Una noche de verano cuando ya empezaba la ciudad a quedarse sola, con apenas tráfico y las calles semidesiertas estaba ella sola en casa acusando un calor pegajoso y decidió salir a dar un paseo a ver si se encontraba con alguna brisa despistada que le devolviera la energía a sus pesadas piernas. Se duchó en penumbra, se enfundó en uno de sus típicos vestidos y apenas se maquilló cuidadosamente. Bajó a la calle sin pensar en nada y sin quererlo sus traicioneros pies la llevaron a la puerta de la cafetería donde se conocieron. Se tropezaron en la puerta cuando él salía ya de su jornada y sin preguntarse nada, como si ambos hubieran quedado de antemano en aquel exacto minuto o como si supieran que el destino los había servido a ambos en bandeja, y llegaron a uno de los pocos bares en Murcia abiertos un miércoles a aquellas horas de la madrugada y encima atestado de gente. Pidieron una copa mientras se sonreían con los ojos, y luego otra y otra mientras charlaban con los labios pegados a los lóbulos aun sabiendo que no era necesario. Y otra vez a la tercera se bailaban el uno al otro sin importar quién los estuviera mirando. La gente los empujaba obligándolos a pegarse cada vez más uno al otro hasta que no sabe ni recuerda en qué momento, en qué canción o en qué exacta mirada él atacó directamente (y literalmente) a su cuello absorbiendo su olor, mordiéndola suavemente y dejándola fuera de juego, muerta sobre sus propias piernas, temblando.... aprendiendo para siempre el punto más débil de su anatomía. Se separó de él, lo cogió de la mano y lo arrastró hacia la puerta
- Ven conmigo - le dijo ella. -Tengo algo que decirte- le respondió él.
- No, aún no me digas nada -.........
marlango82. una vez tube una historia con una persona algo similar solo q en vez de un bar fue en una esquina de mi barrio tomando una cerveza .como si nos conocieramos de toda la vida. miradas q matan, duro a?os
