado una semana por una pequeña travesura que hizo.Empezó a mostrarse muy agresivo con sus hermanos,tiraba los cojines y muchas otras cosas.Cuando ví que no se controlaba hablé con él y me confesó que lo más que le había dolido era que lo ignorara.Yo no justifico a los maltratadores pero seguro que detrás de ese niño hay mucha falta de cariño y atención. Un cachetón solo sirve para detener la ira por un momento pero lo que seguro que está pasando hay que solucionarlo de otra manera.Hay que hablarles y escucharles mucho.

    03/11/10 04:11

  • Beth

    Siento si te he ofendido, Marinera, te ofrezco mis disculpas

    03/11/10 04:11

  • Marinera

    a MARI: Educar cuesta mucho, es lo que más cuesta en esta vida, y es en eso en lo que nos jugamos casi el 80 % del carácter y de la forma de afrontar la vida por nusetros hijos, aunque la culpa como dice Beth es en un pocentaje altísimo de los padres y de su laxitud moralista, y por lo tanto, tenemos que seguir luchando por nuestros jovenes para que aprendan a ser personas, a afrontar la vida, a obedecder unas ordenes a respetar unas jerarquias, con las que inevitablemente se van a tener que enfrentar durante toda su vida adulta. Por eso es un tema importante, por eso es un tema conflictivo y por eso a veces miramos hacia otro lado,
    Es un texto que quiere invitar a la reflexión y no al recuerdo o a la mirada de un simple observador,
    Gracias por tu aportación al texto
    Besos.

    03/11/10 05:11

  • Marinera

    A BETH: Quizá sea yo la que te deba una disculpa, por creer que ibas en contra del autor, tú como yo dabas tu opinión desde tu experiencia, pero claro, a veces una recuerda en su propia carne los castigos físicos sufridos y se enerva más de la cuenta, es lo que me ha pasado a mí, así que deberías ser tú quién reciba mis disculpas,
    Por favor, perdóname.
    Un beso
    ¿perdonadas?
    Por mi parte tienes todo está olvidado.

    03/11/10 05:11

  • Beth

    Hay que ver lo cumplidas que somos, debe de ser cosa del tiempo que hemos vivido, que nos educaban en las buenas maneras. Perdonadas las dos, y un enorme abrazo; porque es verdad, somos de la misma quinta.

    03/11/10 05:11

  • Tanito

    Me he sentido muy identificado con lo de las viejas normas que se seguían en escuelas y familias para ¿ educar ? a los críos, pues mi escolarizacion hasta entrado en la juventud no conoció otro régimen ( Y había cosas mucho peores ). Colofón sorprendente el de tan increible final que resulta hoy en día hasta grotesco. Felicidades por un relato tan entretenido y educativo para quienes no hayan conocido ciertas cosas que quizá nunca lleguen a creer. ¡Muchos besos!.

    08/11/10 04:11

  • Marinera

    A TANITO: Bueno esperemos que no lo conozcan y que sepan contenerse, no son buenos los extremos, es tan difícil un equilibrio que ya no sé que es lo que queremos y buscamos, lo seguro es que no hay que mimar tanto a los niñosni perdonarles todo por que sean jovenes, nosotros también lo fuimos, y aunque las circunstancias fueron distintas, nunca se nos pasó por la cabeza pegar a un profesror por un paquete de tabaco, por ejemplo,
    Muchos besos.

    08/11/10 08:11

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