Pasaba cada día frente a mi ventana,
y en ese instante tan fugaz,
el tiempo lo detiene.
Una sonrisa perfecta
es la brisa que mece
las ramas de los abetos
sobre su figura.
Yo, tras la cortina,
oculta para que no me vea
mientras murmuro en voz baja,
mírame... mírame...
Y se va, tan rápido
que el sabor que queda
en mis ojos
me lleva al triste terreno
de la ensoñación.
El tiempo caprichoso
no me lo dejó ver mas..
Y lloran los abetos,
llora la acera,
llora mi ventana,
y lloro yo con los ojos
que ya no lo ven.