Juguetear en la hierba es el mayor de mis vicios, como cabritillo de monte que soy. Mama pasta plácidamente y yo soy feliz por la vida que se abre ante mis ojos; tranquila y luminosa. La señora de la casa nos cuida bien, nos mima y acaricia mientras nos alimenta sin cesar.
Hoy se cumplen tres meses desde mi nacimiento y la señora me ha dicho que yo voy a ser el invitado principal de la fiesta que está preparando. ¡Ay, soy tan feliz!
Al medio día me separan de mamá, ella bala desesperadamente y yo le pido que por favor se tranquilice, que solamente me van a preparar para la fiesta, pero ella no para de llorar mientras me llevan. Se pondrá muy contenta cuando vea lo guapo que estaré.
¿Me pondrán un lacito o una cinta en el cuello para que luzca bonito en mi día? De ser así preferiría que fuera de color rojo, mi favorito.
Estoy dentro de la casa de la señora, un lugar que nunca había conocido. Mi hogar es el prado, donde reluce el sol, y aquí siento frio, pero sigo siendo feliz por la sorpresa que me aguarda.
La señora me recuesta en el suelo, recoge mis cuatro patas y las amarra con un tosco cordel negro, me hace daño. Ella se vuelve a ir y me siento solo, pienso en mamá, ¿la estarán poniendo guapa a ella también?
Reaparece la señora con un cuenco y un objeto en el cual se refleja la luz en un destello largo que se pierde en una punta afilada.
Me alza sobre el cuenco, y por primera vez siento miedo. Su mirada ha cambiado, ahora parece tener colmillos en las pupilas. Soy presa de sus ojos y escalofríos dolorosos recorren mis venas.
El frio del acero penetra en mi cuello, destrozando mi interior. El dolor es intenso, quedan ahogados mis intentos de gritar, siento el fuego quemándome la piel.
Esta es la sorpresa que la vida me aguardaba mientras me acunaba en sus brazos de falsedad, y ahora descubro el lado oscuro de la felicidad mientras la odio.
Maldigo a la señora mientras estoy agonizando en un charco de sangre y le grito con mi último aliento ¡Come mi carne y siente mi dolor en tus entrañas, nota como la hoja de doble filo corta las paredes de tu estomago y siente como los ácidos de expanden por tu cuerpo!
Y seguirás viva porque eres veneno.
Fue tarde para mí cuando la inocencia se desfalleció, perdí la vida sobre un suelo frio en el que gota a gota se iba derramando un hilito rojo que manaba de la herida que me afeaba entre el suave pelaje de mi cuello. Dolió mas aun decir adiós mama
Morí aprendiendo a odiar a la vida.