La lluvia enriquece el gastado panorama de la calle.
Las gotas corren por el vidrio empañado con el aliento,
de los borrachos.
Riendo, las putas se quedan un rato escabiando,
Para luego partir hacia algún domicilio,
De un viejo drogado y fiestero.
Los tipos duros del barrio llegan en bandas,
Adquieren sus vinos, eufóricos de alcohol.
Respetan como a sus madres el lugar que los provee de sus dulces tormentos.
Retirándose con una mirada de perro sobre los infelices parroquianos,
Que no hacen caso a sus ademanes de matones.
El despachador, con sus tatuajes, revela un posible pasado a las sombras.
Habla demasiado e incita a beber.
Visiones de un ser solitario,
Perdido en las garras de un viernes a la noche.
Fiel testigo de la decadencia humana,
Del suicidio de la inteligencia.
Gente apelotonada en un sitio estéril.
Tratando de no ser como esa mierda torpemente disfrazada.
Pensando en la triste certeza de ser uno mas de ellos
Pidiendo otra ronda.
Decadencia humana en un ambiente tan exento, de la que ya se es parte y en donde la inteligencia y el carácter decepcionan... el final como un languidecer del ser.