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Grupo Omega - Parte 4/16

Tras la llegada de la caballería de colonización, su débil arquitectura no pudo soportar el azote de cañones de bronce. Muchos habitantes fueron muertos o esclavizados. Los niños y hombres asesinados, y las mujeres, como criadas en casa de hacendados. Los últimos vestigios del pueblo se escondieron en el cerro, pero debido a la precariedad de la situación, no pudieron formar un nuevo grupo insurrecto para recuperar sus tierras.
Los últimos pasaron sus vidas encerrados, rogando a sus dioses la destrucción del prepotente, pero acabo con la extinción de su raza. Un líder escapo al sur, llevando una vida de ermitaño.
El jefe recordaba sus clases de historia, el genocidio que sus ascendentes hicieron no tenía perdón, pero lo que estaba hecho ya estaba en el pasado, no debía volver a repetirse. Se enlisto para tener una carrera que le ayudara a proteger a los grupos menores. Sus misiones alrededor del globo, siempre tapadas con su coartada de policía, tuvieron mucho impacto en las comunidades. Desde los niños soldados en el áfrica, pasando a desactivar minas en oriente, como mediador con grupos guerrilleros en países que ni siquiera se ubican en el mapa.
Una vida llena de peligro, una vida muy intensa. Su desgaste físico no le permitía hacer actividades demasiado exigentes, como deportes de impacto o de resistencia. Pero su óptimo rendimiento contradecía su estado. Claramente, arrastrarse por el suelo cual serpiente acechadora, era quizá la última de las habilidades que perdería al envejecer.
Al deslizarse por esa abertura, noto al levantarse un pasillo que ascendía. La sala estaba vacía,. Los hombres que hablaban en la sala anterior se veían impecables bajo la luz de un foco.
-hay que pedir que abran el pasillo de ahí, donde esta esa pasada diminuta. Dar esa vuelta por la entrada del sur es muy cansador.
-cuando saquemos los ídolos no va a hacer falta, además, ¿te cansas con salir y dar diez metros hasta la entrada del sur? Mejor acuéstate a dormir tío. Me quedo en la guardia.
El mas grande de los dos salió del lugar, dirigiéndose al pasillo. El que se quedo, tomo una serie de papeles y comenzó a escribir.
-Tengo los resultados del médico forense.
-ahora no, Martina. Ya te atiendo.
Se acerco lentamente y tomo un pañuelo de su bolsillo. Podría ser descubierto y ser blanco de los demás matones, por lo que el sigilo era más que necesario. Al acecho, acorto la distancia con su presa lentamente, sin siquiera ser olido. Por detrás, la espalda de ese guardia se veía inmensa, por lo que debía actuar en completa complicidad con el silencio, y fugaz, como el rayo.
Apretó la boca y la nariz de su víctima con una mano, y con la otra le apretó el cuello, hasta que dejo de resistirse, cayendo al suelo desvanecido. Su cuerpo pesado era muy difícil de arrastrar, lo mejor era apagar la luz y ponerle algo más pesado encima, para que piense al despertar que fue un golpe en la cabeza.
El jefe desenrosco el foco, lo golpeo para romper el filamento, y lo volvió a poner en su lugar. Quedando todo a oscuras. Quito el papel del bolsillo y puso una hoja arrancada de un libro de colorear que estaba en la sala del nivel uno. Como objeto pesado, puso la lanza de uno de los ídolos tirada junto al cuerpo.
-tengo el acta.
-Y yo el nombre de la suicida…. Paula Julieta De Sargenti. Padres italianos, Fiorentina Dimedici y Roberto De Sargenti. Tuvo una vida normal en Oasis. Asistió a la misma escuela secundaria que Saúl Menéndez. Posiblemente se hayan conocido, es la conexión que encuentro con tu carta.
-A lo mejor eran novios de secundario, ya sabes… -dijo en tono áspero -
-Lo dices como si fuese algo malo.
-¿Quién yo?, para nada. Es que a esa edad el descontrol de hormonas no deja ver en claro todo, y terminas quemándote con fuego.
-no seas tan estricto, jefe. Es la edad de las mariposas y de las pasiones fuertes.
-no es que me oponga, pero de haber estado consciente del todo, me hubiese dado el tiempo de madurar. Sabes, seguimos después, esta distracción puede costarme la vida, y a ti también.
-estoy de acuerdo. No me voy a olvidar de la charla pendiente jefe, te lo juro. Continua.
La grieta paralela al pasillo del nivel dos se veía muy profunda, tanto, que una pequeña roca que él pateo hacia el fondo, tardo bastante en parar de rodar y hacer ruido. El camino, angosto, suponía un peligro importante. Podía verse un puente que comunicaba este pasillo con una sala del otro lado. Una luz azul resplandecía desde allí. En efecto, por lo que se podía alcanzar a ver, era un mecánico soldando una pieza de una maquina de excavación pequeña.
Era tentador entrar allí y noquear al hombre para llevarse algo de oro, pero para el jefe, una persona más “durmiendo” es un riesgo extra para su éxito en la operación, por lo que continuo ascendiendo con cuidado de no caer junto a las rocas que se desprendían a su paso, tras el puente, el camino se ensancho y el paso ya era más cómodo.
La cámara del nivel tres estaba ubicada justo por encima de la cámara inferior. Había un ligero olor a vicia, una pastura que se les da a los animales para alimentarse. Una computadora con un hombre sentado frente a ella, llenando recibos y planillas, en medio de la sala oscura.
Unas cajas ubicadas detrás del escritorio de conglomerado era lo único que impedía ser visto por la luz desprendida.
Una cortina ligera en ambas salidas se mecía serenamente con el aire que entraba por una pequeña abertura al exterior.
-me encantaría saber que puede haber en sus archivos.
Susurrando, respondió.
-te voy a dar el gusto, niña caprichosa.
-que bien, prometo no llorar. Te lo voy a recompensar si lo haces.
-¿un caramelo de miel, quizás?
-pensaba llevarte a tomar un helado, pero si te conformas con poco, el caramelo será.
-muy bien, muy graciosa.
Se acerco por detrás de las cajas al escritorio. Tomo una roca y la lanzo al pasillo, con la intención de distraer su atención. El hombre, asustado, grito por si era alguien. Al salir de su silla, prendió la linterna y camino hacia allí, para investigar de qué se trataba. Luego grito al mecánico:
-deja de asustarme Luis.
-pero joder Sergio, yo no te joderia así con tu fobia a la oscuridad.
-te vas a enterar, tío.
Aprovechando la oportunidad, abrió la carpeta de archivos de la computadora y pasó todos los documentos del disco duro a un pen-drive de alta velocidad que siempre llevaba en su bolsillo. Solo unos veinte segundos de copia de archivos.
Unos pasos se escucharon acercándose a la sala, cada vez haciendo un sonido más fuerte. Aun la operación Iba a la mitad, por lo que esconderse era lo único posible.
-vamos, vamos, vamos.
Aun quedaban unos segundos y aun él seguía frente al monitor, por lo que lo apago.
-¿Quién apago la maquina? Hoy están para molestarme estos inútiles.
Se acerco corriendo al escritorio y encendió el monitor.
-¿Quién cerro mi trabajo?... si es alguien aquí, esta jodido en serio. Voy a prender la luz alta.
Apago el monitor y acerco su mano al velador que estaba sobre las cajas. La perilla hiso un clic, y la cortina de la abertura de donde venia se movió como si alguien acabara de salir.
-¡Luis!, ¡desgraciao hijo de…! ¡Te voy a quemar con tu sopletito!
Salió corriendo de la sala enfurecido y cruzo el puente colgante. Una leve sonrisa de gracia se dibujo en la cara del jefe. Además de ser un alivio, la notable fobia del recién salido era más que obvia, además de su poca paciencia. En un intento de ver la reacción del hombre, apagar el foco parecía una idea agradable. Pero decidió dejar al hombre tranquilo continuar su trabajo. Extrajo el pen-drive con cuidado y lo guardo en su bolsillo mientras atravesaba las cortinas.
El corredor al cuarto nivel sí que era húmedo, corría una leve corriente de agua, apenas perceptible de no ser por las pisadas delatoras.
-esta es la sala del nivel cuatro. Según los informes del grupo Aschwiston, esta sala es peligrosa. Unas rocas liberan un gas combustible cuando se mojan, no creas que saldrás volando de ahí, pero la explosión te dejaría expuesto y la luz te enceguecería con los visores nocturnos. Recomiendo que te los saques y te adaptes a la poca luz.
Esta sala sí que era espaciosa, un techo alto y paredes muy alejadas entre sí. Una mesa pesada, con el sello del grupo explorador, se ubicaba en el centro, con un montón de sillas ubicadas a su alrededor, todas usadas por gente mayor discutiendo:
-esta mesa perteneció a los que decidieron adentrarse aquí. El grupo Aschwiston fue muy astuto al guardar parte de sus tesoros aquí. Pero debieron sellar de alguna forma la sala para que no fuese vista por ningún curioso.
-ahora el oro le pertenece a España, ¡como corresponde!
-deja de pensar como si todavía tuviéramos colonias, Edilberto. El oro le pertenece a ADCAD. El pueblo ha sufrido demasiado como para que se lo entreguemos a la corona en vano. ¡Las monedas deben ir al pueblo!
-tío, el pueblo se las apañara solo. Quedémonos con todo.
-hablas de miles millones de dólares en oro. ¿Qué harás cuando estés podrido en dinero? ¿Comprarte un ataúd de oro macizo de veinticuatro quilates?
-ya hemos tenido esta discusión un millón de veces, recordemos la deuda que todavía tenemos con la gente de Irlanda. Esas armas tienen un propósito, ¿no os recuerda algo?
-los del grupo IRA nos comerían crudos si no pagáramos esas armas. Además, no las pedimos. Ellos las enviaron con la factura.
-las usaremos contra ellos, por listillos.
-¡no seáis brutos! ¡Insensatos!... –dijo el anciano de la punta – estas armas son una porción ínfima de lo que ellos tienen, ni hablar de la cantidad total, ni el entrenamiento que tienen con ellas. Estas armas requieren un curso para su ensamblaje, siendo ellos capaces de armarlas en menos de un minuto mientras tú te das hostias con tu hermano menor.
El celular de uno de ellos sonó. El anciano se levanto y comenzó a hablar. Luego, pidió permiso y puso el altavoz:
-escuchad, compañeros de ADCAD. Nuestro grupo y el suyo tienen un propósito común, proteger lo que nos pertenece. Fuimos despojados de nuestras tierras por el pirata, y ustedes de vuestro oro y riquezas. ¿No os parece que es hora de devolveros el favor a estos ladrones?
-pero somos solo nosotros, ADCAD e IRA. No podremos hacerles frente.
-os voy a contar algo, pero si queréis oírlo, deberéis estar dentro y ser fieles a la causa común. Es información confidencial y nadie debe saberla. Si se os escapa, se les avalancharan cuchillos a vuestra garganta. ¿Estáis dentro?
Un silencio profundo hubo en la sala, todos los hombres quedaron atónitos.
-llamare en cinco minutos, decidirán en ese tiempo.
Colgaron el teléfono. Todos los de la sala se quedaron asustados, viéndose entre sí.
-tío, esto hiela la sangre a cualquiera.
-¿Qué respondemos?
Todos discutieron fuertemente después, debatiendo los pros y los contras de la situación sin llegar a un acuerdo. Hasta que uno se levanto entre todos:
-Orden, animales descontrolados… analicemos lo que dijeron… el hombre del teléfono nos propuso a nosotros, el grupo ADCAD, un puñado de cincuenta hombres restantes del gobierno de franco, cincuenta. ¿Sabes lo que sería para ellos tener nuestro apoyo? ¡Nada!.
- ¿sugieres que no tomemos revancha de los piratas?
-les decimos piratas a ellos, ¿pero de quien era el oro? Recuerdan… ¿Quién robo a quien?, y estoy hablando de antes de las colonias en América, cuando no había ningún español en ese suelo… entonces, ¿de quién era ese oro?
-de los salvajes que Vivian aquí. Pues claro, el oro pertenece a la gente civilizada, culta, que sepa qué hacer con ella.
-Edilberto, ya no estamos en el siglo XV, somos una raza evolucionada en pensamiento a los de aquella época. Si seguimos así, ¿Cómo acabara todo?
-Coronel, ¿recuerda cual era el verdadero propósito de la ADCAD?... éramos un grupo que disolvía a los insurreccionistas. Estamos condenados alrededor del mundo y es tarde para enmendarse. Si por más que des todo lo que tienes para hacer a los demás feliz, a ojos del mundo seremos siempre el mismo despojo condenado a perpetua. No seas inocente José, nada va a cambiar lo que piensen de nosotros.
-Edilberto, hemos estado juntos en infinidad de redadas y has visto como yo la desgracia que vivía la gente. ¿Cómo eres tan frio?
-eres un asesino igual que yo. Nada limpiara tu alma ni en cien años, por más que la refriegues día y noche.
José se quedo callado, aceptando su derrota, pero no se quedaría callado.
-bien, haced los que os plazcáis. Yo me largo, y me entristece hacerlo, Edilberto. No puedo seguir este camino. Como miembro de años de la ADCAD, guardare silencio por mis compañeros de batalla. No os voy a estorbar el paso, y no violare el juramento.
-lucharas entonces en nuestra contra, te conozco. Nunca dejarais pasar una injusticia.
-si, pero por ahora, me voy en paz. No voy a traicionarlos bajo. Solo seré un soldado en primera fila.
Mastera17722 de septiembre de 2014

2 Comentarios

  • Mastera177

    he aqui la parte numero cuatro de grupo omega. paginas 17 a 21 del texto original (esto es para mi, para poder subir los fragmentos con mas facilidad)
    ya estamos en la cuarta parte de la narracion, y aprovecho para comentar que agradesco inmensamente el apoyo que recibo. para mi, que alguien lea mis escritos es un gran logro, sea una o cien personas.
    espero que les guste, y seguire publicando las entregas venideras. saludos.

    22/09/14 04:09

  • Indigo

    Te leo a ratos, son largas las entregas y dispongo de poco tiempo. En general, es entretenido la forma como lo haces.

    Saludos.

    22/09/14 05:09

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