En momentos como este quisiera agradecer al que puso el bomp en el bomp-bo-bomp-bo-bomp, e hizo que esa mujer hermosa pusiera sus ojos en un pobre diablo como yo. Aquella mañana releía en el espejo mi nombre invertido en el gafete mientras me rasuraba, mi panza cuarentona apenas si permite cerrarme el uniforme, era un martes como un jueves o lunes, chequé tarjeta al entrar como los otros 31 empleados y comencé mis labores. Hermosa entró al
Salón de Bodas donde trabajo y todo desapareció. Traía la mirada vengativa y la falda a medio muslo. Fumando en un lugar prohibido, echó un vistazo a su alrededor con la respiración agitándole el escote, no sé por qué pero me eligió, me clavó sus ojos con grumos negros y nos fuimos detrás del lugar para estar a solas, mi corazón latía rama-rama ding-dong y el de ella parecía no latir. Leyó mi nombre en voz alta y lo repitió todo el tiempo ignorando mis balbuceos. Me exigió que la nalgueara, su lengua no me dejó hablar. Yo sólo he tenido tres mujeres en mi vida, pero he amado únicamente a una, Hermosa. Al final encendió un cigarro y se sacudió la falda. Me quedé como pendejo, como un pendejo con la suerte de estar en el momento preciso cuando Hermosa se encontraba despechada, hostil o caliente. La vos de Enrique Guzmán encabezando a Los Teen Tops rezonaba en mi cabeza una y otra vez, echándome en cara lo azaroso de mi situación: Quién fue el autor, lo quiero conocer hizo a mi novia amarme más.
